“Hazle algo bonito, cuando puedas. Se lo merece. Se van los viejos. Nosotros vamos detrás”. La frase es de José Antonio Fernández Quijano y se refiere en el mensaje en el teléfono móvil, en la mañana de un soleado domingo de invierno, a la muerte de Ramón Venzal, el propietario del Restaurante ‘Sol y Playa’ de Carboneras, de los más veteranos en este municipio del Levante almeriense.
Nos deja Ramón Venzal y nos deja también la imagen de un hombre entregado a su negocio después de haberse jubilado hace ya algunos años. Siempre, en el Paseo Marítimo, sentado muy cerca de las mesas del restaurante, vigilando de cerca a sus hijos y resto de camareros para que todo funcionara como cuando él empezó en los años de la posguerra.
Ramón nunca se jubiló del todo. Murió a los 82 años de edad y hasta el último minuto estuvo pendiente del negocio, como también hicieron y hacen otros históricos de la restauración local como Antonio el Cojo de la Manuela, Frasco el Morato, Pedro Caparrós o Andrés de Mariana, en El Felipe. Son cinco instituciones carboneras y a los cinco hay que rendirles tributo. En vida o fallecidos. Pero son un claro ejemplo de cómo la empresa familiar siempre prevalece.
A Ramón pocos le conocían por el apellido. Todos le llamaban o le llamábamos ‘Ramón el del Sol y Playa’. Supo Ramón marcar diferencias con su estilo propio y con una seña de identidad también propia. Suyo es el mérito de convertir el bonito ahumado en símbolo de su local.
Con el audífono siempre conectado, Ramón Venzal no perdía detalle alguno de cuanto acontecía a su alrededor. Los miles de turistas que han pasado o comido en su restaurante le recordarán junto a la playa, rodeado de doradas y otros pescados para ser servidos casi al momento desde su particular cocina.
Cuentan en estos tiempos, en las redes sociales, que se nos va, en plena pandemia del Covid, una buena persona, siempre acompañado de su esposa, Pilar Pinilla, que a primera hora de la mañana, con los primeros rayos del sol, ya estaba junto a él al pie del cañón.
“Este año parece que está la cosa mejor”. “Simonico, cómo vas, cuánto tiempo sin verte”. Son algunas de las frases que me decía cada vez que nos cruzábamos a las puertas de su restaurante, mientras sus hijos estaban pendientes de la última comanda. Hijos como José Simón, Javier, Ángel y Ramón que aprendieron el oficio junto al progenitor.
Con la muerte de Ramón Venzal, al que gustaba dar vueltas por el pueblo con su motocicleta, se queda un poco huérfano el Paseo Marítimo de Carboneras. Nada será igual a partir de ahora. “Se van los viejos”, dice José Antonio Fernández, como si recordara también los miles de paseos que dio en esa avenida, hasta hace casi dos años, su padre, don José, acompañado de Bartolo, mientras Nona, fallecida en 2020, repasaba la lista de los moros y cristianos que desfilaban por San Antonio.
Me faltaron fuerzas en su día para escribir en su despedida algo de Nona y de mi amigo don Fernando Papis. Siempre estarán en mi memoria, como don José y ‘Ramón el del Sol y Playa’. Descansen en paz.
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