Gangi copia a Mojácar 50 años después

El alcalde de este pueblo siciliano regala solares y casas como hizo Jacinto Alarcón en los 60

Gangi, a la izquierda,está considerado uno de los pueblos más bonitos de Italia, como Mojácar lo es en España.
Gangi, a la izquierda,está considerado uno de los pueblos más bonitos de Italia, como Mojácar lo es en España.
Manuel León
14:43 • 31 ene. 2018

Gangi, una localidad italiana que flamea de blanco en la isla de Sicilia, ha plagiado lo que hizo Mojácar -otro pueblo que flota albino bajo una sierra- hace más de cincuenta años: regalar solares y casas derruidas para evitar la despoblación. El alcalde de este precioso municipio encumbrado también en una colina y considerado uno de los más bonitos de Italia, como Mojácar en España, ha imitado al recordado Jacinto Alarcón y ha lanzado anuncios en la prensa ofreciendo casas gratis a todo el que se instale allí para relanzar su economía y evitar la degradación de su patrimonio.




Es lo que hizo el afable edil mojaquero, cuando a principios de los años 60 principió a poner anuncios en el diario Pueblo de Emilio Romero brindando solares gratis o casas abandonadas a quien las construyera o rehabilitara. 




Jacinto siempre recordaba cómo cuando lo nombraron alcalde unos años antes le entró el miedo en el cuerpo porque los vecinos habían emigrado en masa a Cataluña y a Andorra y no quedaban en el caserío más de 500 vecinos. “El Gobernador me dijo que iba a tener que anexionar Mojácar sin más remedio a Turre, Garrucha o Carboneras”. Para evitarlo inició esa campaña de márketing con la ayuda de escritores y artistas como Rafael Lorente, Perceval, José Miguel Naveros, Tico Medina, Carlos Almendros o el pianista Enrique Arias y mecenas como Isabel Giménez y empresarios como Paul Polanski o Roberto Puig, que encontró un pronto eco. 




El pueblo se llenó de cónsules y embajadores que empezaban a convivir con hippies, pintores y cineastas. Los andamios empezaron a florecer junto a las buganvillas y los albañiles a no dar de sí con la cooperativa Cocasa enderezando muros, desescombrando viejas habitaciones y pintando de blanco las azoteas. 




A ello le añadió Jacinto cierta dosis de embrujo mojaquero y de leyendas misteriosas como la de Walt Disney para seguir atrayendo nuevos residentes de los cinco continentes.




De la misma forma que en esa Mojácar vintage, andan ahora los munícipes de ese pueblo italiano que reposa bajo el Etna imponente, anclado a la montaña como un caparazón de tortuga. Durante las últimas décadas ha ido sufriendo un lento proceso de emigración ante la falta de perspectivas laborales bajando de los 7.000 habitantes, perdiendo así un 30% de su población. Los que resulten agraciados con un terreno o casa desocupada en Gangi tendrá tres años para construirla nueva, reformarla o convertirla en un negocio. 




Fianza de 5.000 euros
El futuro de Gangi pasa, como le ocurrió a Mojácar con el turismo, con llenar sus calles empedradas de turistas nacionales y foráneos, con la dificultad añadida de sus nulas comunicaciones, peores aún que las de la Mojácar de medio siglo atrás. 




Los únicos gastos que tendrán que asumir los nuevos moradores serán los de notaría y registro. Los regidores exigen también un depósito de 5.000 euros para garantizar el inicio de las obras, un detalle que se le escapó a Jacinto, confiado en que nadie iba a hacerle trampas.


Ya han llegado cientos de peticiones para vivir en este rincón alejado de los centros de gravedad del mundo, para  disfrutar de un pueblo de piedra aunque sea como lugar de veraneo o segunda residencia, en viejas casas abandonadas por hombres y mujeres que se fueron buscando un futuro mejor, detrás de los penachos de humos de las fábricas de regiones más prósperas, como le ocurrió a los mojaqueros de más de medio siglo atrás, cuando se aventuraron a buscar una mejor vida fuera de la tierra que les vio nacer. 


El mojaquero que relanzó su pueblo
Se asemejaba a un tribuno romano cuando desde el frontispicio de la Plaza de Mojácar jaleaba a todo el mundo para levantar una tierra derruida por la miseria de la Postguerra. Jacinto Alarcón Fuentes se inventó literalmente un pueblo masacrado por la emigración.


Apoyado en la muleta del turismo empezó a hacer ruido por todos sitios, a alentar a diplomáticas y a artistas y a poner a su pueblo en el Nodo. Llegó el Parador, los primeros hoteles y le cosió la magia de la tía Cachocha y Antonio Bienvenida, el cántaro de barro frente a los caños de agua y el pañuelo amarillo sobre la cara morena: un cóctel imbatible para regar de prosperidad un municipio que se convirtió en una pequeña Ibiza.



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