Javier Pajarón
19:35 • 01 oct. 2011
Algo se mueve en el seno de ETA. Por primera vez en décadas, la banda terrorista da pasos concluyentes en el camino de la solución pacífica al conflicto y muestra públicamente un giro en su estrategia, centrada ahora en una incorporación al espectro político de la izquierda abertzale. La disolución de la organización Ekin ayer y la adhesión del Colectivo de Presos y Presas Políticos Vascos (EPPK) la pasada semana al acuerdo de Gernika marcan dos hitos en el proceso.
El centro penitenciario de El Acebuche custodia actualmente a 16 presos etarras, algunos de ellos muy involucrados en la evolución de la banda y con cierto peso en el colectivo de reclusos. Desde hace más de dos décadas, estos internos realizan semanalmente medidas de protesta, algunas aparentemente inocuas como la colocación de pancartas, otras más beligerantes como rechazar los alimentos.
Las reivindicaciones se han suavizado con el paso de los años, al mismo ritmo que la organización terrorista se ha debilitado. Sin embargo, nunca desaparecieron entre los muros de la cárcel. Y es aquí donde los signos de acercamiento a posturas democráticas parecen tener más importancia. Según fuentes penitenciarias, en las tres últimas semanas los reclusos etarras de El Acebuche han dejado a un lado los carteles con mensajes pro ‘abertzales’, por la independencia y contra la dispersión de los presos por penales de todo el país (unos 700 repartidos por el estado).
No hay pronunciamiento expreso pidiendo el fin de la violencia por parte de estos presos en Almería, pero la ‘relajación’ de sus protestas se interpreta como un adhesión al comunicado de EPPK para buscar soluciones dialogadas.
En este sentido, según las mismas fuentes, los etarras de El Acebuche habrían disminuido el ritmo de sus peticiones por escrito. Tradicionalmente los reclusos han intentado sobrecargar a los funcionarios y a los servicios de información abusando de la correspondencia y de las solicitudes a institucionales políticas, penitenciarias y judiciales. Durante un tiempo enviaban casi cualquier cosa, a menudo mensajes sin sentido, con el objetivo de dar más trabajo. Esta situación también ha evolucionado y los escritos se habrían reducido en la prisión de Almería muy considerablemente. Por otra parte, en esta disminución de la actividad influye el sistema de distribución de los etarras que implantó El Acebuche hace unos dos años que, en lugar de mantener a los internos aislados pero juntos en un mismo módulo, los ha dispersado por toda la prisión. De esta manera la comunicación interna es más difícil porque no se ven, aunque su control también supone un esfuerzo extra de los funcionarios que mantienen frentes abiertos en muchos módulos. En cualquier caso, los pasos del colectivo de presos se siguen de cerca y ofrecen grandes expectativas para resolver el problema del terrorismo y, a la vez, ‘normalizar’ la situación de los reclusos.
El centro penitenciario de El Acebuche custodia actualmente a 16 presos etarras, algunos de ellos muy involucrados en la evolución de la banda y con cierto peso en el colectivo de reclusos. Desde hace más de dos décadas, estos internos realizan semanalmente medidas de protesta, algunas aparentemente inocuas como la colocación de pancartas, otras más beligerantes como rechazar los alimentos.
Las reivindicaciones se han suavizado con el paso de los años, al mismo ritmo que la organización terrorista se ha debilitado. Sin embargo, nunca desaparecieron entre los muros de la cárcel. Y es aquí donde los signos de acercamiento a posturas democráticas parecen tener más importancia. Según fuentes penitenciarias, en las tres últimas semanas los reclusos etarras de El Acebuche han dejado a un lado los carteles con mensajes pro ‘abertzales’, por la independencia y contra la dispersión de los presos por penales de todo el país (unos 700 repartidos por el estado).
No hay pronunciamiento expreso pidiendo el fin de la violencia por parte de estos presos en Almería, pero la ‘relajación’ de sus protestas se interpreta como un adhesión al comunicado de EPPK para buscar soluciones dialogadas.
En este sentido, según las mismas fuentes, los etarras de El Acebuche habrían disminuido el ritmo de sus peticiones por escrito. Tradicionalmente los reclusos han intentado sobrecargar a los funcionarios y a los servicios de información abusando de la correspondencia y de las solicitudes a institucionales políticas, penitenciarias y judiciales. Durante un tiempo enviaban casi cualquier cosa, a menudo mensajes sin sentido, con el objetivo de dar más trabajo. Esta situación también ha evolucionado y los escritos se habrían reducido en la prisión de Almería muy considerablemente. Por otra parte, en esta disminución de la actividad influye el sistema de distribución de los etarras que implantó El Acebuche hace unos dos años que, en lugar de mantener a los internos aislados pero juntos en un mismo módulo, los ha dispersado por toda la prisión. De esta manera la comunicación interna es más difícil porque no se ven, aunque su control también supone un esfuerzo extra de los funcionarios que mantienen frentes abiertos en muchos módulos. En cualquier caso, los pasos del colectivo de presos se siguen de cerca y ofrecen grandes expectativas para resolver el problema del terrorismo y, a la vez, ‘normalizar’ la situación de los reclusos.
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