¿Por qué la mayoría de los almerienses hablan un dialecto similar a los murcianos? Esther Vivancos Mulero, doctora en Lengua Española por la Universidad de Granada y profesora de la Universidad de Murcia, se ha dedicado a estudiar los hechos históricos que dieron lugar a esta realidad, especialmente en la Tierra de Vera.
La doctora ha participado recientemente en una conferencia en el Salón de Usos Múltiples de Vera dentro del ciclo de conferencias ‘El renacer de una ciudad’, con motivo del V Centenario del Terremoto de Vera, donde resumió los frutos de sus estudios en esta materia.
Andalucía murciana
Vivancos comenzó su disertación señalando que, aunque el término de la ‘Andalucía murciana’ está plenamente consolidado, “es difícil poder demostrar científicamente la naturaleza del concepto”, y, es que, desde siempre, se ha considerado evidente la gran diferencia entre el habla de los andaluces orientales y los occidentales, “pero había que encontrar esas razones históricas”. Para la doctora, la Tierra de Vera era el marco ideal para comenzar el estudio por haber sido el territorio jurisdiccional más amplio de la tierra de frontera entre los reinos cristiano y musulmán y donde la corona de Castilla vendrá a desarrollar su organización administrativa desde 1488 (Zurgena, Antas, Cabrera, Bédar, Serena, Teresa, Campo de Pulpí, Campo de Huércal y Vera). La Tierra de Vera, y ésta es la hipótesis de sus investigaciones, aunque pertenezca geográficamente al territorio andaluz, se incluye dialécticamente en el murciano.
Los rasgos dialectales quedaron determinados por los procesos de repoblación del reino de Granada que trajeron esos pobladores que venían, en la primera y segunda repoblación (1482 y 1570), del reino de Murcia y de Aragón (encomiendas santiaguistas del Norte, Caravaca, Cehegín, Mula y, sobre todo, de la ciudad de Lorca). Baza, Vera y Mojácar fueron los lugares de asentamiento preferidos por los lorquinos.
Rasgos dialectales
Para demostrar su hipótesis la profesora Vivancos Mulero se dedica a delimitar los rasgos o caracterizadores dialectales del andaluz oriental que pueden determinar en qué elementos lingüísticos debemos centrarnos para obtener los datos empíricos que demuestren el planteamiento. Estas particularidades de la Tierra de Vera y de Murcia son la abertura vocálica en los finales plurales como consecuencia de la aspiración de la ‘s’ implosiva y la no aspiración de la ‘x’ o ‘j’, rasgos opuestos a los de la Andalucía occidental. “El problema de estos rasgos es que, en general, no se pueden estudiar en los documentos escritos de la época porque no se escribía como se hablaba”. “La solución”, indicaba Esther Vivancos, “es buscar caracterizadores dialectales léxicos y morfológicos; en este caso ‘orientalismos’ (aragonesismos, murcianismos y catalanismos), insertas en las fuentes documentales de los protocolos notariales de Vera, conservados desde el libro del año 1529 (existentes en el Archivo Histórico Provincial de Almería, donde ella misma investigó). Los tipos documentales consultados de esos protocolos fueron las cartas de dote y arras, los inventarios de bienes, los testamentos, las almonedas (subastas) y las particiones de bienes”.
El resultado de ello fue la elaboración de un glosario de términos compartidos en las dos regiones y que demuestran esa hermandad lingüística; voces no recogidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (cetra, corbilla, corbo, conqueta, escabelete, jabegón, sayco y tenaja), y voces registradas en el DRAE (barza, cegajo, entremijo, orón, tahúlla y zaragüelles). Otro grupo fue el de las voces compartidas con el resto de España, con o sin valores semánticos propios, como albar, arambre, bancal, cambuj, garbillo, mano y rasera, en el primer tipo, y banco, tabla o tendido en el segundo.
Otras voces son las que se comparten en forma y significado con el DRAE, pero más frecuentes en la Tierra de Vera, como alcuza, azada, badil, cedazo, olivera y ubio.
Por último, se realizaron grupos de voces en función de su origen: catalanoaragonesas (arambre, banco, barza, conqueta, jabegón, olivera, tabla y zaragüelles), catalanismos (cetra, corbilla, corbillón y garbillo), aragonesismos (tenaja, rastra y sayco), o murcianismos (albar, bancal, corbo y orón).
El análisis del sufijo ‘ico’ como diminutivo utilizado en el 80% de las ocasiones camina en la dirección de demostrar, finalmente, esa influencia repobladora de los colonos murcianos en la Tierra de Vera que dejó de ser musulmana en el siglo XV.
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