María Medina
21:51 • 10 mar. 2012
Comer fuera de casa, ir al cine, mantener conexión a Internet, hacerse la manicura o ir a la peluquería con frecuencia se han convertido hoy en capricho para muchos almerienses. Todavía hay, no obstante, algunos recursos que se pueden explotar para no perderse estos “lujos”, incluso a pesar de la crisis.
Hay que darle la vuelta a la situación y “aprovechar que unos quieren aprender para obtener un servicio que ahora uno no siempre puede pagar”. Así lo asegura Sara Pérez, de 37 años. Acumula dos en el paro y esta semana pasada tenía dos entrevistas de trabajo. “Algo impensable hace unos meses”. Decidió recurrir a la escuela de peluquería para “ir presentable”. Y todo sin apenas gastarse 6 euros.
“Modelos, no clientes”
No es la primera vez que acude a una escuela para hacer “de modelo”. El martes lo hacía acompañada de una amiga que sí era “primeriza”. También desempleada, esta administrativa de 35 años quería “comprobar” por sí misma que era posible teñirse el pelo y maquillarse “sin dejarse mucho dinero”.
Diego Pérez Cano dirige una escuela de peluquería en Camino de Ronda y recalca que el centro trata a quienes llegan para arreglarse el pelo como “modelos”. “Tienen que saber, y así lo pone en carteles bien grandes, que quienes les atienden no son profesionales y sí alumnos”. Esto quiere decir que no se puede elegir a quien le va a peinar a uno. Tampoco se puede exigir tiempo. “Son estudiantes y no siempre hacen un corte con la habilidad y facilidad que un profesional”, insiste.
No obstante, Pérez Cano dice en que sí que se trata al modelo como a un cliente. “Los alumnos tienen que aprender, así que se les enseña cómo abordar a un futuro cliente”.
Las escuelas necesitan de modelos y los precios que ofrecen son el principal gancho, dado que se corresponden al gasto de productos, luz y agua. “Aún así, con la crisis no ha aumentado de forma considerable el número de personas que llegan a la escuela para arreglarse”, dice.
Lo que sí ha cambiado es el perfil de quien solicita estos servicios. Si hace unos años eran jóvenes y estudiantes quienes se acercaban, quizá por proximidad, a estas escuelas, hoy son mujeres de mediana edad, las que también optan por esta propuesta.
Diego Pérez Martínez dirige una escuela de estética en la capital que por tres euros y diez céntimos ofrece la manicura y por diez, un maquillaje. Con estos precios, sí han notado un mayor número de usuarios. “Eso sí, son más personas, pero se hacen menos arreglos”, dice.
Y una vez guapos, los almerienses podemos incluso permitirnos comer fuera de casa por un precio al alcance de casi todos los bolsillos. El comedor universitario es uno de los más económicos de la capital. La cooperativa de mujeres Unión Almeriense Logística se encarga de dar de comer a cerca de 400 personas cada día. Lo hacen en el campus de la UAL y, por cinco euros, ofrecen dos entrantes y dos segundos para elegir. “El precio incluye pan, ensalada y bebida”, apunta María Dolores Triviño.
Tanto ella como María Padilla Roque, otra de las responsables del comedor universitario han observado cómo la crisis ha atraído hasta el comedor, no sólo a estudiantes, sino también a pensionistas. “Pueden escoger menú y además el precio les incluye la bebida. Mejor que en muchos hogares de jubilados”, insisten. De todos modos, aseguran que también este comedor se ve afectado por la crisis. “Muchos estudiantes prefieren no comer fuera de casa”.
Con mantel y camarero
Pero si de lo que se trata es de darse un lujo y comer un menú a la carta servido con todas las atenciones, la escuela de hostelería de Almería, ubicada en la finca de Santa Isabel, es una buena opción. José Torrente reconoce que el menú por el que hoy optan la mayoría de quienes acuden al centro es el de 10 euros, cuando antes pedían los menús de 20 o 25 euros.
