Palomares no entra en la agenda del dueño del mundo

Palomares no interesa a nadie. Su limpieza, digo. A lo sumo, se pueden contar con los dedos de una mano: a Pepe Herrera, a Antonia Flores, a José Ignacio Domínguez y antes, a la duquesa de Medina Sidonia, pero ésta ya no cuenta porque se murió; Palomares no interesa a nadie -su limpieza digo- ni a los que allí viven. Ni a los veratenses, que tienen en su suelo parte de esa tierra contaminada desde hace más de medio siglo, ni a los cuevanos, ni a los garrucheros, ni a los villariqueros. A nadie. Palomares -su limpieza- no le interesa a nadie.

Es el único sitio del mundo -de todo el mundo digo- donde hay medio kilo de plutonio enterrado altamente contaminante. No hay que ser ingeniero nuclear para darse cuenta de ese riesgo latente ante cualquier movimiento de tierras. No es el IPC, pero algo debería importar. Sobre todo porque sigue ahí, amenazando con disfrazarse de americio, aunque se mire para otro lado, desde 1966. Está en el subsuelo de Almagrera, en el centro de la población, junto al cementerio. Y parece que  no hay horizonte para sanear el problema, para que se lleven esa tierra contaminada por la fisura de bombas nucleares. Los que saben pero no pueden -Ciemat- dicen que hay que limpiar; los que no saben y pueden - gobiernos- no lo hacen. 

Si a los habitantes de la zona, si  a ningún Gobierno de España, les duele (les ha dolido) Palomares, cómo iba a dolerle en su viaje a Madrid a Joe Biden, un casi octogenario que se ve ágil y que ha comido bien - merluza menier- en el Palacio Real. Pero quién le iba a toser hablándole de Palomares, cuando se podía hablar de ampliar con dos destructores y mil marinos más la base de Rota; quién le iba a hablar de Palomares -un golondrino en el sobaco USA- al dueño del mundo.