Almerienses y el ‘procés’: así viven el secesionismo quienes emigraron

De la indiferencia o el miedo ante el independentismo a la polarización de las nuevas generaciones

Banderas en un edificio de una localidad catalana. Foto: L.H.M.
Banderas en un edificio de una localidad catalana. Foto: L.H.M.
Guillermo Mirón
15:32 • 02 dic. 2017

La polarización ideológica que el ‘procés’ independentista ha acrecentado en Cataluña salta a la vista con sólo poner un pie en esta comunidad. Los balcones, aunque de forma menos visible que hace unas semanas, siguen salpicados por banderas. De forma aleatoria, los edificios están decorados con banderas españolas o esteladas.




Dependiendo del bloque, las unas son más y las otras son menos. O van a la par. ‘Grosso modo’ da la sensación de que existe un empate técnico entre unas y otras banderas, aunque es cierto que esta estadística varía dependiendo la ciudad o el pueblo en el que nos encontremos. Con los almerienses (o descendientes de estos) que pueblan Cataluña sucede igual. Aunque en este caso, la inmensa mayoría sólo se identifica con la bandera constitucional. Las diferencias radican en las dos maneras de vivir el ‘proceso’. Desde el miedo y la resignación -“hay que mirar bien lo que dices o puedes tener problemas”, asegura Francisco- hasta el respeto y la distancia con el movimiento independentista. “Nunca he tenido un problema. Que cada uno siga sus ideas”, entiende Pedro Jiménez.




Opiniones diversas
Ambos son naturales de Albox, viven en Reus y se han reunido en el encuentro de albojenses que cada año acoge Salou. El escenario no es una casualidad. Este municipio está gobernado por Pere Granados, un alcalde nacido también en Albox y de ideales próximos al ala más moderada del PDeCat, representada por el exconsejero Santi Vila.




Se calcula que en la década de los 70 vivían en Cataluña alrededor de 840.000 andaluces. Más de 100.00 eran de origen almeriense. Hoy, muchos de ellos se encuentran en una difícil tesitura ante la deriva independentista. Pero también dentro de su hogar. Una parte de las nuevas generaciones, hijos de emigrantes, ven con buenos ojos la causa secesionista, creando división y tensión incluso entre miembros del mismo núcleo familiar como asegura Maravillas, de 45 años y vecina de Reus. “Como almeriense aquí vivo mu bien pero llevamos una temporada con mucha tirantez, en los trabajos y entre familias. Las hay que los padres se sienten españoles y los hijos independentistas... y eso se lleva mal”. Preguntada por el origen de esta situación y por la razón del mayor apego de las nuevas generaciones a la causa secesionista, cree que “es porque viven aquí y también por lo que les meten en los colegios porque allí les hablan mucho”, explica recordando una de las mayores denuncias de los unionistas. En un hipotético caso en el que Cataluña lograse la independencia, lo tiene claro. “Yo no me quiero ir a Almería, llevo toda mi vida aquí. Tengo mis hijos aquí... Se vive bien aunque ahora han echado a la gente al toro y ellos se hayan ido”, asegura. Sin embargo para Francisco, también natural de Albox y presente en el encuentro, el ambiente se ha convertido, en algunas ocasiones, en casi irrespirable. “Después de los problemas que estamos teniendo, si estás en un local público tienes que mirar muy bien quién está a tu alrededor y lo que dices, porque te puedes encontrar en problemas”. Además, cree firmemente que “se van a tardar años en volver a recuperar la normalidad y la convivencia que teníamos entre la sociedad catalana”.




Nuevas generaciones
En cambio, Pedro Jiménez, nacido también en Albox, vive el ‘proceso’ con algo más de distancia, lo que hace que “a nivel personal” esté “exactamente igual que cuando vine”. Defiende “que cada uno siga sus ideas y no inculque a nadie las suyas” y aprovecha para desmontar tópicos. “He trabajado hablando castellano y me  contestaban en castellano. Me hablaban en catalán, lo entendía y sin problema”. En las nuevas generaciones, hijos o nietos de emigrantes, la cosa cambia. La diferencia no radica en su distanciamiento respecto al independentismo sino en su afinidad o no con esta opción.




Eduardo (nombre ficticio a petición del entrevistado), de 23 años, opina con reservas. No es un tema que le agrade. “No opino mucho pero en el centro de Reus es demasiado fuerte aunque desde que se ha ido el presidente a Bruselas está todo algo más pacífico. Antes había manifestaciones casi todos los días y a la gente que es española le molesta”. Luis, una década mayor, está en el polo opuesto. Como Eduardo, nació en Cataluña. Vota a Esquerra Republicana y cree que es “compatible” con “no olvidar tus antepasados”. Distinta perspectiva de futuro para quienes tienen un mismo origen.






Temas relacionados

para ti

en destaque