Adra

Mari, la de ‘El Horno’ de Adra, deja el mostrador

Siempre ha sido un ejemplo del buen trato que ofrecen las tiendecillas de barrio

María Rodríguez Salmerón.
María Rodríguez Salmerón.
Pepe Cazorla
12:16 • 05 may. 2022

Las tiendas de barrio aportan familiaridad en el servicio y una relación más humana y personal. Además son fuente de riqueza ya que, al contar con un número elevado de pequeños empresarios, estos contribuyen al desarrollo de los barrios y crean un importante número de puestos de trabajo.



Es el caso de una de nuestras protagonistas. En Adra, en una de esas pequeñas "tiendecillas", veíamos cada mañana temprano a Mari. Siempre atendiendo con cariño y por el servicio a los demás. Hace poco, lamentablemente tuvo que pasar por quirófano por los achaques en sus piernas y deberá tomar reposo. Será larga la convalecencia. Por ello, María Rodríguez Salmerón, no volverá a ponerse detrás del mostrador, pero fue una fuente de información fiable y una buena ayuda a la hora de tomar decisiones de compra.



En este tiempo al frente de "El Horno'', siente que ha atendido bien a todo el mundo, dando alegría a la clientela. La creo, aquí se veían guapas las mujeres que venían deprimidas. Otro apunte clave para entender que un establecimiento haya capeado la gran crisis Covid, es que siempre Mari, estuvo enamorada de su trabajo. Saludarte por tu nombre, conocer tus preferencias, recordar lo que compraste la última vez, son valores que cada vez apreciamos más. La cercanía es un valor incalculable.



Por otro lado, la dependienta abderitana hacía sentirse al cliente especial, ganándose la amistad de los que siempre iban y atraían a nuevos. Su delicadeza en dedicar unos minutos al cliente hablándole de las maravillas de sus productos, y hacerlo con franqueza, deja huella en este rinconcito del Paseo de los Tristes. Gracias a ese trato cercano ha contado con una clientela muy fiel que le hizo mantenerse vivos a todos. Esto unido a que Adra tampoco es una ciudad excesivamente grande, hace que surja incluso, una peculiar familiaridad entre tenderos y clientes.



Mari, con su simpatía y sonrisa eterna llevó las riendas de este comercio de proximidad que tienen en lo cotidiano un enorme poder dinamizador en la vida social y de la economía en los entornos donde se ubican. Desgraciadamente, en los últimos años, muchas han tenido que echar el cierre. Donde hay comercio local hay vida. En efecto, las calles llenas de pequeños comercios de todos tipo crean vida y movimiento.



Vaya mi homenaje particular a esas pequeñas "tiendecillas' desde aquí. Mi reconocimiento también a Mari, que la echaremos de menos y que solo es un ejemplo de ese tronco robusto en el cuál se encuentra diversificadas las ramas de ese comercio tradicional o pequeño, que cuenta a su favor con la calidad, tanto en el trato como en los productos, la cercanía hacia el cliente, tanto física como en la profesionalidad, ya que nadie conoce sus productos como el pequeño comerciante. Mis felicitaciones. 





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