Cuevas del Almanzora

La mentira de Palomares

Durante 40 años se ha monitorizando la zona y sus habitantes

Imagen de archivo de Manuel Fraga bañándose en aguas de Palomares tras la caída de las bombas.
Imagen de archivo de Manuel Fraga bañándose en aguas de Palomares tras la caída de las bombas. La Voz
Ricardo Alba
07:00 • 04 nov. 2018

Cómo no recordar la fotografía del entonces alcalde de Cuevas del Almanzora, Jesús Caicedo, y del también entonces concejal de Urbanismo, Juan José Pérez, enfundados en sus respectivas gabardinas camino de la embajada de EEUU. Esa foto, junto con la de Manuel Fraga en bañador meyba XL, quedará para la historia. A ambos, en mi modesto parecer, se les debe reconocer el mérito de la persistencia en sus intentos de vaciar Palomares de contaminación, como el de la insistencia en amortiguar las publicaciones del ‘incidente de Palomares’ aparecidas en prensa una semana sí, la siguiente también. El objetivo de esta contra se debía, así lo decía Jesús Caicedo, a no perjudicar la agricultura ‘palomarense’, si es posible aplicar este gentilicio. En este punto debo dejar constancia de, por una parte, no haber tenido jamás presión alguna respecto a mis crónicas sobre el ‘incidente’ y, de otra, sentirme profundamente engañado y no por ellos precisamente.




El embajador de Estados Unidos en España era por aquellos años James Costos. Un figura. Les dejó muy claro a los alcaldes “el compromiso de dar una solución a este problema. Durante cuarenta años se ha estado monitorizando la zona y sus habitantes. Ahora hay un nuevo compromiso de evaluar la situación y crear el equipo bilateral de expertos”. A la salida y en el momento de la despedida, el embajador Costos les obsequiaba con un chupachups de Valium. Ellos no lo sabían, aunque se lo barruntaban.




En la segunda visita institucional, la Consejera para Asuntos Políticos de la Embajada de Estados Unidos, Amy Tacho, les ofreció bondadosas palabras: expuso “los progresos que se estaban realizando, así como la complejidad que ello conlleva por ser varias las administraciones que intervienen en la solución definitiva, entre otras: la Secretaría de Estado, los Departamentos de Defensa y Energía, la Presidencia y el Congreso de Estados Unidos, para finalizar  transmitiendo los del embajador James Costos, y un paracetamol para el viaje de regreso a Cuevas del Almanzora.




Los más jóvenes seguramente no sabrán de Trinidad Jiménez. Bien, Trinidad Jiménez fue ministro/a de Exteriores. Se cruzó a los Estados Unidos, tomó café con Hillary Clinton, a la sazón Secretaria de Estado, y quedaron que cuando Hillary viniera a España se pasarían por Zara y, mientras tanto, pues nada, que un equipo bilateral de expertos se reuniría en Madrid. Luego o antes, total, Juan Antonio Rubio, en esta ocasión como director general del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, se pasó una vez más por el Senado de España. En otras tandas lo había hecho en calidad de director general del Ciemat, pero otras de tantas ocasiones desde el CERN, Organización Europea para la Investigación Nuclear. A los padres de la patria les montó un carrusel de diapositivas. Les decía en el año 2009, dijo: “Les voy a enseñar muy rápidamente otra diapositiva de Palomares. Allí nadie echó nada, pero en Palomares hay una contaminación considerable. Está ya identificada, lo ha hecho el Ciemat. Esto es Palomares, y al fondo está el mar. Estas zonas rojas son los lugares donde hay contaminación. Están perfectamente identificados: dónde están, a qué profundidad, etcétera, y se encuentra pendiente de la intervención de la Defensa de Estados Unidos y de España. A mí me parece que esta es otra de las aportaciones del Ciemat y que muy pocos más pueden hacer. Es precioso, porque es la solución de un problema social que dura desde hace muchos años. Vale la pena ponerse a ello”. Terminó con la afirmación de que “por cierto, aquello, Palomares, es un sitio precioso”. Antes de soltar semejante guasa, en el año 2004 había aportado una solución: “que la limpieza consistiría en retirar la tierra y envasarla en bidones especiales que se trasladarían a alguno de los almacenes especiales que existen para guardar estos residuos, cuya actividad contaminante persiste durante siglos”. Sin comentarios.




