Estrechas calles, maravillosos paisajes, excelente gastronomía o, sencillamente, una tranquilidad difícil de encontrar en otros lugares. Estos son algunos de los motivos por los que los pueblos almerienses del interior son el mejor destino para los fines de semana de este otoño.
Algunos se caracterizan por la historia y riqueza de sus monumentos, en otros puedes hallar la sencillez y soledad necesaria para desconectar de la rutina o no olvidar las imágenes y los colores de sus maravillosas rutas.
Te presentamos un recorrido por siete localidades almerienses en las que puedes disfrutar con los más pequeños de la familia, para escaparse en pareja o para reencontrarse con amigos. Pueblos preparados para crear recuerdos imborrables.
1. Serón
El municipio de Serón se encuentra en la ladera norte de la Sierra de los Filabres. Fue fundado por nazaríes en el siglo XIII como fortaleza defensiva y, actualmente, atesora una riqueza natural de gran valor paisajístico, así como un espacio natural con una belleza incomparable.
Sus empinadas y estrechas calles, la amabilidad de sus poco más de 2.000 habitantes y el aire fresco que se respira, convierten al pueblo en un destino ideal para visitar con la familia. Del mismo modo, la gastronomía también influye en el atractivo de Serón, muy conocido por sus ricos jamones y embutidos.
2. Vélez Blanco
Si se habla de Vélez Blanco hay que mencionar su especial tranquilidad. Este municipio de casi 2.000 habitantes es el indicado para pasar unos días de desconexión, aunque sin dejar a un lado la visita a sus diferentes monumentos.
En la zona más alta del pueblo se encuentra su bien más preciado, el castillo del siglo XVI. Fue construido sobre las ruinas de una antigua alcazaba musulmana, de la que aún se conservan lienzos de muralla y la estructura del aljibe que hay bajo el patio del mismo. Otro lugar que hay que visitar es la Cueva de los Letreros. Allí se encuentra la pintura del indalo, símbolo almeriense.
3. Vélez Rubio
Es un auténtico placer pasear por las antiguas calles de Vélez Rubio, las que evocan una tipología edificatoria de los siglos XVIII y XIX. Del mismo modo, no se queda atrás en belleza su fabuloso casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural. Es precisamente en esta zona donde se encuentra la Iglesia de la Encarnación, uno de los máximos ejemplos del barroco en toda la provincia.
El municipio, con más de 6.500 habitantes, cuenta con una programación otoñal repleta de actividades como el teatro, la lectura o los paseos históricos, perfectos para descubrir su historia.
4. Lucainena de las Torres
Los atractivos turísticos de Lucainena de las Torres son múltiples. No hay que olvidar que forma parte de ‘Los pueblos más bonitos de España’ y que méritos para ello le sobran.
Este municipio, habitado por poco más de 500 personas, ofrece maravillosas opciones para todos los gustos y edades: los distintos senderos, los históricos hornos de calcinación o su lavadero público, que se restauró hace menos de un año. Pero, sin duda, si hay algo que hacer un fin de semana en Lucainena de las Torres es visitar la Vía Verde. Todo aquel que la conoce se deja conquistar por sus maravillas naturales.
5. Paterna del Río
Si la estación es el otoño y los protagonistas son los pueblos almerienses, es obligatorio visitar Paterna del Río. El municipio, que cuenta con 300 habitantes, mantiene entre sus tradiciones la Fiesta de la Castaña.
Otro plan muy atractivo para llevar a cabo en estas fechas es la ruta de la Senda del Agua, en la que podrás disfrutarás de sus grandes árboles y apreciarás cómo el bosque comienza a perder sus hojas, dando paso a los tonos amarillentos y anaranjados. Un auténtico placer para los amantes de la naturaleza.
También es imprescindible visitar la Iglesia de San Juan Evangelista de Paterna del Río, templo que un lugar destacado en la arquitectura mudéjar alpujarreña y que ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
6. Bayárcal
Es uno de los pueblos más acogedores de la provincia. Bayárcal tiene ese encanto que provoca la necesidad de visitarle cada vez que hay ocasión. Puede que influya la estampa inconfundible de sus casas edificadas en terraza, escalonadas en la ladera, con sus chimeneas y terrados de origen morisco. En este conjunto sobresale la torre mudéjar de su Iglesia Parroquial.
Situado en la Alpujarra, el municipio de color blanco no llega a los 300 habitantes, por lo que resulta ideal para todos aquellos que buscan desconectar y adentrarse en un entorno donde la mayoría de los ruidos provienen de los animales.
7. Olula de Castro
El municipio de Olula de Castro está situado en la solana de la Sierra de los Filabres y lo forman un grupo de atractivas casas blancas con tejados de pizarra y escalonadas entre olivos y almendros. Su población no llega a los 200 habitantes, pero su encanto es visitado por numerosos turistas a lo largo del año.
En este pueblo no encontrarás monumentos espectaculares, pero es fácil unirse a una partida de cartas con algunos mayores. En Olula de Castro la soledad es bella, sobre todo para quien la necesita para evadirse de la rutina. Se trata de un destino muy recomendado para pasar un fin de semana con amigos o en pareja.
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