Adra

‘Los Pilones’, un reducto de libertad para las mujeres de Adra en la posguerra

En 1950 se inauguró el Lavadero Municipal, donde las abderitanas también lavaban sus penas

Imagen del viejo lavadero abderitano.
Imagen del viejo lavadero abderitano.
Pepe Cazorla
11:32 • 13 oct. 2022

El Lavadero Municipal, ha sido conocido popularmente en Adra como "Los pilones", y dónde en la actualidad alberga las instalaciones de la Policía Local y otras. Aquella instalación vino a aliviar un poco los escenarios cotidianos pero no de lavar la ropa durante largas horas de lavado manual.



También hay que tener en cuenta que, sobre todo en los años de la postguerra, la pobreza era un denominador bastante común, por lo que casi nadie tenía recursos suficientes como para tener su propio lugar de lavado. Cómo mucho una pila.



En Adra, en la tarde del domingo del 19 de febrero de 1950 y situado en la Calle del Paseo de los Tristes, era bendecido y quedaba inaugurado un lavadero municipal, con sesenta pilas y un coste de 147,000, pesetas. Acto que fue presidido por el entonces Excelentísimo Señor Gobernador Civil, Manuel Urbina Carrera.



Horas antes, a la entrada del pueblo, fue recibido por el alcalde abderitano Miguel Olmedo, el ayudante de Marina, Luis Naya, el Cura párroco, Antonio Barea Molina. También, el Ayuntamiento en pleno y la totalidad de las autoridades locales, así como de todo el vecindario que llenaba por completo la calle principal de Adra.



El lavadero municipal, edificio de nueva planta que fue construido en lugar muy céntrico de la localidad y que constaba de dos grandes salas con treinta pilas cada una, a las que suministraba un considerable caudal de agua un motor eléctrico, instalado en el mismo, y un depósito de reserva de 16.000 litros de capacidad; un gran patio descubierto, destinado a tendedero, completaba los servicios de este lavadero, cuyas obras se elevaron finalmente a 147.000 pesetas y cuya primera piedra fue puesta por el Jefe Provincial en julio de 1949.



El Cura-Párroco Antonio Barea, revestido con sus ornamentos sagrados, bendijo el local, y a continuación el alcalde, Señor Olmedo, explicó al Excelentísimo Gobernador Civil el funcionamiento de los distintos servicios e instalaciones del lavadero.






Posteriormente decenas de mujeres acudirían cargadas con cestas y aliviar así un poco sus dolores de espaldas al pasarse horas arrodilladas frotando la ropa de la familia. Ellas, aquellas que se pasaron media vida frotando con la pastilla de jabón agachadas, en la acequia, balsa o en el río. Y donde además de sacar el negro de la ropa conseguía sacárselo también del alma, en una época donde la pobreza dejaba poco tiempo para el humor. En Adra, por entonces, se vivía en una economía de supervivencia


La comitiva visitaría después las obras de la futura Cofradía de Pescadores que estaba en construcción en la explanada del puerto y que se inaugurarán casi cinco meses después contando con un parque público y una fuente de dos caños. De igual modo, una suntuosa casa, destinada a Hogar del pescador, con su clínica, oficinas y escuelas, habiéndose invertido en las obras, cerca de cuatrocientas mil pesetas.


Por último, el lavadero municipal se convirtió en un pequeño rincón donde una mujer podía conversar con libertad, donde podía ser ella misma y hablar sin miedo a tener su propia opinión. Era un lugar donde además de limpiar una camisa, muchas aprovechaban para lavar sus penas.


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