Como el disco duro se raya con esta historia, antes o después, cuando era director general del CIEMAT en el año 2011, Cayetano López, apareció por Palomares una delegación técnica estadounidense encabezada por Glen Podonsky, director de Seguridad de Defensa y Energía, para evaluar la situación de contaminación en Palomares y establecer un programa de retirada de residuos radioactivos.  Tanto Glen Podonsky, como el director del Ciemat, Cayetano López, remiten al ámbito político las decisiones que se hayan de tomar. Ya en el mes de marzo del mismo año 2011, el profesor Podonsky envía una carta al director del Ciemat en la que apunta sugerencias que a su juicio debe llevar a cabo el Centro de Investigaciones Científicas para la retirada de la tierra contaminada. Es decir, pone la pelota en tejado español. Y ahí se queda. La pelota.




Más tarde, uno ya se pierde en este laberinto, aparece el ministro de Exteriores García-Margallo, José Manuel, para anunciar “que la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, le había garantizado ‘buenas noticias pronto’ en relación con la limpieza de los terrenos”. Sin embargo, el embajador de Estados Unidos en España dijo poco después “que todavía no hay una fecha prevista para proceder a la descontaminación y que ambos Gobiernos siguen trabajando para resolver el problema”. Como las Duracell, siguieron y siguieron y siguieron...




En Palomares mencionar la bomba es mentar la bicha, amén de que el padre de quien la pronuncie será recordado ignominiosamente. La gente de Palomares está hasta más arriba del pico de tanto takatakatá, de tanto dale que te pego con lo de la bomba, “¡hombre, por Dios! que nos olviden y nos dejen vivir en paz, que nos llevan a la ruina. Así las cosas, de una foto para el periódico ni hablamos, porque hablar lo que es hablar, se habla poco. Se aviva la memoria “que el campamento lo tenían dónde está el camping y les cambiábamos cajas de tomates por paquetes de Wiston o latas de atún o de carne”. “¿Y esas latas de Coca-Cola, te acuerdas?”




Mucha de la buena gente de Palomares vio a un negro, un hombre negro, por vez primera cuando llegaron los militares norteamericanos. “¡Coño! que pusieron a uno a custodiar la bomba durante la noche y la bomba soltando un líquido amarillete que no veas”. Y por delante del llano ése, por dónde vivía tu abuela, cayó uno con el asiento y todo. “Se salvaron pocos de los que iban en los aviones. Que yo recuerde, otro cayó por delante de los limoneros de la finca de María; en el cementerio, donde están las lechugas, cayeron otros dos o tres, los primeros que saltaron”. A las diez horas y veintidós minutos de la mañana del día 17 de enero de 1966 cayeron las bombas y a las dos de la tarde estaba el quinto de caballería en Palomares.


Ahora nos enteramos de que el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) sin encomendarse a nadie trasladó hace dos años al área bajo vigilancia radiológica de la pedanía de Palomares 1.300 kilos de ‘material radioactivo’ que proceden de los muestreos de tierra realizados en la zona desde 1966, eso sí, dicen que son de ‘baja actividad’. Dice también la directora del departamento de Medio Ambiente del órgano dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, Yolanda Benito, que “no son residuos radiactivos ni basura nuclear, que son el cumulo de muestras que históricamente se han ido tomando y que han sido devueltos al sitio del que salieron”. Que en el Ciemat no tienen espacio para tanta basura. Esto lo digo yo. ¿Pero no se iban a llevar la tierra los norteamericanos?


Por aquí aparecieron así mismo la secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación de aquellos años, Carmen Vela, la asesora científica Teresa Mendizábal, toda sonrisa ella, y quién sabe cuánta gente más. Esto era una romería, la romería de la santa mentira.


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