Sierra Cabrera tiene hoy color verde rústico, nunca lo ha tenido verde pirenaico ciertamente. Hoy, Sierra Cabrera es una tierra tensa, acartonada, cruje en cada pisada. Sierra Cabrera, hoy, está seca, mustia. Es la sequía quien la marchita. A ella y a sus habitantes. Las aves migratorias vuelan en círculos extraviados, la foto de su temporalmente hábitat acostumbrado no es la misma, ha cambiado. El viento de Sierra Cabrera pide agua.
A media tarde, cuando el sol luce sin dar calor, Juan Ramón Rodríguez, pastor desde que nació me dice, le va a dar la vuelta a su rebaño camino del corral. El silo con el pienso está cerquita, en las estribaciones de la Sierra, apenas a un par de kilómetros pasado Turre. Juan Ramón va acompañado de Martín, uno de sus nueve hermanos, y de dos amigos. Los cuatro con gorra para proteger el sol y el frío, y con bastón con el que hacer más llevadero el camino. ¿Pero vamos a salir en la foto? Y en el periódico, faltaría.
El rebaño de Juan Ramón, o mejor, me concreta, de uno de sus hijos, se compone de cuarenta y pico ovejas y trescientas cincuenta cabras. Ahora, no están todas, con la sequía la cosa está fatal. ¡eh, pásate p’allá! El perro sale flechado, el hato se ondula como el aire agita el trigo de primavera cuando está grande, en una ola de colores: blanco, negro, marrón, rojizo. Acompaña la marcha el sonido de varios cencerros.
El perro pastor del pastor Juan Ramón Rodríguez es eso, un perro pastor sin más de nombre Sandi. Tenía dos perros me comenta Juan Ramón, a uno le llamaba Pantoja y a este Sandi, de Zaldívar, cuando Julián Muñoz se separó de la mujer. ¿Y eso? Pues ya ve. Ya, ya… ¡¡¡Fuiiiiiiiuuuiiiii!!! Sandi responde a la carrera, vira en redondo, conduce al redil a las ovejas, a las cabras, remolonas. Por las mañanas no salgo con el rebaño, salgo a partir de las dos y media de la tarde, si no pillan nada para qué van a salir, están deseando pillar algo verde. Mire, se están comiendo esto porque se han talado los olivos, se comen el gramaje de la tala. Mayormente las saco para que tomen una ‘miaja’ de sol porque de pasto, nada. Juan Ramón y su hato de ovejas y cabras recorren entre 5 y 6 kilómetros diarios, más que nada, lo dicho, para que se muevan y noten el calor del sol.
Y de lana, qué ¿Juan Ramón? Cuánta lana dan. Nada, algo dan, pero la pagan muy mal y la leche está tirada de precio. ¡Eh, p’allá, p’allá! Disculpe, hombre, que no se las puede quitar ojo. Sandi corre, cómo decir, ¿como un galgo? El perro es un magnífico ejemplar de perro pastor, ¿no lo ve? Sí, lo veo, un portento. ¿Otra pregunta, Juan Ramón? Diga usted. ¿Las conoce a todas? Sí, las conozco a todas, si me falta alguna lo sé. Todas tienen nombre y algunas llevan el nombre de quien se las ha regalado a mis nietas: Una se llama María, otra Cristina…, ya le digo, las conozco a todas. ¡Sandi, ande estás! ¡P’allá!
Los amigos y Martín, el hermano de Juan Ramón Rodríguez, se despiden. Está al caer el fresquito de una tarde de diciembre, la de la Constitución. Juan Ramón, disculpe la molestia, ¿las ovejas y las cabras cierran los ojos cuando duermen? Pues mire usted, no las he observado tanto. Lo que sí sé es que todas las que sean de la familia duermen juntas, ya sean cuatro o cinco, si son de la familia duermen juntas. Y, hágame usted un favor, cuando salga esto, si eso, me avisa. No lo dude.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/142999/como-duermen-las-ovejas-y-las-cabras