Carboneras

Pepa vuelve a tener familia tras fallecer de cáncer su antiguo dueño

La perra ha sido adoptada y ha empezado una nueva vida en las playas de Carboneras

Pepa pasea por la playa de Carboneras, con la isla de San Andrés de fondo.
Pepa pasea por la playa de Carboneras, con la isla de San Andrés de fondo. La Voz
Víctor Visiedo
07:00 • 12 oct. 2018

Pepa lo ha pasado mal. Tras fallecer su antiguo dueño a causa de un cáncer, esta perrita quedó casi abandonada a su suerte en un cortijo. Tan solo la solidaridad de un vecino que le llevaba de comer ocasionalmente hizo que sobreviviera a duras penas. Su estado físico era lamentable. Estaba muy desnutrida.



Ahora, Pepa ya tiene una nueva familia. Hace un par de días fue adoptada por un vecino de Carboneras y ha empezado una nueva vida. Conoció su historia a través de las redes sociales y de una publicación de LA VOZ. Pepa ha cambiado la soledad del cortijo por la compañía de su nuevo dueño, de Golfo, un viejo bulldog francés que también fue adoptado, y de Gala, una gata que recogió de la basura.






“La perra está en preadopción, para ver que tal se lleva con Golfo, pero por ahora todo perfecto”, reconoce Giovanni, su nuevo dueño. El animal ha debido tener una vida dura, a pesar de su corta edad (tres años), ya que “se muestra muy nerviosa y asustada, incluso huye del ruido de las olas fuertes”, explica. Y es que, ahora, Pepa puede pasear cada día por los paisajes únicos de las playas de Los Barquicos, La Puntica o El Algarrobico (donde se siente más a gusto, lejos del bullicio del paseo marítimo).



La perra tiene unos 3 años y es de raza Braco. “Es muy cariñosa y está muy bien educada”, explica su dueño. Un claro ejemplo de que los perros adultos también se adaptan perfectamente a un nuevo hogar y aprenden con gran rapidez. Por ello, desde Pupekas hacen un llamamiento a los posibles adoptantes para que no tengan prejuicios con los perros ya adultos: “suelen haber tenido una vida difícil y valoran todo más”, explican.



Una triste historia



La vida de Pepa, hasta ahora, ha tenido claros y oscuros. Esta no es la primera vez que cambia de familia. Ha sido abandonada dos veces. La primera vez apareció “de casualidad” frente al bar de una de las creadoras de la asociación Pupekas. “Conocíamos a un buen hombre que tenía un cortijo con perros de caza y le pedimos que se la llevase con él, y a pesar de que Pepa no era buena para la caza la cuidó muy bien y le dio mucho cariño”, cuentan. Pero por desgracia, esa persona falleció poco después por culpa del cáncer.



Pupekas, un ejemplo de solidaridad

Pupekas es una organización sin ánimo de lucro. No tienen un refugio, sino que se quedan los animales en sus propias casas hasta encontrarles una familia. También realizan colaboración con asociaciones de otras partes del país y les envían los animales. Actualmente tienen acogidos nueve perros y 42 gatos.

Apenas son tres personas las que forman la asociación. No tienen socios. Le dedican el poco tiempo libre que les queda de sus trabajos e incluso “muchas veces ponemos dinero de nuestro bolsillo para poder alimentarlos”. Antes de dar un animal en adopción, se aseguran del perfil del adoptante con un cuestionario.


Fue entonces cuando la perra quedó de nuevo abandonada a su suerte (excepto por la solidaridad de un vecino). Así ha pasado un año entero, malviviendo, hasta que la asociación se hizo de nuevo cargo de ella y le ha encontrado hogar.


Pupekas entrega a los perros esterilizados y vacunados. “No somos una protectora”, dejan claro, “solo somos amantes de los animales que ayudamos dentro de nuestras posibilidades”.



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