“Abu, que me voy a casa de la tía Rosita, a jugar con la prima”. “Bueno, pero para las cinco te vienes, que tienes que merendar”. El diálogo, que reproducen miembros de la familia de Gabriel Cruz Ramírez, el niño de 8 años desaparecido desde el pasado martes en la pedanía de Las Hortichuelas Bajas, se produjo al filo de las cuatro menos veinte de la tarde.
El chaval le dio un beso a su abuela, salió por la puerta vestido con una sudadera roja y un pantalón de chándal y enfiló el camino de tierra que separa una casa y otra, apenas cien metros de recorrido por una senda que el niño conoce a la perfección. Hijo de padres divorciados, el crío pasa en la vivienda, residencia de su abuela paterna, muchos fines de semana y también las vacaciones de verano, cuando el pueblo se llena de gente y vienen hasta unos primos del niño que residen habitualmente en Barcelona. “Ha hecho este trayecto cientos y cientos de veces. Por eso resulta todo tan raro”, cuenta Francisco Cruz, tío del chaval, intentando recomponer en su cabeza el puzle de piezas sin encajar en el que se ha convertido el caso.
A las cinco y media, al ver que su nieto no regresaba -algo raro, porque toda la familia habla de Gabriel como un chico bueno, obediente y hasta un poco miedoso-, la abuela llamó por teléfono a la tía Rosita y le preguntó por él. “No, el niño no está aquí, pero es que tampoco ha venido”, le respondió. En la casa esperaba todavía su prima Ángela, de 12 años, con quien el niño había quedado para jugar un rato. Este jueves, la cría buscaba consuelo entre los brazos de su madre, confusa por el revuelo generado en torno a la desaparición del niño.
De inmediato, la abuela, la tía, la prima del chico salieron en su búsqueda. Pensaban que le encontrarían cerca, jugando con cualquier otro niño, pero no dieron con él. Ahí empezaron a preocuparse seriamente. “¡Gabriel, Gabriel!”, le llamaban a gritos. A las ocho de la tarde, ya de noche, el padre del menor, Ángel Cruz, interpuso una denuncia por desaparición en el puesto principal de la Guardia Civil de Níjar.
Se inicia la búsqueda
Pocos minutos después, una primera patrulla de Seguridad Ciudadana inició el rastreo, peinando, palmo a palmo, las carreteras que rodean la pedanía.
A la vez, la familia intentaba organizarse sin saber muy bien cómo actuar ni qué pasos seguir. Con los nervios a flor de piel y la ansiedad en la boca del estómago, la primera idea fue hacer un cartel con la fotografía del niño y cuatro datos más: “Gabriel Cruz Ramírez, 8 años. Desaparecido el 27 de febrero por la tarde en la zona de Las Hortichuelas”.
El único fallo, según fuentes de la investigación, fue poner el teléfono móvil de los padres del crío desaparecido. Con la cara de Gabriel circulando por el altavoz amplificador de las redes sociales, a los móviles de Ángel y Patricia no tardaron en llegar desde llamadas de gente que preguntaba si realmente era cierto que el niño había desaparecido hasta videntes que contaban haber visto al niño en una balsa de agua, a bordo de un vehículo blanco o secuestrado por un hombre de raza árabe.
Todo esto lo relató este jueves la madre del niño entre sollozos, mientras pedía, por favor, que se ponga coto a los bulos que, de forma incesante, no han dejado de circular por Facebook o WhatsApp desde que se tuvo noticias de la ausencia del crío. Hubo incluso quien especuló, en un grupo de mensajería móvil, con la posibilidad de que el niño no hubiera ni siquiera salido de la casa de la abuela. “Por favor, que pare esto ya, que bastante tenemos encima con lo que nos está pasando”, reclamó Ángel, rodeado de periodistas, cámaras y micrófonos.
Primera noche
A esa primera patrulla se incorporaron refuerzos llegados desde la Comandancia en Almería. Los agentes, al mando del alférez Pacho Tabuyo, que coordina todo el operativo, rastrearon la zona en una primera batida que se prolongó hasta pasadas las cuatro de la madrugada. Junto a ellos, el padre y el tío del niño, algunos familiares y amigos de Ángel también participaron en la búsqueda, con la esperanza de encontrar al crío en esas primeras horas que los investigadores consideran vitales.
Al amanecer del miércoles ya se había montado un puesto de mando para coordinar a todo el dispositivo en marcha: agentes de la Guardia Civil, 112, Policía Local de Níjar y Protección Civil. A ellos se unieron, al paso de las horas, los especialistas de la Unidad de Actividades Subacuáticas, los agentes con perros adiestrados en la búsqueda de personas desaparecidas, policías locales de Níjar expertos en el manejo de drones y un helicóptero del Infoca. Además, en torno a 150 voluntarios -un centenar ayer- participaron activamente en los rastreos.
De momento, nada de esto ha dado resultado y el pequeño Gabriel seguía sin aparecer este jueves. “Por favor, que quien lo tenga, nos lo devuelva ya”, pedía su madre, envuelta en lágrimas y con la pesadumbre dibujada en el rostro.
“¿Qué tiene alguna gente en la cabeza?”
El desenlace, todavía reciente, del caso de Diana Quer y la recogida de firmas que reclama blindar la prisión permanente revisable ha aumentado considerablemente la sensibilidad ante los casos de desapariciones, incrementando, por una parte, la participación activa de personas que tratan de ayudar, pero también los bulos, noticias falsas e invenciones que surgen al albur de casos como el de Gabriel Cruz.
La familia pide “respeto” y que, a través de Facebook y de los grupos de WhatsApp, se difundan “únicamente” informaciones veraces y contrastadas por los investigadores. Lo hacen en un intento de frenar las necedades que circularon en redes sociales desde que se supo de la desaparición del niño y para poner coto también a las llamadas de “estafadores” a la caza de la recompensa de 10.000 euros que, en un intento desesperado por localizar al menor, ofreció el progenitor de Gabriel.
“Lo que está pasando nos hace preguntarnos qué tiene alguna gente en la cabeza”, se pregunta Francisco, tío del niño, entre enfadado y triste por las especulaciones difundidas tras conocerse la ausencia del niño.
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