Eso sí, la escuela, que hace desde el pan a la bollería y que ofrece no sólo un menú de restauración de lujo sino también un servicio adecuado al mismo estilo, “s
Hay que darle la vuelta a la situación y “aprovechar que unos quieren aprender para obtener un servicio que ahora uno no siempre puede pagar”. Así lo asegura Sara Pérez, de 37 años. Acumula dos en el paro y esta semana pasada tenía dos entrevistas de trabajo. “Algo impensable hace unos meses”. Decidió recurrir a la escuela de peluquería para “ir presentable”. Y todo sin apenas gastarse 6 euros.
“Modelos, no clientes”
No es la primera vez que acude a una escuela para hacer “de modelo”. El martes lo hacía acompañada de una amiga que sí era “primeriza”. También desempleada, esta administrativa de 35 años quería “comprobar” por sí misma que era posible teñirse el pelo y maquillarse “sin dejarse mucho dinero”.
Diego Pérez Cano dirige una escuela de peluquería en Camino de Ronda y recalca que el centro trata a quienes llegan para arreglarse el pelo como “modelos”. “Tienen que saber, y así lo pone en carteles bien grandes, que quienes les atienden no son profesionales y sí alumnos”. Esto quiere decir que no se puede elegir a quien le va a peinar a uno. Tampoco se puede exigir tiempo. “Son estudiantes y no siempre hacen un corte con la habilidad y facilidad que un profesional”, insiste.
No obstante, Pérez Cano dice en que sí que se trata al modelo como a un cliente. “Los alumnos tienen que aprender, así que se les enseña cómo abordar a un futuro cliente”.
Las escuelas necesitan de modelos y los precios que ofrecen son el principal gancho, dado que se corresponden al gasto de productos, luz y agua. “Aún así, con la crisis no ha aumentado de forma considerable el número de personas que llegan a la escuela para arreglarse”, dice.
Lo que sí ha cambiado es el perfil de quien solicita estos servicios. Si hace unos años eran jóvenes y estudiantes quienes se acercaban, quizá por proximidad, a estas escuelas, hoy son mujeres de mediana edad, las que también optan por esta propuesta.
Diego Pérez Martínez dirige una escuela de estética en la capital que por tres euros y diez céntimos ofrece la manicura y por diez, un maquillaje. Con estos precios, sí han notado un mayor número de usuarios. “Eso sí, son más personas, pero se hacen menos arreglos”, dice.
Y una vez guapos, los almerienses podemos incluso permitirnos comer fuera de casa por un precio al alcance de casi todos los bolsillos. El comedor universitario es uno de los más económicos de la capital. La cooperativa de mujeres Unión Almeriense Logística se encarga de dar de comer a cerca de 400 personas cada día. Lo hacen en el campus de la UAL y, por cinco euros, ofrecen dos entrantes y dos segundos para elegir. “El precio incluye pan, ensalada y bebida”, apunta María Dolores Triviño.
Tanto ella como María Padilla Roque, otra de las responsables del comedor universitario han observado cómo la crisis ha atraído hasta el comedor, no sólo a estudiantes, sino también a pensionistas. “Pueden escoger menú y además el precio les incluye la bebida. Mejor que en muchos hogares de jubilados”, insisten. De todos modos, aseguran que también este comedor se ve afectado por la crisis. “Muchos estudiantes prefieren no comer fuera de casa”.
Con mantel y camarero
Pero si de lo que se trata es de darse un lujo y comer un menú a la carta servido con todas las atenciones, la escuela de hostelería de Almería, ubicada en la finca de Santa Isabel, es una buena opción. José Torrente reconoce que el menú por el que hoy optan la mayoría de quienes acuden al centro es el de 10 euros, cuando antes pedían los menús de 20 o 25 euros.
Eso sí, la escuela, que hace desde el pan a la bollería y que ofrece no sólo un menú de restauración de lujo sino también un servicio adecuado al mismo estilo, “s
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