Jauro, una pequeña pedanía de Antas, ha celebra sus fiestas patronales en honor a San Isidro Labrador. Labradores han sido sus hijos hasta que la emigración hizo mella en este rincón agreste antuso donde ahora siguen viviendo, anclados al tiempo de sus antepasados unos 80 huertanos, algunos de ellos dedicados aún al cultivo de frutas y verduras para el autoconsumo. Este año el pregón de la feria ha sido leido por José Guerrero Castaño, uno de los hijos de la familia de Los Molineros, según relata Isabel María Simón Castaño. Un pregonero emigrante, pero siempre con el sueño de volver a su tierra por San Isidro; emigrante en Barcelona pero con arraigo en Jauro donde conserva vivienda familiar. Hubo un tiempo en el que las fiestas de Jauro tenían nombradía en todo ese valle de Antas y llegaban habitantes de los Matreros y de Aljáriz diseminados por las orillas del río.
Habló Diego, el pregonero, con voz alta, junto a un decorado de su pueblo, de los preparativos de las fiestas, que comenzaba con el encalado de las fachadas de los cortijos; de las tiras de los papeles que eran cortadas por las mujeres y enganchados con pasta de harina de trigo a los cordones hechos de esparto, sobre todo por los pastores durante sus horas de pastoreo, después los cordones fueron sustituidos por hilo bramante; habló de La asignación y bordado de las cintas, de las mozas que intentaba guardar en secreto los colores de las cintas escogidos por las cinteras; de los gastos de la Fiesta se cubrían con las aportaciones económicas voluntarias, recogidas por los mayordomos, pasando por los cortijos, desde los Matreros hasta Aljáriz; de los billetes enganchados al santo durante la procesión; de los músicos que venían con sus instrumentos a cuestas caminando desde Bédar, Los Gallardos, Vera o Cuevas. Se montaba un bar con tapas y bebidas, uno o dos puestos de dulces, turrón y juguetes y otro con chambi y granizados.
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