La Cueva de la Gitana respira perdida en un paraje entre árboles, collados y barrancos al sur del camping de Sierra María, en una Almería verde alejada del ocre del desierto. “La entrada a la cueva está a un kilómetro del refugio forestal de los Alamicos, donde la gente puede llegar en vehículo. Hasta arriba hay que subir por un sendero a pie”, explica el teniente José Manuel Bermúdez, jefe del puesto de la Guardia Civil en Huércal-Overa.
Un panel en la boca anuncia el acceso a una galería de 500 metros de “desarrollo horizontal”, con caídas muy suaves hasta completar unos 85 metros de hondura, en el corazón del cerro. Una belleza natural explorada por primera vez a mediados de los años 50 y, al mismo tiempo, un reto para los aficionados a la espeleología.
Allí, en la profundidad de la sima, quedó atrapada el mediodía del pasado sábado Ana, una aventurera de 60 años de edad, con un brazo fracturado, una lesión en la parte lateral del cráneo y la tensión de hallarse inmovilizada en una cárcel oscura de rocas.
La mujer se había sumergido en la gruta con un grupo de diez espeleólogos de la zona, perfectos conocedores del entorno velezano. “La cueva no tiene grandes caídas verticales, pero parece que en algún momento la víctima tuvo que bajar un tramo. Llevaba buen calzado, pero resbaló con la humedad y se rompió la muñeca. En la caída se golpeó en la cabeza y empezó a sangrar por un oído”, explica el capitán Rubén Sánchez, jefe del Grupos de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) en Granada y director del todo dispositivo de rescate.
El accidente encendió las alarmas. Parte del grupo salió a la superficie para pedir ayuda rápidamente. Existía un riesgo real para la vida de Ana. “Yo estaba en Granada y las informaciones que me transmitían eran preocupantes. Estaban los bomberos de Turre, pero había dudas sobre si era suficiente”, recuerda el teniente Bermúdez, que se sumó poco después al dispositivo. “Hubo un momento en que hubo que bajarle medicación. Estaba aturdida, con policontusiones y lesiones en el cráneo”.
La herida estaba a unos 60 metros de profundidad y a más de 300 de la boca de salida. “Tardamos unos 20 minutos para llegar a su posición”, detalla el capitán Rubén Sánchez. “No es una cueva con grandes caídas técnicamente no se necesita rapelar, pero se caracteriza por cambios de dirección, grietas estrechas. Es una galería sinuosa y enrevesada”.
La operación de rescate se prolongó durante 18 horas. “Tuvimos que hacer cuatro voladuras controladas porque había pasos donde no cabía una persona. Eran zonas muy estrechas donde si metes una pierna mal ya no puedes seguir”, continúa el capitán del GREIM.
Explosivos
Solo la camilla medía 1,90 metros. Se necesitaba un trabajo muy fino para sacar con vida a Ana y no poner en riesgo a quienes participaban en la operación de auxilio. “En cada microvoladura había que sacar a la gente de la galería. Solo quedaban tres personas con ella”, añade el capitán.
“Usar explosivos es ya, de por sí, grave. Además, no había mucha distancia hasta la zona de la boca, había gases y miedo a desprendimientos”, subraya el teniente Bermúdez. “Se veían salir murciélagos tras las explosiones y gases. Pensamos que había chimeneas arriba”.
La extracción de Ana comenzó sobre las 3.30 horas de la madrugada y terminó a las 5.30 del domingo. Los especialistas se repartieron en tramos y hacían pasar la camilla por la Cueva de la Gitana, de mano en mano, iluminados por lámparas frontales. “A veces había que pasar la camilla por encima de la espalda para hacerla deslizar”, afirma el capitán.
"Cinco personas cogidos la camilla y la bajamos por el sendero hasta la zona del refugio. Estaba aturdida, la habían sedado. Me decía que se iba a caer y yo trataba de calmarla. Le pregunté si me reconocía y me dijo que 'menos mal que estaba la Guardia Civil' ", rememora el teniente José Manuel Bermúdez.
Durante las 18 horas de la operación hubo 58 personas implicadas. De ellas, 33 llegaron a estar a la vez dentro de la galería para escribir el final feliz de la historia de un rescate en la Sierra de María, dentro de un parque natural protegido. El dispositivo estuvo compuesto por 20 componentes del GREIM llegados desde Granada, Málaga, Valencia, Madrid, Segovia Baleares, un equipo TEDAX, el Servicio Aéreo de Madrid y Málaga, varias patrullas de Seguridad Ciudadana, cuatro socorristas de Espeleosocorro Andaluz, tres de Espeleosocorro de Murcia, un médico y un enfermero de Espeleosocorro Andaluz Bomberos del Levante, Servicios de Emergencias 112 y Protección Civil de Diputación de Almería. También colaboraron el SAS y el propio Ayuntamiento de María. "Nos pusimos en contacto con un equipo de socorristas de Espeleosocorro Andaluz, pero estaban en Cádiz en una cueva", recuerda el capitán Rubén Sánchez. "Se movilizaron rápidamente y salieron hacia Almería. Un helicóptero los recogió en Málaga y los llevó hasta la zona de la cueva".
“El principal error es sobreestimar nuestras posibilidades”
Los expertos en espeleología recomiendan senderistas, visitantes ocasionales y aficionados en general tener máxima prudencia a la hora de penetrar en cuevas, minas y otros espacios similares. El riesgo es elevado cuando se desconoce una galería o se utiliza materiales inadecuados. "En nuestros estudios vemos que el principal error en estos casos es una sobreestimación de nuestras posibilidades. Muchas veces la gente no sabe renunciar a tiempo. La mala suerte solo es un 1 por ciento de los casos".
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