Mojácar

Roberto Manzano. Mármol con vida

En la Escuela de Artes y Oficios de Madrid descubrió la piedra y se sintió atraido por el ella

Roberto Manzano junto a ‘La Mojaquera’. Foto: Ricardo Alba
Roberto Manzano junto a ‘La Mojaquera’. Foto: Ricardo Alba La Voz
Ricardo Alba
07:00 • 17 mar. 2019

Se vino a Almería por la piedra. Por el mármol, digo. En la Escuela de Artes y Oficios de Madrid descubrió la piedra en un póster con los materiales que usaban en la Escuela. El cartel era de mármoles de Macael. Su maestro de piedra les recalcaba que el mármol blanco con el que hacían prácticas era de Macael. Macael comenzaba así a tomar forma en su mente. “Como la Escuela no disponía de medios para trabajar piedras de grandes volúmenes, eran trozos pequeños, de unos diez kilos, y se obtenían de lápidas de deshecho cuando desmontaban tumbas antiguas, era el material que utilizábamos. Era curioso, al ser trozos tan pequeños les dábamos la vuelta, los pegábamos con escayola para que no se movieran y empezábamos a picar en ellos”. El profesor debía conocer el paño al haber trabajado en los talleres lapidarios que había o hay alrededor del cementerio de la Almudena.




Roberto Manzano se sintió poderosamente atraído por el oficio de la piedra, para él totalmente desconocido antes de su ingreso en la Escuela de Artes. El escultor decidió pasar un fin de semana en Almería, mayormente por saber cómo conseguir el material si le surgía un encargo. El entonces estudiante Roberto Manzano recibía de unos y otras señales inequívocas de que Macael era el lugar que visitar. Descubrió que en Fines había/hay una escuela del mármol. Total, que, de un fin de semana, se planteó pasar un mes en la Escuela de Fines que se prolongó por un curso entero entregado por completo a la escultura. Le hicieron un encargo, luego otro, y otro, oportunidades por aquí, por allá, y la zona no le soltó, le atrapó. Desde entonces, dice, “por aquí estoy. Resido actualmente en Mojácar con mi familia”.




El escultor Roberto Manzano y un servidor charlamos sentados en un banco de madera frente a una de sus obras, ‘La Mojaquera’, justo donde están el colegio y polideportivo municipal. ‘La Mojaquera’, escultura monumental de bronce, es testigo muda, no puede meter baza; sin embargo, sí guarda en el estuche de su molde el proceso creativo que Roberto siguió hasta quedar ahí colocada, en la rotonda. Uno se imagina al escultor con el cincel, cortafríos, puntero el martillo, tal vez una estampa idealista del artesano en su taller. Viene esto a cuento por lo que sigue.




Uno guarda en lo profundo de los recuerdos al escultor dale que te pego a la piedra con la maza en una mano, el cortafrío en la otra, y la protección de unas gafas. No sé, es muy posible que la figura así vista sea peliculera. Se lo digo a Roberto, por mejor decir, le pregunto si él trabaja con las manos sus esculturas.  Roberto Manzano es un escultor de hoy, quiero decir, o mejor, lo dice él, que a mi pregunta de si todo lo que hace es manual me responde que sí, “solo que cambian las herramientas y aquí puede surgir algo de confusión porque esta pregunta me la hacen clientes, amigos que visitan el taller…y siempre les queda la duda de si las tallas las hace un robot, una máquina. El trabajo de la escultura es manual, es posible que lo que debamos definir es que ya no trabajamos exclusivamente dando golpes a un puntero porque la tecnología nos ofrece otras posibilidades, pero no deja de ser manual, incluso meterlo en un pantógrafo automático o un disco cuando corta siempre está guiado, controlado desde el principio, nunca decide una máquina la forma de la escultura”. Vale, bien, Roberto, pero ¿tú picas la piedra? “Sí, pico. Pero el martillo y el puntero, dentro del juego de herramientas que todos tenemos en la mente con los cinceles, gradinas, tallantes…, es lo que más utilizo”. Me remarca que es necesario aprender a golpear la piedra con un martillo y un puntero por más tecnología que ayude a elaborar la piedra.




A partir de este punto la conversación toma el derrotero creativo que, al fin y al cabo, es lo que es Roberto Manzano, un creador ya sea con barro, con mármol o bronce. En algún libro, en algún momento, he leído que Roberto Manzano está considerado como unos de los mejores escultores españoles, especialmente en monumentos públicos. Él calla, pero no otorga. Debe pensar, un suponer, que sean sus obras quienes hablen. Localidades como Purchena, Carboneras, Vera, Mojácar, Garrucha, Madrid, Córdoba, Salobreña…, presumen de sus esculturas figurativas monumentales. Fuera de España, en países como Turquía, Francia, Italia, Egipto…, Roberto Manzano tiene más de quince piezas que nada tienen que ver con lo que conocemos de su obra, “aproveché estas oportunidades para hacer otra línea de escultura que no era la de la figura humana”.




Inclinado al dibujo del cómic en su más juventud de la de ahora, desconocedor de la historia del arte, hasta descubrirle que sus trazos de líneas eran muy parecidos a un libro bastante antiguo, bastante viejo, con dibujos en blanco y negro. Los sintió tan cercanos en el tiempo a cualquier dibujante actual, que comenzó una correlación entre lo que él hacía y lo que hacían hace quinientos años. Ese libro con dibujos de Miguel Ángel le dio pie a la escultura, a las tres dimensiones. Dicen los expertos que las obras de Roberto Manzano “recuerdan la estética manierista y beben de los grandes escultores de la Edad Moderna, como Miguel Ángel o Bernini. Es un escultor que disfruta con los grandes tamaños, los retos complicados y los proyectos fastuosos”.




Luego nos volvimos a extraviar por vericuetos de la máquina en el arte, la concepción del arte, lo que sí es arte y lo que no, las posibilidades que ofrece el mundo digital como el modelado a través del ordenador, la gestión de la fotografía, la fotografía tridimensional; todo, en definitiva, lo que le da pie a llevarlo al terreno de las tres dimensiones. Así, la tarde se iba con el sol. ‘La Mojaquera’ nos permitió interrumpir el equilibrio de su recinto. Por las fotos.




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