Derriban la caseta de peón caminero de Los Castaños

Los vecinos, que pasaban allí las tardes de verano, temen que tiren también el pino centenario

Imagen de la caseta recién tirada por las máquinas.
Imagen de la caseta recién tirada por las máquinas.
Manuel León
18:55 • 26 abr. 2018

La vieja caseta de peones camineros de Los Castaños, de valor sentimental para los vecinos de esta pedanía de Sorbas, fue derribada ayer por las máquinas de la Jefatura Provincial de Carreteras del Ministerio de Fomento. Varios vecinos, entre ellos Andrés Pérez, lamentaron ayer que se hubiera hecho sin avisar y aprovechando la lluvia. 



Con la demolición de esta vieja caseta, ubicada junto a la carretera N-340, desaparece una de las últimas de su género. Los vecinos esperan ahora que no ocurra lo mismo con el pino centenario que la sombreaba y que servía para que los vecinos pasaran la tarde con sus butacas junto a ese hito encalado.



Hace dos años, hubo un primer intento de demolición y los escasos habitantes de esta pedanía sorbeña, formada por una veintena de casas, se movilizaron para no perder lo que consideraban una seña de identidad, una parte de su paisaje sentimental, junto al gran árbol que la complementa.



Marisol García de las Bayonas, familia del peón caminero que habitó esa casa, expresa que “era parte de nuestra vida, de nuestros recuerdos, allí me crié y bajo la sombra de ese pino crecí”, explica esta sorbeña que emigró a Brasil con su familia y vuelve cada. verano a su tierra natal. Los vecinos recogieron firmas en esos días porque aseguraban no entender por qué querían acabar también con el pino.



Los vecinos explican que “parece ser que el motivo es que temen que si se ensancha la carretera pueda suponer un peligro para la circulación de los coches si cae al suelo”.



En la casilla vivió la familia de siete hijos de Francisco García, el peón caminero que estaba al cuidado de la conservación de esa vía caracterizada por sus intrincadas curvas y árboles pintados con una banda blanca para propiciar visibilidad a los conductores nocturnos.



La casa tenía dos saloncitos, cocina, despensa, dormitorios, baños y un florido patio interior. Estaba deshabitada desde hace unos 15 años, aunque aún mantenía un discreto estado exterior.



Los peones camineros, con bandolera y pico, eran los encargados desde 1759 de cuidar a pie de camino el estado de los senderos. Había uno por legua (5,5 kilómetros). Con el tiempo, como a los maestros y otros funcionarios, se les dio vivienda para sus familias. En Almería quedan cinco o seis de estas casetas, del más de medio centenar que llegó a haber. 


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