Los restos del aljibe de época usulmana más grande de toda la provincia evidencian el gran valor histórico y cultural del pasado de Mojácar. El ilustre etimólogo Corominas, casado con una vecina de Bédar, dedicó todo un capítulo a vincular el nombre de Mojácar con el de Monte Sagrado, la Muxácar musulmana que sin quererlo rendía homenaje quizá a la Diosa Melkart agrícola y ganadera de los fenicios que fueron los primeros pobladores de Mojácar la Vieja. Allí, las culturas y los pueblos se sucedieron, comerciando a través del puerto que tenían justo a sus pies y en el vecino asentamiento de Cuartilla, y con edificaciones hasta el siglo XV. Posiblemente con el terremoto de 1506 decidieran definitivamente abandonar las tierras y el aljibe y empezar a construir más cerca aún de la fuente.
Poblado
Una doble muralla no sólo procuraba seguridad en el asentamiento, también dividía por clases a los habitantes de intramuros con los que vivían más alejados de las dependencias principales. Además, por turnos los sirvientes o exclavos serían los encargados de subir diariamente el agua con cántaros y burros para mantener el aljibe que abastecía a la población. Se trata de un trabajo habitual dentro de esa sociedad acostumbrada a compartir los trabajos que permitían la subsistencia común, como ocurriría con la agricultura o, incluso, de la reparación de la muralla en caso de daño.
Además, estos pobladores musulmanes malconvivieron con los vecinos mozárabes que se aferraban a su cultura cristiana y perfieron una vida de exilio del poblado más cómodo y abastecido, y se establecieron en Sierra Cabrera, por encima del núcleo actual de Mojácar.
Tesoros
Durante siglos, pero en especial en el siglo XVIII, los cazafortunas y buscatesoros no dudaron en llegar hasta el antiguo poblado. En muchas ocasiones eran desconocedores del valor histórico y cultural de los edificios, las piedras de cantera reutilizadas una y otra vez, y las numerosas piezas de alfarería; símplemente buscaban los ahorros escondidos de los grandes terratenientes y destrozaban el entorno.
No obstante, el uso agrícola continuado desde que llegaran los fenicios hace más de 3.000 años haya sido una tabla de salvación y aún puedan encontrarse los restos que nos acerquen a los ancestrales rituales a la diosa del sol a la que se rezaba antes incluso de la llegada de los romanos.
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