En octubre del pasado año la madre de Alejandro, un joven de 13 años, dijo ‘basta’. Inmaculada Rivas tomó la decisión de hacer pública la situación de su hijo (enclaustrado en su habitación y medicado con antidepresivos) después de sufrir una última agresión en el instituto a principios de curso. Ocurrió hace ya cinco meses y desde entonces no se han producido avances.
Alejandro no levanta cabeza y sigue recibiendo clases en su domicilio en lugar de acudir a su centro de Olula del Río. Inmaculada denuncia que su situación no sólo no ha mejorado sino que ha empeorado a raíz de un último episodio acaecido a finales de enero con uno de los presuntos agresores. “Volvíamos a casa y estaban en la puerta. Uno se paso la mano por el cuello diciendo que a mi hijo se le iba a caer el pelo”, relata. Una situación que ha provocado que Alejandro tenga “los mismos miedos e incluso peores”.
Nueva concentración
La falta de avances en su caso y el constante goteo diario de otros sucesos similares ha motivado que Inmaculada y su familia prosigan en su lucha. Tanto por la vía judicial como a pie de calle. La recogida de firmas no ha cesado desde que se conociera el caso así como la organización de concentraciones.
Así, la concentración contra el acoso escolar celebrada el 25 de noviembre en Olula del Río tendrá continuidad en la capital el sábado 18 de marzo. La familia ha animado a asistir a esta nueva concentración contra el ‘bullying’ que tendrá lugar en la Avenida del Mediterráneo, junto al Parque de las Familias. “Se leerá un comunicado y todo el que quiera hablar y explicar su caso podrá hacerlo. Se trata de que se nos escuchen, sobre todo a los niños que sufren el problema”, explica Inmaculada. Tras lo ocurrido en la puerta de su casa, la Fiscalía de Menores le remitió un documento en el que le invita a “reclamar una indemnización”, si bien buscan una recompensa muy diferente a la del dinero.
Rechaza el dinero
“Yo no quiero dinero, quiero medidas para proteger a mi hijo.” y que se traduzcan en “una orden de alejamiento para que cuando me hijo salga a la calle tenga al menos la tranquilidad de que no van a estar en la puerta de mi casa”.
El próximo sábado volverá a alzar la voz que le falta a su hijo. Esta vez desde un lugar donde cada día los niños ríen y juegan sin miedo, con la esperanza de que Alejandro también pueda vuelver a hacerlo algún día.
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