Cuando el sol comienza a despuntar por entre el oleaje del Mar Mediterráneo, los marineros de Garrucha lo saludan desde las cubiertas de sus barcos, con los motores rugiendo a toda máquina y casi a mitad de camino ya de su destino: los caladeros de gamba roja, el fruto más preciado de los mares del Almería, que atrapan con sus redes de arrastre y que luego termina en las mesas de media España.
Estos pequeños crustáceos, que viven a más de 1000 metros de profundidad, son lo más valioso que capturan los pescadores, pero no lo único. Tras la jornada, en las inmensas redes aparecen también kilos y kilos de basura, según afirma Gaspar Jiménez, a la sazón presidente de la Cofradía de Pescadores de Garrucha.
Limpiadores del mar
Junto a la pesca de la gamba y otros mariscos, este trabajo de “limpieza” marina (tal y como lo denomina Jiménez) podría tener los días contados. El pasado 20 de mayo el Boletín Oficial del Estado Recogía la publicación del ‘Plan de Gestión para la Conservación de los recursos pesqueros demersales en el Mar Mediterráneo’, en el que, entre otras cosas, se limitan drásticamente los días pesqueros hábiles para los pescadores de arrastre, algo que, según ha denunciado el sector, supone una sentencia de muerte para esta técnica de pesca, que por otro lado es especialmente destructiva para los fondos marinos, según diversos estudios científicos.
Sin embargo, también lo es la basura plástica, cuyos efectos nocivos para la flora y fauna marinas han sido ampliamente demostrados y que se está acumulando a velocidad de vértigo en todos los mares del planeta. “¿Si nosotros no limpiamos el mar, quién lo va a hacer?”, se pregunta Jiménez, que se queja amargamente de la nueva ordenanza, de obligado cumplimiento según la normativa europea.
Según este pescador, cuyas manos están curtidas tras años de recoger las redes que aseguran el sustento de hasta 200 familias en la provincia, junto a las gambas que tanto buscan y que se venden a precio de oro en los mercados, siguen apareciendo, en pleno 2020, residuos “de cuando salió la rambla hace siete años” y que llevan desde entonces acumulándose en los fondos oceánicos.
Lluvias torrenciales
Se refiere a las lluvias torrenciales de 2012, que dejaron en el Levante Almeriense escenas que no distaban mucho de las de aquellos países americanos que sufren periódicamente la devastación de huracanes y tifones. En Vera, no muy lejos de Garrucha, el Río Antas bajaba con tal fuerza que derribó el puente que conecta el pueblo con Puerto Rey, donde coches volcados y arrastrados a lo largo de centenares de metros y urbanizaciones enteras cubiertas de lodo hasta el techo completaban la dantesca escena.
Toneladas de plástico
Esta fue la cara visible de las riadas, pero la invisible, la de las toneladas y toneladas de basura y plásticos arrastrados por las aguas hacia el mar y depositadas en el fondo marino, solo la conocen pescadores como Gaspar, que se han convertido, de un tiempo a esta parte, en una suerte de barrenderos marinos.
“Ahora estamos limpiando nosotros todos los mares, y no solo en Garrucha, sino también en Almería, en Motril...”, explica Jiménez, un garruchero, pescador y arrastrero, que defiende unas artes que lleva practicando desde que era niño. “A nosotros, el mar es lo que más nos interesa y lo que más respetamos”, asegura el marino, haciéndose eco de la postura del sector, que defiende la sostenibilidad de esta pesca basándose en estudios propios.
No opinan lo mismo organizaciones ecologistas ni la Unión Europea, que cada vez restringe más este arte por considerar que pone en peligro la supervivencia de la biodiversidad marina.
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