El Sangre luce de negro. Muy delgado. Cabeza rapada. Zapatillas deportivas y una espalda adornada por la recargada simbología nazi de la marca supremacista European Brotherhood. Un águila y una cruz solar engarzada en el centro, presente también en el folclore del Ku Klux Klan.
El joven toma posiciones en una manifestación celebrada en la Puerta Purchena el pasado mes de octubre, que dice defender a España ante la amenaza de la ruptura en Cataluña. Junto a la bandera nacional ondean la enseña de Falange y un puñado de símbolos fascistas.
El grupo insulta a los manifestantes que, desde el otro lado del Paseo de Almería, defienden el derecho a la autodeterminación y sostienen banderas de Nación Andaluza, Izquierda Capitalista y el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE).
El Sangre está flanqueado por un grupo de jóvenes, la mayoría con la cara total o parcialmente tapada. Entre ellos sobresale un ex militar conocido con el alias de El Capitán (ni se acercó a tal graduación). Unos minutos después alardearía con sus botas altas negras y su pantalón de camuflaje de haber estado “pegando palizas” en Barcelona durante las revueltas independentistas aquellas noches.
La tensión crece en la Puerta Purchena y El Sangre toma la delantera para encararse con los agentes antidisturbios de la Policía Nacional. Critica su pasividad con aspavientos y se quita violentamente una braga. En unos segundos es apartado sin resistencia del resto de manifestantes e identificado en una zona más tranquila.
También El Capitán, que sonríe mientras un agente antidisturbios le cerca junto al escaparate de tienda de zapatos unos metros paseo abajo.
Siete meses después de esta escena, los agentes de la Comandancia de la Guardia Civil en Almería tumbaron con un ariete la puerta de la vivienda de El Sangre, acusado de liderar un grupo neonazi conocido como Antas Klan y presuntamente responsable de las patrullas racistas en Antas y Garrucha.
Liderazgo
No llega a los 30 años de edad, pero la investigación le sitúa supuestamente en el epicentro de una realidad poco conocida en Almería y destapada ahora por la Benemérita. Tiene ascendiente sobre sus compañeros y, más importante, conexiones con otros grupos ultraderechistas dentro y fuera de la provincia, como Hogar Social o España 2000.
En el registro efectuado en el marco de la Operación Malaquita, la Guardia Civil encontró en su vivienda una bandera de España con una imagen de Hitler, símbolos franquistas, pasquines racistas y carteles de otras organizaciones como el partido político griego Amanecer Dorado, conocido por su ideario xenófobo (la Guardia Civil no aprehendió ningún libro en el registro).
La investigación considera que El Sangre había ganado peso entre los jóvenes neonazis y había impulsado patrullas racistas, al modo de un Ku Klux Klan local. Tenía el respeto de sus compañeros y ejercía presuntamente un liderazgo para la captación de más militantes en una causa abiertamente racista.
Un manifiesto publicado en las paredes del municipio el pasado mes de julio anunciaba una persecución a los árabes e insinuaban represalias a los vecinos. “Queremos dejar claro también, que son tan culpables las personas que roban como quienes les alquilan sus casas”. Querían “tomar el control”.
“Se agrupan entorno a una ideología de extrema derecha creando patrullas clandestinas que, durante la noche, plagan de pasquines las calles con mensajes promoviendo el odio y la violencia hacia la comunidad islámica”, señaló la Comandancia de Almería en una nota oficial.
Agresiones
Estas vigilancias supuestamente justificadas por la criminalidad en Antas (no sostenida en ningún dato objetivo oficial) sembraban el pánico entre los vecinos. Las diligencias hablan de una paliza a un joven extranjero durante el pasado mes de octubre, el ataque a una casa con una especie de artefacto explosivo rudimentario o las amenazas a un adolescente magrebí.
El pasado mes de agosto cuatro jóvenes en un todoterreno acorralaron presuntamente al chico de 17 años en Antas y le amenazaron con darle una paliza. Le preguntaron dónde iba y qué tenía pensado hacer. “Te tenemos vigilado”.
El Juzgado de Instrucción número Cuatro de Vera, encargado de las diligencias de la Operación Malaquita (nueve detenidos), ordenó su puesta en libertad. La Guardia Civil imputa al grupo “delitos de incitación al odio y violencia contra una minoría, integración en organización criminal, asociación Ilícita y tráfico de drogas.
Los agentes seguían los pasos de El Sangre. El verano pasado fue identificado por los agentes de una patrulla y les recriminó que no hicieran nada contra los musulmanes de la zona. Se jactaba de ser el responsable de la reducción de los robos en la zona. La misma actitud que adoptó en la manifestación de octubre cuando, entre gritos, espetó a la Policía Nacional en Puerta Purchena. “Estamos vendidos y vosotros los primeros!”.
El número 88
Los nueve detenidos tenían distintos perfiles y foros en las redes sociales, aunque la mayor parte están cerrados. El acusado D. C. El Sangre utilizó su apodo y el número 88 en sus nicks. Esa cifra hace referencia a la octava letra del abecedario (H) y alusión a la expresión Heil Hitler. El número, los símbolos de la marca de ropa, la esvástica y la cruz solar están ampliamente estudiadas y perseguidas, por ejemplo, por la Comisión contra la Violencia y el Racismo en el Deporte (el presunto líder hace gala de su afición al fútbol).
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