Con la anochecida, a eso de las cinco y media de la tarde con este horario a gusto de unos, a disgusto de otros, a conformidad de todos, qué remedio, las calles de los pueblos del Levante almeriense se vacían de gente. Es como si la falta de luz ensombreciera el ánimo. Esta soledad vespertina se acusa mucho más en las zonas costeras. Apenas nadie, salvo los ‘runners’ o algunos paseantes adosados a sus mascotas. A veces se tiene la sensación de transitar ante enormes hileras de colmenas. Se sabe que están repletas de habitantes aunque no se los vea. Es la afección claustral del otoño invierno. Actúa en silencio porque todo es quietud excepto en la cafetería elegida como punto de encuentro con Pamela Mattioli.
Pamela, Pam, ahí donde la ven, de apariencia frágil, menuda, con el brazo apoyado en una gran pared blanca, es energía pura. De nacionalidad británica casada con un italiano por eso su apellido, es una leona o, si lo prefieren, una emprendedora sin barreras. Lo de leona viene al caso debido a que ambos Mattioli pertenecen al Club Internacional de Los Leones. Ella es la tesorera del Club de Leones de Vera y Distrito. Su lema, el del Club, es ‘Donde hay necesidad, hay un Leo’. Y a fe que lo hay. “La bondad define quiénes somos los Leones y la razón por la que servimos. Un acto de bondad puede ser pequeño y personal o grande y profundo”. Pamela lo cuenta acompañado de una gran sonrisa, su voz bajita se aúpa sobre la música de ambiente de la cafetería, una música destinada al vacío puesto que los tres somos los únicos clientes.
Según nos narra Pamela, el Club de los Leones es la organización humanitaria más grande del mundo. En España existen 80 Clubes, uno de ellos en Huércal-Overa, otro en Antequera, el de Vera… Su objetivo no es otro que ayudar, bien de manera individual, bien a organizaciones, y sin pedir nada a cambio. “En Vera colaboramos, por ejemplo, con Asprodalba, con el Banco de Alimentos en Turre, junto con con otros y otros casos”. Como es el caso de dos desfibriladores que han comprado para que se instalen en la playa de Vera, en la vía pública, uno justo en la fachada lateral de la cafetería donde charlamos y el otro en Pueblo Laguna, zonas con muchos habitantes de nacionalidad británica, holandesa, belga…Dice Pam que en verano tienen buena atención sanitaria, que en invierno nada.
A ver, Pamela, pongamos que para las Navidades los desfibriladores ya están colocados (faltan apenas unos trámites para que el Ayuntamiento de Vera se haga cargo de su mantenimiento), ¿quién los maneja en caso de necesidad? “Cualquier persona, con seguir las instrucciones es suficiente. Además estarán vinculados con la Policía Local. Al mismo tiempo, disponemos de cuatro personas aquí que han realizado el curso y otras cuatro en Pueblo Laguna. Con estos desfibriladores podremos intentar auxiliar emergencias cardíacas, de ictus, mientras llegan las ambulancias. Son como los salvavidas de las playas en verano”. Los Mattioli, los Leones de Vera y Distrito, dicen que la atención sanitaria en la zona es buena, pero que están muy lejos para incidentes de urgencia; si a eso se le suma que el idioma español no es muy bueno, digamos, que hay muchas urbanizaciones, la cosa se complica.
Los Leones de Vera y Distrito en lugar de quejarse, intentan poner remedio dentro de sus posibilidades. Son dieciocho las personas que integran el Club, “somos un grupo muy activo, pequeño, pero laboriosos. Recientemente hemos estado ayudando a un señor de Antas con esclerosis múltiple, lo único que se podía hacer era que lo trataran en Moscú para hacerle trasplante de células madre. Ahora, este hombre tiene más calidad de vida. Todos los gastos corrieron a cargo del Club de los Leones de Vera y Distrito. El año pasado ayudamos a un niño de Garrucha. También a un niño de Vera con el síndrome de Guillain-Barré que afecta al sistema inmunitario”. He creído entender que los padres de este niño les dijeron: “somos gitanos”. Ellos respondieron: “¿y qué pasa?”. Y cuentan más, muchas más coyunturas en las que han colaborado altruistamente, generosamente.
Los Leones no se cuestionan nacionalidades, religiones, géneros, sólo agobios, contratiempos, barreras, e intentan ayudar cómo y en lo que pueden con recursos obtenidos a base de mercadillos y cosas por el estilo. La música de la cafetería ha cesado, qué alivio, la conversación es más fluida se hace más fluidas. “Los Leones servimos. Es así de sencillo y lo ha sido desde que empezamos en 1917. Nuestros clubes son lugares donde dedicamos tiempo y esfuerzo a mejorar nuestras comunidades y el mundo”. Una pregunta, Pamela, ¿y el hambre? “el hambre es un problema que no tiene fronteras. Tenemos iniciativas como la que te contaba de contribuir con el Banco de Alimentos para ayudar a proporcionar comidas y nutrición a los necesitados, con la esperanza de que algún día ningún niño tenga que vivir sin saber cuándo podrá volver a comer”.
Afuera de la cafetería ya es noche total. La avenida de Barcelona de Vera Playa está solitaria, un par de ciclistas, nada más. Uno enfila hacia la carretera con la certeza de haber recibido un chute de humanidad, de haber conocido a una mujer, Pamela, de apariencia, ya digo, frágil, menudo, pero con un corazón así de grande. Efectivamente, tan descomunal como usted se lo está imaginando. O más.
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