Mojácar

Oriundos de Cuartilla rescatan de las ruinas 70 años de tradiciones

Los vecinos quieren devolver su lugar a San Antonio y se movilizan para conseguir financiación

Los vecinos quieren levantar una Ermita para poder celebrar sus fiestas patronales.
Los vecinos quieren levantar una Ermita para poder celebrar sus fiestas patronales.
Josefina Guerrero
22:24 • 15 jul. 2017

Los vecinos de Cuartilla han puesto las miras en su Ermita como punto de partida para dar el esplendor a la barriada que perdió paulatinamente a partir de la posguerra. Pedro y Juan Grima son los únicos actuales habitantes de Cuartilla que reconocen que no han salido de su pueblo más de dos semanas; en la actualidad, esta barriada de Mojácar está habitada mayoritariamente por oriundos; hijos, nietos,  aquellos que vivieron en primera persona la emigración y algunos extranjeros que han comprado aprovechando la cercanía de la playa de buenas fincas.




Participación
Las ganas de levantar de nuevo la vida social y cultural del pueblo cuenta cada vez con mayor difusión entre oriundos que incluso han vendido sus tierras, “cada vez son más las personas que vienen y participan en cualquiera de nuestras iniciativas y quieren ayudar”, explica la presidenta de la asociación de vecinos de Cuartilla, Isabel Grima, quien aún recuerda haber estado en el colegio hasta Tercero de EGB.




Sería el año 72-73 cuando cerró el colegio y, con ello, la poca población que no había emigrado a Barcelona, Francia, Alemania o incluso Argentina; otros también lo hicieron a Turre, Garrucha o Mojácar, “siempre obligados, por la falta de recursos que había aquí”, señala Pedro Grima, el último de los homenajeados en las fiestas  patronales y que aún recuerda cómo en su tierna infancia se celebraban las fiestas con muchos vecinos; de hecho, hasta la emigración masiva, Cuartilla era considera una barriada grande que pudo incluso llegar al centenar de vecinos, “tres familias grandes de las que muchos siguen viniendo”, explica Isabel, nacida en Garrucha pero muy involucrada en la Asociación de vecinos del pueblo de sus abuelos al que tanto iba.




Ermita  
Delante de las ruinas de la antigua Ermita de San Antonio, los miembros de la Asociación de Vecinos buscan la forma para devolver a su patrón un lugar en el que refugiarse. Para ellos es el pilar que puede devolver a la barriada la posibilidad de recuperar las tradiciones de las que hablaban sus padres, tíos y abuelos. 




Son muchas las dificultades que se plantean, no sólo económicas; la principal piedra en el camino es la ubicación de la ermita, una posible y muy costosa rehabilitación sobre el templo que aún se intuye o un pequeño altar sobre cubierto en la plaza donde desde hace dos años se celebra la fiesta de barrio y la misa en honor a San Antonio.




“Hasta ahora han sido los propios vecinos los que han prestado su porches y jardines para celebrar la misa”, explican los responsables de la directiva, que esperan que la situación se extienda en el tiempo.




Imagen Otro de los escollos con los que cuenta la barriada es la inexistencia de una imagen de San Antonio. “Cuando la Ermita ya estaba casi abandonada y emigró la familia que vivía cerca y que se encargaba de la imagen, se la llevó”, señala con resignación Grima, que ya ha comenzado a contactar con la familia para ver si la imagen puede volver a su lugar de origen. 




Por el momento, y sobre todo mientras que no tenga donde guarecerse, San Antonio sigue en Barcelona, aunque quien lo custodia no descarta traerlo si las fiestas se trasladas de julio a agosto, y se lo puede volver a llevar.


La imagen que se conserva del patrón cuenta con uno de los hermanos Grima, en concreto Juan; en una de las últimas misas que se celebró al Santo, a comienzo de los años 40, aunque las fiestas patronales se dejaron de celebrar unos años antes.


Tradición
Los vecinos son los que más apoyo dan para rehabilitar el pueblo y sus tradiciones. Es difícil de datar cuándo dejaron de celebrarse, aunque los datos que se contrastan entre los pocos supervivientes que hay de la época hablan de unos 70 años. La bendición del pan y su reparto entre todos los feligreses, la música y las ganas de convivir y ver a antiguos vecinos vuelven unir Cuartilla, siempre con los oídos puestos en los recuerdos de los mayores y las ganas de ayudar de los que todavía pueden “arrimar el hombro”, como resaltan los representantes de los vecinos.



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