Si San Pedro abriera las puertas de la cala a la que da nombre, el visitante no sabría si se encuentra ante una visión terrenal del cielo o ante las fauces del mismo averno. La playa más inaccesible de Cabo de Gata ha hecho de su aislamiento un atractivo irresistible y, a la vez, el origen de los males que la azotan. La situación de la Cala San Pedro desafía el cumplimiento de la Ley de Patrimonio Histórico, la Ley de Patrimonio Natural, la Ley de Costas y, a tenor de las operaciones realizadas por la Guardia Civil en la zona, también la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana. Pero la dificultad para controlar el acceso (una hora a pie por una zona escarpada o bien mediante transporte marítimo) generan un cierto limbo legal.
Los 200 metros de litoral se han convertido en una gran espacio de acampada permanente, casi una comuna, como no existe otra en todo el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, siempre sometido a las limitaciones propias de la protección ambiental. Las tiendas de campaña se perpetúan a unos pasos de la orilla del Mediterráneo.
Mientras, el Castillo de San Pedro, Bien de Interés Cultural desde 1985 y ubicado en los terrenos de un propietario particular, se cae a pedazos y 'presta' algunas de sus piedras centenarias a las necesidades de los campistas. La conservación de la estructura del siglo XVI es una batalla abierta, acaso perdida. Las últimas imágenes captadas en el edificio muestran cimientos castigados por el expolio y, de hecho, ya se han producido desprendimientos de enorme riesgo.
Sucesos Y la atención médica es todo un reto en la cala. La semana pasada un helicóptero tuvo que rescatar en la playa a una persona de 64 años herida por arma blanca. El Aeropuerto de Almería tuvo que abrir de madrugada para recibir al equipo de emergencia y permitir el traslado a Torrecárdenas.
La Guardia Civil inició una investigación e identificó D. B. M. de 33 años como autor de un presunto delito de homicidio. Pero, como si el agresor viviera atrincherado en una fortaleza o encerrado en un banco con rehenes, su captura se convirtió en una negociación y lo agentes consiguieron que saliera de la Cala de San Pedro por su propio pie tras varias conversaciones telefónicas.
Frente a los retos de la seguridad ciudadana hay quien defiende este rincón del Cabo de Gata como un auténtico paraíso. No hay guía de playas nudistas que no cite San Pedro como un lugar idílico y muchos turísticas amantes de la naturaleza salvaje llegan cada verano para conocer personalmente la cala almeriense y disfrutar de la llamada “acampada libre”.
Es el lugar de los atardeceres únicos y la belleza natural, y también el paraje del caos y la desorganización. Un espacio libre, pero cuyo acceso queda restringido a unos pocos. La playa protegida por un gran castillo, aunque se caiga a pedazos.
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