Durante generaciones y generaciones la fuente de Mojácar ha representado la subsistencia en el campo y el uso y reparto de su agua era clave no sólo para el consumo de los habitantes de muchos kilómetros alrededor, también para el riego de más de una treintena de fincas en la ladera del municipio. Antonia Ruiz Reyes ha sido la encargada del reparto del agua durante los últimos 60 años, antes lo fue su hermana Rosa y ahora coge el relevo cuando puede su hijo Paco Flores Ruiz. Son los muñidores, según se denomina en Mojácar a la persona encargada de avisar a cada uno de los propietarios de “cuándo coge y cuándo deja el agua”, explica Paco.
Las más de una treintena de fincas aún en activo el pasado siglo ahora quedan relegadas a tres o cuatro propietarios que de forma periódica riegan sus cultivos, generalmente para el autoconsumo y “para que no acabe la tradición agrícola en el municipio”.
Pese a ello, el muñidor aún es el encargado de dejar por escrito los turnos de riego con al menos dos días de antelación y estar pendiente de que los brazales, las acequias principales, se encuentren en buen estado.
Para que el ciclo no se rompiera, la muñidora convocaba además a los propietarios con cada problema, sobre todo cuando era necesario arreglar un brazal, para lo que cada usuario limpiaba su parte o incluso se organizaban cuadrillas para limpiar entre todos un trozo.
Reparto árabe
De la época musulmana data un reparto de agua que los propios mojaqueros califican como “milimétrico, la mejor de las obras de ingeniería, el reparto de agua de los árabes no se ha conseguido superar ni con máquinas”. Ello conlleva una división del valle de este y oeste y unos turnos de riego que cada doce días pasan de una margen a otra, por lo que cada 24 se completaba. Los propietarios de las fincas tienen (aún si no están en explotación) asignados “cuartos” de agua según las dimensiones de sus propiedades. Cada cuarto corresponde a tres horas de agua del manantial. Además, para el mejor aprovechamiento del agua se hicieron las dos balsas aún en activo, la primera para acumular el agua y que el riego sea más eficaz con un mayor caudal. Esta balsa en los cambios de turno es utilizada por el propietario entrante, mientras que quien deja el agua sigue con la segunda en uso; precisamente por ser la destinada a la distribución del agua hacia las fincas.
Un molino para uso comunal también formó parte de este complejo proceso hidráulico durante siglos y parte de su mecanismo sigue en exposición en las inmediaciones de la fuente.
Además, la fuente de forma muy clara separaba el agua según su uso, con conductos separados para las aguas sucias del lavado, para la limpieza de verduras y para los restos y orina de las burras que llegaban. Con mucha precaución siempre de que los distintos usos no mermaran el caudal de riego también en épocas de menor caudal. Así, en época de sequía quienes buscaban agua para el consumo desde Turre, Garrucha, Cuartilla, La Loma de la Faz o desde cualquier anejo cercanos estaban obligados a compensar el caudal y descargaban agua que podía ser aprovechada por los regantes en las mismas cantareras que llenaban con agua de consumo.
Al río
Aunque ha habido épocas en las que caía poco caudal, la fuente de Mojácar nunca se ha secado y sigue abasteciendo diariamente a decenas de personas que llenan garrafas de agua. Su caudal medio es entre cuatro y ocho litros por segundo; suficiente en el pasado, infrautilizado en el presente, cuando el agua no utilizado por los propietarios se deja caer río abajo.
Aquí se ligaba cuando la playa estaba lejos
“Esto era el centro del pueblo, de aquí salían todos los casamientos. Las mozas venían a lavar y los mozos venían a ver y las acompañaban de vuelta a donde fuera, a Turre a Cuartilla, a donde fuera”, explica Ginés Gallardo, ya octogenario que ha vivido toda su vida a las puertas de la fuente.
De las fotografías más antiguas incluso reconoce las burras, algunas de La Loma del Faz, otra de la Tía Micaela. En el recuerdo también está presente “la Maquisa”, Mientras los campos se regaban tranquilamente, en plena madrugada “la Maquisa” y otras lavanderas profesionales ya hacían cola en la fuente hasta la llegada de los primeros rayos de sol y para coger los mejores puestos y lavar la ropa de las personas más pudientes de localidades cercanas como Garrucha. La ropa de los ricos comerciantes y empresarios mineros se lavaba en la fuente y se tendía en el Cabecico Largo.
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