Conversaciones indistintas sobre el monte, el hongo, o la cotidiana rutina que motiva al hastiado urbanita a encontrar en los espacios abiertos alivio y reposo, podían escucharse en los grupúsculos de recolectores de setas que progresivamente iban llenando la explanada convenida como punto de encuentro por los organizadores de las XVI Jornadas Micológicas Abulenses.
Mientras los autocares fletados ascendían por un entramado de interminables curvas no aptas para débiles de estómago en dirección a el Área Recreativa de El Serbal, los más veteranos miraban la montaña sabedores que el retraso de las lluvias y la inevitable llegada del frío deja tras de sí una temporada muy corta para la recogida de las setas, ya que las heladas son el enemigo público del hongo número 1, pues cortan el crecimiento del micelio.
No obstante, la ilusión y el ánimo del medio centenar de participantes no se dejó vencer por los contratiempos climatológicos. Puedo decir de buena fe, porque recorrí el monte con ellos y me amagué como el que más, al encontrar un níscalo en el suelo, que el más pequeño de los hongos localizados, ya sea por azar o por experiencia de años, dibujaba una sonrisa de satisfacción en los rostros del personal.
El sol iluminaba un paisaje otoñal pintado de verdes, ocres y rojos en el pinar de El Serbal, todo un espectáculo para la vista, cuya única nota negativa, por poner una queja sobre la mesa, fue el viento frío que invitaba más a arrimarse a un brasero que a caminar por el monte.
Al silbatazo de atención de Juan Alejandro Navarro Luque, presidente de la Asociación Micológica ‘Micovélez’ y guía por los senderos y caminos de El Serbal, los recolectores de hongos levantaban momentáneamente sus ojos del suelo para situar rápidamente sobre vasto escenario natural a sus compañeros. Una vez seguros que todo está correcto y que nadie se ha extraviado, las cervices volvían inclinarse y las miradas a escudriñar, pinos, piñas y rincones.
“El hongo sale en cualquier sitio y en estas sierras podríamos encontrar alrededor de 200 especies distintas”, comentaba Juan Alejandro Navarro al tiempo que señalaba que la mayor presión recolectora de este año se ha focalizado en la parte de Filabres.
Respecto a las especies más comunes que pueden encontrarse en la zona de El Serbal (que se replantaría durante los años 70), proseguía el guía, son setas ligadas a bosques jóvenes como el níscalo (Lactararius Deliciosus), la seta de pie azul (Lepista Nuda) o la pata de perdiz (Chroogomphus Rutilis).
Su manera de moverse sobre el terreno y su olfato instintivo para localizar hongos, dice a cualquiera que Navarro hace tiempo que cumplió con el cupo exigido de ‘horas de vuelo’ paseando por el campo con una cesta al costado.
Para el veterano micólogo, si hay algo que es relevante para las jornadas micológicas, es el poso de concienciación medioambiental que queda en las mentes de los más pequeños. “Que un niño o niña recomponga el suelo que han removido sus mayores a la hora de buscar setas, y les indique que el impacto humano sobre el terreno debe de ser nulo, es el mejor logro para este tipo de concentraciones”.
La expedición seguía ascendiendo hacia el Aula de Naturaleza Paredes, aun bañada por el sol, en busca de la última oportunidad de agrandar la cantidad de setas depositadas en sus cestas. Durante la marcha, algunos participantes mantenían conversaciones muy animadas donde el tema principal de su dialogo dejaba atrás el monte y se centraba en sus cocinas particulares, compartiendo con la compañía cual es la mejor receta para cocinar las especies de hongos recogidas.
Los más experimentados por su parte, realizaban mediciones del tamaño de los hongos, comparándolos con la longitud de las hojas de sus navajas, e informaban al resto del grupo que es aconsejable fotografiar toda especie que no se conozca y mostrar la fotografía a alguien versado en micología antes de recolectarla, y mucho menos ingerirla sin tener la certeza de ser una especie inofensiva.
Pues la experiencia nos dice que todas las setas son comestibles, pero algunas solo una vez. Así que es mejor saciar la necesidad de conocimiento, antes que la del apetito.
Último silbatazo de la mañana y los recolectores, ordenados y en fila india atravesaban los senderos para volver al área recreativa para reponer fuerzas al calor de la lumbre. Mientras, las setas se depositaban en una mesa para su inspección y catalogación, al mismo tiempo que los participantes esperaban el premio de la jornada, un arroz con conejo y níscalos que les dará la energía vital para el acto de clausura de las XVI Jornadas Micológicas Abulenses.
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