Fue el 27 de marzo de 2000, cuando la Iglesia fortaleza, de Nuestra
Señora de la Encarnación de Vera fue proclamada Bien de Interés
Cultural en la categoría de Monumento por la Junta de Andalucía.
Con esta declaración no solo se protegía el edificio sino también
al Retablo Mayor, de autor
desconocido y estilo barroco, que data de la segunda mitad del siglo
XVIII. Los elementos que integran esta obra religiosa son la Virgen
con el Niño y el Relieve de la Anunciación. Ambas tallas de madera
policromada, de autor anónimo y del mismo estilo y época que el
retablo.
Por otro lado, otro de los elementos más característicos del templo
religioso es la maquinaria del reloj, que data del siglo XIX, fabricada en hierro
forjado, ubicada en el cuerpo de la torre y cuyos autores fueron
Gregorio García y S. Abials. También se protegió algunos espacios públicos de calles anexas al edificio religioso que afecta a un tramo de la calle Mayor Mayor; a una parte de la calle
Villar; y otro de Juan de Anglada.
La Iglesia fortaleza de Vera fue construida entre 1521 y 1524 por
alarifes moriscos, y formaba parte del plan ideado para la
reconstrucción de la ciudad después de que el terremoto de 1518
devastara la antigua ciudad de Bayra.
El Emperador Carlos I, tras este acontecimiento, pidió que se
informase sobre la conveniencia de reedificar la ciudad y la
fortaleza de Vera. Dicho informe consideraba muy conveniente y
necesario por la defensa de la tierra la construcción de una ciudad
de nueva planta, con muralla, torreones y en el centro un templo
parroquial, de planta rectangular y traza de fortaleza, con sendas
torres en las esquinas.
El templo, por tanto, responde al planteamiento de iglesia
fortaleza que ayude a la defensa de la población, tan cercana al mar
y que tan continuamente se verá abatida por el ataque de piratas.
El aspecto de fortaleza es muy acusado; presenta al exterior toda
la imagen de un castillo fuertemente defendido, con sus torreones en
los ángulos, y sus muros altos y macizos. Los huecos serán
verdaderas saeteras, y la decoración extraordinariamente sobria,
careciendo de portadas o cualquier otro elemento que pudiera hacer el
templo más vulnerable.
Fue
el arquitecto ‘Francisco de Castilla’ (conocido como
Francisco Capilla en muchos documentos oficiales, debido a una mala transcripción de su nombre por la mala ortografía del documento original, así lo ha datado el historiador Juan Grima)
quien se encargó de dirigir la construcción de un templo
parroquial, de planta rectangular y traza de fortaleza, con sendas
torres en las esquinas.
Y así se construyó un templo que mezcla elementos góticos y mudéjares, de una sola nave, con muros de gran grosor, prácticamente ciegos en los que destacan unos pequeños huecos situados "a considerable altura y son verdaderas saeteras con carácter defensivo".
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