Nunca llueve a gusto de todos. Y menos si lo que está por caer del cielo próximamente no es esa agua de la que tanta sed tiene esta tierra sino torres eléctricas de 80 metros de altura.
No es que dejen de ser necesarias. La provincia de Almería -prácticamente en su conjunto- viene denunciando desde hace lustros la pobreza energética que sufre de forma histórica y que no hace más que agudizar nuestro complejo de esquina. El conocido como ‘desierto’ eléctrico.
A la necesidad de contar con la infraestructura necesaria para dar salida a la energía generada, por ejemplo, por los futuros parques eólicos proyectados, se le une ahora una urgencia que tiene en vilo a sectores como el turístico, el hortofrutícola o prácticamente cualquier otro que se le ocurra: la llegada de la Alta Velocidad y del Corredor Mediterráneo. Un medio de transporte imprescindible para reducir la huella de carbono (la contaminación, vamos) que produce el sistema actual de desplazamiento por carretera de las toneladas de productos que nacen en nuestros campos o que salen de las entrañas de nuestras sierras, como es el caso de la piedra natural de Macael.
Y es aquí cuando llega el colmo de la paradoja. Porque para que esto sea posible, es imprescindible la construcción de una línea de alta tensión entre Baza y la localidad de Antas que da continuidad a la conocida como Caparacena (Granada)-La Ribina (Almería). Ante este proyecto, en los últimos días vecinos del Valle del Almanzora han puesto el grito en el cielo por la futura instalación de esos gigantes y, cual don Quijote contra los molinos, han comenzado a organizarse para intentar derribar esas torres antes incluso de su instalación en términos municipales como el de Chirivel, Albox, Huércal-Overa, Antas o Taberno.
Razonamientos
Uno de los principales argumentos es el del impacto visual (contaminación estética) que produciría en entornos naturales como el del Santuario del Saliente, pese a que según el proyecto de Red Eléctrica Española (REE) la torre más cercana al monumental edificio se situaría a varios kilómetros de éste y nunca frente a él. Es decir, que no impediría su visibilidad. Algo que no resta importancia a la queja, que además es apropiada. Estar alerta ante una incursión en cualquier entorno natural de la provincia nunca puede estar de más.
No es menos cierto que muchos de los que comienzan a organizarse para intentar tumbar el proyecto tal y como está contemplado son propietarios de cortijos o fincas por las que está previsto que pase el tendido.
Replican así la movilización que tuvo (y tiene) lugar en la vecina comarca de Baza para enfrentarse a este mismo proyecto. Con ciertas salvedades, eso sí. En el caso granadino, los vecinos movilizados denuncian que el proyecto hace peligrar el futuro del Geoparque del Cuaternario, reconocido por la UNESCO y de alto valor geológico y paisajístico.
En el caso almeriense parece que no hay a lo que agarrarse judicialmente más allá de alguna falta administrativa, el impacto paisajístico o los perjuicios personales que cada afectado considere que se pueden producir en su propiedad. Según los planos, no hay zonas protegidas, parques naturales o núcleos urbanos de población por los que transite la línea.
Prisa por el AVE
Todo esto en la misma semana en la que el presidente de la Cámara de Comercio de Almería, Jerónimo Parra, daba un puñetazo en la mesa por la falta de inversión y los retrasos crónicos que padece la provincia con respecto a la llegada de la Alta Velocidad. La eterna disyuntiva entre el progreso tecnológico y la conservación del medio, pero con matices. ¿Se habría producido la misma reacción si en lugar de torres eléctricas fuesen aerogeneradores (cuyo impacto medioambiental es cuanto menos similar) como los que se han instalado en numerosos pueblos de la provincia prácticamente sin queja alguna de los propietarios de los terrenos?
Por cierto, que por si se dieran pocas paradojas, el presidente de la Cámara de Comercio es natural de Antas, el municipio en el que se levantará la Subestación a la que conducirá la mencionada línea. El debate acaba de comenzar y es necesario, pero debe enfrentarse sin alarmismos excesivos y sin un chovinismo de barrio que en no pocas ocasiones ha logrado que la provincia siga siendo la eterna esquina geográfica y el rincón industrial de la piel de toro.
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