Acababa de llegar a REA. Hacía muy poco que una médico internista con la cara desencajada me había enviado allí desde la planta donde aparentemente estaba evolucionando bien
Me iba a casa, pero ya no me iba a casa. Cada vez que intentaba moverme bajaba el oxígeno en mi sangre arterial. Intentar coger un vaso de plástico se convirtió de repente en una tarea imposible. Ya no me iba a casa. La cama avanzaba con mucha seguridad rodeada de personas vestidas con sus EPIs… El ascensor de un color gris metálico me bajaba a un mundo que desconocía… Un mundo que temía… Un mundo que me salvó la vida.
Arancha llegó con el material que le acababan de proporcionar… Es una “rambo" que va buscando la arteria para luego retenerla en lo que llaman una arteria artificial que salva tiempo, dolor y vidas. Mientras notaba como salía la sangre a borbotones, escuchaba como Arancha se dirigía a sus colaboradores con mucha energía mientras me hablaba con una dulzura increíble… En ese momento supe que estaba en manos de una enfermera fuera de serie.
Mientras me cosía la arteria a la piel yo estaba viendo la fórmula para sentir el menor dolor posible. Rápidamente hice ejercicios de relajación y empecé a imaginar un mundo donde existía una habitación con ausencia de dolor. Allí fui mentalmente a parar y gracias a mi mente encajé las agujas de otra forma.
Gracias a la artería artificial que me preparó Arancha no tuve que experimentar más dolor durante mi estancia en la UCI- COVID del Hospital de Poniente en El Ejido, Almería.
La gasometría no tenía buenos indicadores y alguien desde la zona donde trabajaban los sanitarios abrió la puerta y dijo: como mañana no mejoren los resultados te vamos a tener que intubar… Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Mis pies estaban fríos, helados… Sergio me hizo tumbar en prono, totalmente boca abajo, con una almohada en el pecho, otra en los genitales y una última en los tobillos. Tenía 24 horas para cambiar el rumbo de mi vida.
El calor del oxígeno de alto flujo entraba por mi nariz. En boca cerrada no entran moscas. Mi primo José me ayudó en esos primeros momentos… Tranquilo… relaja… pon la mente en blanco y piensa en cosas bonitas y agradables… Ese fue el principio de cómo supe torear a mi destino.
Las gotitas de oxígeno llegaban a mis pulmones y lograban calentarlos y reactivarlos… No hacía mucho que un “no invitado" había bloqueado todos sus alveolos. Por fin volvía a sentir calor en mi cuerpo.
Mis células son luchadoras. Pero no son unas luchadoras cualquiera. Son las princesas de mi casa. Princesas guerreras. Mis princesas están contentas. Yo las quiero mucho y ellas me quieren a mi. Son parte integral de mi casa… y mi casa está abierta a todo el mundo. Es la casa de la felicidad y la alegría… Hasta el “no invitado” puede quedarse. No quiero confrontación. Mis princesitas, como si de virtuosas geishas se tratara, han acompañado al “no invitado" y lo han sentado en una mesa apartada, muy apartada. Ellas saben distraerlo con sus encantos y le están ofreciendo todo lo que pide con la única condición de que no rompa mi casa. En ese momento empecé a sentir calor en mis pies.
El pecho me dolía pero estaba en la habitación donde no existía el dolor. Había cerrado la puerta al entrar y me había relajado. De repente, mis pulmones comenzaron a moverse y a confundirse con las alas de un águila real. El águila salió de mi pecho y aleteando me miró. Le dije que me llevara a su lugar favorito. Entonces sentí mis pulmones expandirse y aletear en sincronía con el águila. Sentí como levitaba colocándome encima de su plumaje. Cada vez que movía sus alas se movían mis pulmones.
Ahora estaba por la Contraviesa volando hacia las cumbres de Sierra Nevada. Las imágenes eran muy bellas. Estaba volando con la fuerza del águila por encima de los picos Mulhacén y Veleta, viendo los pueblos de la garganta del Poqueira (Capileira, Bubión, Pampaneira) desde aquellos picos nevados y divisando Granada y su Alhambra al otro lado. Todavía tuve tiempo de visitar mi café favorito en París (Café Montmartre) y pedirme un café con una quiche de puerros… Una maravilla. Me estaba curando.
Tuve la sensación de estar en el famoso túnel con la luz blanca al fondo, muy al fondo. Un túnel cuyas paredes no eran inertes sino que estaban vivas, como si se tratara del interior de un gusano. Estuve recibiendo imágenes muy bonitas de mi pasado… Todo era bonito y bello. Seguramente las medicinas y el oxigeno de alto flujo tuvieron algo que ver en esta experiencia.
La gasometría dio unos buenos datos. Mis paseos por los campos de trigo habían dado serenidad y un éxito inesperado a mi cuerpo, que se escapaba de aquel destino incierto.
En boca cerrada no entran moscas. Si no hubiera muerto de Covid hubiera muerto de un infarto o de algo peor… Pero sigo vivo. He sentido mucho apoyo y cariño a mi alrededor. Una energía muy bonita. Sergio es de Torrelodones (Madrid). Es una persona muy peculiar y estricta en el trabajo… En seguida conectamos. Gracias a él estoy escribiendo ahora estas breves líneas. Me puso en prono (boca abajo) durante 24 horas… No hay dolor. Estoy vivo.
No puedo olvidarme de Mohamed, que me lavó, afeitó y perfumó con un cariño excepcional.
Y tampoco puedo olvidarme de mis compañeros de UCI… Adela Heredia Moreno. He preguntado por ella y dicen que se está recuperando. También un chico marroquí con el que desarrollé mis habilidades de mímica… Y Antonio, un octogenario que no aguantó la batalla y ya no está con nosotros.
Estoy inmensamente agradecido a todas las personas que trabajan en el Hospital de Poniente de El Ejido (Almería). Desde el guarda de seguridad que me abrió la puerta de urgencias Covid-19 hasta los médicos que me han visto, pasando por todos los enfermeros, celadores, auxiliares, personal de limpieza subcontratado… TODOS… Son la caña de España… Trabajan a destajo, con generosidad, amabilidad, ganando unos salarios raquíticos e injustos para la labor que realizan en estos tiempos de pandemia. Mi agradecimiento a todos ellos.
Estoy vivo. Estoy jodido pero contento. Me estoy recuperando muy bien. Sé que tengo que tener paciencia pero cada día voy dando pequeños saltos al vacío… Y voy saltando sin miedo. Desde que subí de la UCI veo solo el lado positivo de las cosas y las personas. Sé que tengo una segunda oportunidad para hacer las cosas mejor. Sé lo que tengo que hacer. Este bicho cabrón a mi me ha convertido en una mejor persona. Mi prioridad número uno es adelgazar sí o sí… He vuelto a nacer. Llevaba años destruyendo mi cuerpo con una enfermedad llamada “obesidad mórbida" y estaba muy disperso y dejado… Ver a la muerte de cerca me ha cambiado… Ya no soy el mismo. Soy una nueva persona. Un superviviente.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/210935/historia-de-un-superviviente-francisco-jose-perez-zamarron