El 31 de diciembre de 1984 fue el último día que funcionó la línea de tren Lorca-Almanzora-Baza-Guadíx, clausurada por su baja rentabilidad. Y así lo recuerda Antonio Pérez Zurano (1935), uno de los pocos trabajadores de la estaciónde Huércal-Overa que continua en el municipio 88 años después.
Un cierre que llegó con anécdota incluida y alguna que otra lágrima. “Yo estaba entonces en el paso de nivel de Arboleas y el último tren que pasó, estuvo retenido 2 días en Macael. Aquella noche cerraban las vías, tuvieron que venir operarios de Madrid para circular el tren hasta Guadix”, recordó Antonio quien también recuerda a sus compañeros, a quienes nos cuenta que al ver pasar el último ferrocarril se les cayeron las lágrimas.
No pocos son los vecinos de la provincia quienes recuerdan aquella línea de ferrocarril que conectaba Almería con Murcia, también conocido como el ferrocarril del Almanzora. Por muchos en el Levante recordado como el medio de transporte que usaron para emigrar a otros lugares y por otros tantos, por ser uno de los pocos recursos laborales que existían en aquella época. Antonio nació en Pulpí, pero la vida y el trabajo le llevaron a conocer muchos rincones de la geografía nacional, finalmente la localidad huercalense ha sido la escogida para pasar su vejez junto a su mujer María Puentes.
Concretamente, 40 años son los que el pulpileño dedicó al
mantenimiento de las antiguas vías de la estación del ferrocarril del Almanzora. Corría 1956 cuando Antonio, con solo 16 años se
incorporó a una de las brigadas de trabajadores del ferrocarril.
Primero en ‘Las Norias’ en Murcia y luego en Huércal-Overa,
pasando por Albox o Arboleas. “Antiguamente las vías eran de
tierra y se pudrían las traviesas que se oxidaban con facilidad
cuando llovía. Mi trabajo consistía en limpiarlas y
reacondicionarlas para su uso”, rememoró.
Una época
donde trabajar era una labor más ardua de lo que podemos imaginar.
Para que nos hagamos una idea, Antonio cuenta que esperó 13 años
hasta que le hicieron fijo en la empresa y que sólo ganaba 15
pesetas al día. “550 pesetas al mes, con ese dinero mi padre
compraba un saco de harina, éramos 6 hermanos y ya teníamos para
todos”.
Después de toda una vida dedicada al ferrocarril, Antonio hoy ve su nombre, junto al de sus compañeros en una placa conmemorativa ubicada en el que un día fue su lugar de trabajo y ahora es una de las vías verdes más extensas del panorama español.
“Con el cierre la mayoría se jubilaron y el resto fuimos a parar al taller de Águilas. Primero estuve en Murcia y luego estuve en Quitapellejos y de ahí pasé a Águilas donde estuve 10 años” recordó Antonio que también recuerda como se enteró del final del ferrocarril del Almanzora.
“Me avisaron con seis meses de antelación, entonces solicité
trabajar en el taller que había en Águilas y allí fue donde me
prejubilé a los 58 años. Me dieron más de 8 millones de pesetas y
como tenía un pariente en Argentina mi mujer María y yo nos fuimos
tres meses”. Una luna de miel tardía, después de 30 años casados
donde se lo pasaron muy bien.
Haciendo un repaso por sus
vivencias y su trabajo, Antonio recuerda su mejor época en 1970,
cuando en un parón en su trabajo en Huércal-Overa viajó a
Barcelona a buscar trabajo. “No encontraba trabajo y fui en busca
de un jefe de sección de Murcia que estaba en Lérida y él me dio
trabajo en Renfe. Creo que fueron los mejores años de mi vida, allí
trataban mejor a los trabajadores. Era un pueblo de campo muy
pequeño, solo había un bar y nos juntábamos a convidarnos los
trabajadores una vez al año” rememoró.
A la pregunta
de porqué se volvió, Antonio recuerda que le dieron unos dolores
muy fuertes de cabeza y el médico le diagnostico sinusitis. “El
médico me preguntó que de dónde era, le dije que de Almería y me
dijo que si quería curarme que volviese a mi tierra. En Lérida
hacía mucho frío, así lo hice y al poco tiempo me curé de la
sinusitis”.
Toda una vida ligada al ferrocarril que le ha dejado un sinfín de anécdotas para contar, algunas graciosas y otras más trágicas. Antonio recordó una vez que por trasnochar y por un fuerte viento de poniente llegó media hora tarde al trabajo y el capataz no le dejó “agarrarse” ese día, y es que el pulpileño hacía 4 o 5 horas en bicicleta para llegar a su puesto de trabajo cada día.
El cierre del trazado no estuvo exento de polémica en su época y fue muy criticado por la población de las zonas afectadas, dado que dejaba sin conexión ferroviaria a una gran área del Sureste español. Desde entonces y hasta día de hoy Murcia y Granada siguen sin conexión directa a la espera de que la llegada del Corredor Mediterráneo vuelva a permitir la circulación de trenes entre las dos comunidades, que ya serán de altas prestaciones y que no se esperan para antes de 2026.
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