Con solo 12 años, María ha tenido que dejar hace unas semanas el instituto de Laujar de Andarax, para recorrer a diario más de 20 kilómetros hasta Berja, donde ya continúa el curso de primero de ESO, porque sufría el acoso de un grupo de alumnos en su pueblo.
Sus padres, Agustina Cortés y Mustafá Sadok, tomaron la decisión de que se marchara con el visto bueno del IES de Laujar y de la Consejería de Educación porque, según explican, la niña se encontraba angustiada y atemorizada en los últimos meses, después de recibir anónimos insultantes y amenazantes, de ser aislada y discriminada por sus compañeros, y de que incluso le arrojaran un huevo en la cabeza cuando se encontraba en el servicio del instituto.
En los últimos días de la niña en el IES Emilio Manzano de Laujar, María -nombre ficticio-, una niña sociable e inteligente -de notables y sobresalientes, como dicen sus progenitores- se despertaba casia a diario llorando durante la madrugada, se dirigía al dormitorio de los padres para abrazarse a su madre y hacerle prometer que al día siguiente no le pasaría nada en el centro escolar. Su padre reconoce que la pequeña estaba hundida, que se le acercaba en cualquier momento y sin ninguna razón empezaba a llorar. “¿Por qué me tiene que pasar esto a mí, si yo soy buena?”, le decía.
Nervios y ansiedad Fue entonces, a primeros de febrero, cuando los padres comprendieron que no podían permitir que su hija siguiese soportando más tiempo esta tensión, que incluso la había llevado a acudir a Urgencias y al médico en varias ocasiones por nerviosismo y ansiedad, además de que sigue siendo tratada por una psicóloga.
Pero lo peor de todo es que el acoso ya se arrastraba desde el colegio, desde Primaria, por parte, supuestamente, del mismo grupo. Con muy pocos años, María ya escribía poesías y relatos. “Uno de los cuentos que inventó trataba de una mariposa a la que un grupo de gatos malos no dejaban volar”, dice Agustina, todavía con un nudo en la garganta.
¿Y cuál puede ser el ‘gran pecado’ cometido por una niña tan pequeña? Su madre lo tiene claro: “A mi hija la han machacado por tener una madre gitana y un padre marroquí”. Sí, Agustina está convencida de que detrás del bullying a su hija se esconde el racismo, que a su entender está también alentado por los familiares de algunos de los niños que lo protagonizan y que, lejos de suavizar la situación, “la alientan”. “Una madre llegó a decirme que no permitiría nunca que su hija se echase un novio moro”, afirma. En otra ocasión, una de las niñas que según cree estarían detrás del acoso a María, gritaba en el patio del colegio que era racista y que no tenía motivos de ocultarlo. Pero Agustina también aclara que este racismo no es generalizado en el pueblo, sino algo de este reducido grupo de familias, puesto que tiene otros tres hijos -María es la tercera- y ninguno de los otros ha pasado por nada parecido.
Aislada La madres de María reconoce que alguno de estos días atrás, ella misma volvió a su casa llorando después de dejar a su hija en el instituto, puesto que al llegar a la puerta, veía cómo el resto de niños se apartaban de ella y la dejaban sola. Este aislamiento llevó a la niña a dejar de ir en autobús las últimas semanas hasta el IES de Laujar, para acudir por otros medios, a veces a pie, cada día, porque no podía soportar el sufrimiento de que la insultaran, le hicieran el vacío y la dejaran sola en su asiento.
Tras denunciar esta situación, el IES de Laujar abrió una investigación e inició el protocolo por este “supuesto caso de acoso”. El director del centro, David Ortín, ha asegurado a este diario que los responsables y profesores del IES han hecho todo lo que estaba en su mano en este caso y que han aplicado los protocolos establecidos, aunque al no haber conseguido identificar a los autores de los anónimos ni a quien lanzó el huevo, estuvieron de acuerdo con los padres en que trasladar a la estudiante de centro podría ser una buena opción, como pusieron de manifiesto en un informe dirigido a la Inspección y a la Delegación de Educación.
Gracias a este informe, María pudo cambiar de centro a mitad de curso para continuar en el instituto de Berja, donde su situación se ha modificado para bien en todos los sentidos. “Ahora está muy contenta y esperemos que lo olvide todo pronto”, dice Mustafá Sadok, quien trabaja como bombero forestal desde hace casi 30 años en el pueblo.
Sin embargo, sus padres deben llevarla ahora a diario al pueblo vecino, pues no tienen transporte escolar, algo que no solo les supone molestias, sino que puede llevar a que Agustina tenga que dejar su trabajo como técnico de Educación Infantil en el colegio de Laujar.
Agustina Cortés, que a sus 48 años además es psicóloga y ahora realiza un máster de Psicología Legal y Forense, dice no tener nada personal contra los profesores de Laujar, a quienes agradece que tomaran medidas antes de empezar el curso y algunas de las adoptadas después de denunciar el acoso, pero está convencida de que ni el centro ni la Inspección y la Delegación provincial de Educación han hecho todo lo posible para evitar que sea la víctima la que tenga que “huir”.
Rumores Ella también cree que los docentes no han hecho lo necesario para dejar claro que su hija no había inventado el bullying que sufría, ni estaba “ loca de psiquiátrico”, como según explica llegó a decirle otro estudiante y a rumorearse en el centro. “Si no descubren a los acosadores y reciben tratamiento y atención, porque lo necesitan, lo que ha pasado con mi hija volverá a suceder con otros niños”, mantiene.
La madre de la pequeña tiene muy claro que lo que le ha sucedido no son “cosas de niños”, como le dijeron alguna vez en el colegio, y tal y como se demuestra con frecuencia en otros casos de pequeños que llegan a tomar decisiones drásticas por sufrir situaciones parecidas. Este mismo curso, en octubre, un niño de 14 años perdió la vida al tirarse por la ventana de un quinto piso en Madrid. Los padres dijeron que sufría bullying, y que el colegio y las autoridades trataron de “tapar” el asunto.
Un gran número de medidas David Ortín, director del IES Emilio Manzano de Laujar, ha reconocido a La Voz que las investigaciones llevadas a cabo en el centro para averiguar la identidad de los “supuestos” autores del bullying a María han resultado infructuosas. “No hemos podido esclarecer los hechos, aunque hemos hecho todo lo que hemos podido, y se han adoptado un gran número de medidas”, afirma. Estas medidas comenzaron antes de que empezara el curso, al disponer que las “supuestas” acosadoras no compartieran clase con la niña. Después, hicieron que María fuera acompañada por una alumna de un curso superior en sus desplazamientos por el centro y que ningún estudiante ajeno a su clase pudiera entrar a ella.
También se realizó un mayor control por parte del profesorado de guardia en los cambios de clase y recreos. Además, en su último informe, los responsables del IES señalan que continuarán sus investigaciones para encontrar a los autores de los hechos.
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