Nos ha dejado para siempre uno de los abderitanos más apreciados por sus vecinos, Pedro Navarro Salmerón, nacido en Berja, la localidad vecina del Poniente almeriense, el 31 de diciembre de 1922. Su vida profesional ha estado estrechamente vinculada al sector conservero local, con el que estuvo relacionado durante más de medio siglo. La relación de Navarro Salmerón con la fábrica de conservas Santa Isabel comienza cuando un paisano suyo virgitano, Joaquín Vázquez Vázquez, decide comprar las instalaciones, entonces embargadas por Banesto, al inicio de los años cuarenta. La fábrica había sido fundada en 1882 para labores relacionadas con el azúcar.
La fábrica tomó un nuevo impulso, gracias al ímpetu del nuevo propietario y al acierto de echar mano de la colaboración de Pedro Navarro, que por entonces era corresponsal del Banco Hispano Americano. La fábrica mantuvo su actividad hasta el año 1997, viviendo momentos de gran esplendor por el prestigio de sus productos tanto a nivel nacional como internacional. Se produjo un paréntesis de dos meses en la producción con motivo de las inundaciones que asolaron Adra el 19 de octubre de 1973. El agua se llevó 62.000 kilos de distintos productos que estaban dispuestos para su comercialización. Las pérdidas ascendieron a 35 millones de pesetas. A pesar de ello, Santa Isabel continuó con su proceso de fabricación durante 24 años más.
En palabras del propio Pedro Navarro en 2012, “el secreto de la exquisitez de la melva canutera era su cocción lenta, y la rapidez del proceso para mantener la frescura del pescado que traían de varios puertos. Se echaba en balsas para limpiarlo con abundante agua, obtenida de pozos de agua propios. Las sardinas se cocían en vapor y la caballa y la melva en calderas de salmuera con ramas de laurel. Se calentaba con vapor para así conseguir la cocción lenta. De la melva y de la caballa se sacaban las raspas y se hacían filetes que las empacadoras colocaban en las latas muy apretadas para que no quedara aire.Luego se regaba con aceite de oliva durante varios días para que empaparan bien y fueran más suaves. Se cerraban las latas con máquinas manuales y se metían en la autoclave con vapor para detectar posibles fallos de cierre o la presencia de aire, a la vez que se esterilizaban y comprobar si había latas bufadas. Los expertos golpeaban con palitos las latas y según sonaban, sabían si estaba todo bien para exportar por ejemplo a Italia, a Madrid, Barcelona, etc.”.
Joaquín Navarro, hijo del tristemente fallecido Pedro, exalcalde del municipio, ha recordado que las últimas conservas que se envasaron tenían fecha de caducidad 1994. Alguno de aquellos lotes se ha abierto bien avanzado el siglo XXI “y estaban exquisitas”. Era tan apasionado de su trabajo, que en los 55 años de dedicación a la fábrica, nunca Pedro Navarro disfrutó de un periodo de vacaciones.
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