Marta Rubí
13:58 • 27 nov. 2011
Cuando el pequeño Jesús, de ocho años, dijo a sus padres que quería estudiar violín, no imaginaban éstos que cumplir su deseo suponía pasar dos tardes a la semana en la puerta del Conservatorio de Música. El uso de otros colegios cercanos, por la falta de espacio en el centro educativo, hace que los niños tengan que cruzar la calle en la oscuridad de la noche y entrar en edificios sin vigilancia que provocan temor en sus padres. Encarna y Jesús se turnan así para llevar a su hijo desde Huércal de Almería todos los martes y jueves a las siete y esperar en el callejón una hora hasta el cambio de clase. A las ocho, acompañan al pequeño Jesús hasta el vecino Alborán. “Sólo hay que cruzar la calle pero está muy oscura y, además, el instituto no está vigilado y cualquiera puede entrar, por lo que subimos con él hasta clase y allí los recogemos a las nueve”, cuenta su padre.
Lo mismo hace Pilar con su hija Paula, también estudiante de primero de Elemental de violín. “Mi otra hija está cursando primero de danza también en el Conservatorio, pero en su caso sí que la profesora va a buscarlas y las cruza de un edificio a otro”, cuenta.
Estos casos se agravan en alumnos que incluso tienen que ir hasta el Instituto Azcona, en el extremo contrario de la calle Padre Méndez. Los padres comprenden la dificultad de adaptar los horarios y espacios para conseguir que los más pequeños no se vean obligados a cambiar de edificio para continuar las clases, “pero algo hay que hacer”, reconocen.
Ausencia de un profesor
Incluso comentan que la situación podría empeorar si ellos no se quedaran en las puertas del Conservartorio esperando, ya que temen que falte algún profesor y los niños “se queden de repente solos y sin nadie que se responsabilice de ellos”.
Ocurrió el pasado martes, cuando Jesús acompañó a su hijo Jesús hasta el aula de violín “pero la profesora se ausentó por un concierto y no se había anunciado en la web ni con un cartel en la puerta del Conservatorio”, por lo que insiste en que se ve totalmente “obligado” a pasar las tardes en el centro.
Las horas muertas, comentan los padres, las dedican a buscar aparcamiento, normalmente en el centro comercial Carrefour, “porque pagar todos los días el párking de Padre Méndez es imposible”, y caminar hasta el Conservatorio.
Lo mismo hace Pilar con su hija Paula, también estudiante de primero de Elemental de violín. “Mi otra hija está cursando primero de danza también en el Conservatorio, pero en su caso sí que la profesora va a buscarlas y las cruza de un edificio a otro”, cuenta.
Estos casos se agravan en alumnos que incluso tienen que ir hasta el Instituto Azcona, en el extremo contrario de la calle Padre Méndez. Los padres comprenden la dificultad de adaptar los horarios y espacios para conseguir que los más pequeños no se vean obligados a cambiar de edificio para continuar las clases, “pero algo hay que hacer”, reconocen.
Ausencia de un profesor
Incluso comentan que la situación podría empeorar si ellos no se quedaran en las puertas del Conservartorio esperando, ya que temen que falte algún profesor y los niños “se queden de repente solos y sin nadie que se responsabilice de ellos”.
Ocurrió el pasado martes, cuando Jesús acompañó a su hijo Jesús hasta el aula de violín “pero la profesora se ausentó por un concierto y no se había anunciado en la web ni con un cartel en la puerta del Conservatorio”, por lo que insiste en que se ve totalmente “obligado” a pasar las tardes en el centro.
Las horas muertas, comentan los padres, las dedican a buscar aparcamiento, normalmente en el centro comercial Carrefour, “porque pagar todos los días el párking de Padre Méndez es imposible”, y caminar hasta el Conservatorio.
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