Ya ha cerrado sus puertas Panadería Mañas, un histórico negocio de Sorbas que ha sido durante más de medio siglo todo un referente en el pueblo y en la comarca, por la calidad de sus productos artesanos, de su mimado pan y dulces caseros que a lo largo de 54 años de vida han formado parte del día a día de los sorbeños.
“No me esperaba ver la calle tan llena en nuestro último día. Muchas personas se llevaron incluso pan para varios días, fieles a nuestra panadería. Estoy muy orgulloso, porque ese cariño que hemos recibido hasta el final de los clientes de toda la vida quiere decir que hemos hecho las cosas bien”, comenta Adolfo Sánchez Mañas, último dueño de esta tienda que ha tenido hasta fama internacional gracias a sus bollos de chocolate, pan de aceite, tortas de chicharrones y roscos varios.
Pedro Sánchez y María Mañas, padres de Adolfo, montaron esta panadería en 1968 gracias a los ahorros que pudo hacer Pedro en su etapa laboral en Alemania, siendo asesorado además por un viejo del pueblo que tenía un horno de leña antiguo. Los fundadores tuvieron tres y hijos y una hija que, de una u otra forma, se dedicaron a este negocio familiar cuyo testigo ya no recogerá la que hubiese sido la tercera generación de panaderos de los Mañas, que también regentarían el conocido bar El Chacho, a las afueras del pueblo.
Sacrificio
"Ha sido mucho sacrificio, yo no he tenido vacaciones desde que empecé a trabajar con 14 años. Ahora han cambiado mucho las cosas para las nuevas generaciones. Aunque me duela cerrar, mi hijo por ejemplo es un artista de la pastelería, pero prefiero que esté donde está", asegura cuando habla de sus hijos Pedro y María, herederos de un trono panadero que se queda vacío al encontrarse ambos en Zaragoza. Él es profesor de biología y ella maestra.
"Hemos vivido cuatro familias de esta panadería, trabajando mucho. De noche los hombres y por el día las mujeres. Estábamos desde las 22:00 hasta las 7:00 horas y después empezábamos a repartir. He estado 43 años llevando pan a Turrillas y a Lucainena de las Torres, incluso cuando estaba todo nevado", recuerda sobre la dura labor del panadero que ha ejercido con orgullo, como bien saben en la Calle de Tomás Valera, en el corazón de un casco antiguo de Sorbas que se queda huérfano de ese inconfundible olor del pan de primera hora de la mañana que salía desde el negocio de los Mañas Fernández, donde Luisa, su mujer, despachaba los productos recién hechos, siendo también empleado José Miguel Ramos.
Trato familiar
Si familiar es la gestión de la panadería, no menos lo ha sido el trato que se le ha dado a cada uno de los clientes. "Si alguien venía y no había pan, a la hora que fuese, lo hacíamos expresamente. Eso no pasa en todas las panaderías", admite Sánchez, que guardará siempre en su memoria, con gran cariño, las miles de anécdotas vividas durante su trayectoria laboral. Tampoco olvidarán a su panadería de referencia en Sorbas, municipio cuyo centro urbano pierde otro comercio histórico.
Las fiestas de agosto, con ese aroma a bollería llegando a la plaza de madrugada, provocando un irremediable desfile de vecinos hacia las puertas de la Panadería Mañas para vencer al antojo, no serán lo mismo a partir de ahora. "No me hago a la idea de no abrir más, me costara mucho adaptarme a mi nueva vida", confiesa.
Disfrutar de la jubilación
"Me hice un pequeño cortijo. Me dedicaré a las gallinas, los conejos e iré a ver a mis hijos", asegura Adolfo, que quiere disfrutar con buena salud de una jubilación en la que seguirá haciendo pan en un horno de los antiguos que quiere construirse para ‘quitarse el mono’ y hacer de vez en cuando alguna de la veintena de recetas artesanales que ahora se perderán los paladares de las nuevas generaciones.
La despoblación
El de los Mañas no ha sido el único negocio que ha cerrado en Sorbas en los últimos tiempos. "Han cerrado dos o tres en poco tiempo y muchas casas están sin gente, se nota la despoblación", valora Adolfo, que no entiende "por qué incentivan más que los mayores trabajemos más años antes que ayudar a los jóvenes para poder emprender". Tiene claro que "la calidad de vida en un pueblo no la cambio por nada” y manda un mensaje a las administraciones: "Si no pusieran tantas trabas a veces, la gente no se iba de estas zonas rurales que ahora cuentan con todo tipo de servicios".
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