Villaricos volvió a ser escenario ayer de un concierto único, que
convirtió nuevamente la pata del muelle de Cala Verde en el marco de
la actuación de Guillermo Fernández. La noche se tornó mágica,
con las notas que emanaban de las manos del guitarrista, y que
llegaban a tierra desde el mar, haciendo homenaje, en esta ocasión,
al escritor Antonio Gala, fallecido el pasado mes de mayo, y con el
que le unía un importante vínculo profesional. Su libro ‘La
Soledad Sonora’ dio título al concierto.
De hecho, durante el
concierto, sonó la voz en off de Gala “sobre una pieza musical que
compuse hace años titulada ‘Esperanza en Las Puras’ y él me
grabó la voz del texto que da introducción a la pieza para ponerlo
en un disco”, aseguró el músico.
Empezó con un
recopilatorio de cine, siguió con algunas canciones que ha
interpretado y le recuerdan a su alumnado de la escuela municipal, a
la que nombró, y después siguió con un repertorio muy variado: desde
bandas sonoras de cine, canciones de rock, coplas que su madre
canturreaba cuando él era pequeño o canciones de Carlos Cano, entre otras.
La noche de verano de ayer 13 de agosto fue una velada espectacular que conectaba al público con la espiritualidad a través de la música, las olas, el escenario en mitad del mar, la guitarra, afinada de manera diferente a lo habitual para transmitir más tranquilidad; y la iluminación que también estaba relacionada con los 7 chakras, cada uno asociado a una nota musical y un color.
Una vez más, y ya
por tercer verano consecutivo, el concierto en mitad del mar de Guillermo Fernández, consiguió fusionar esencias, combinar lo
humano con lo divino, lo material con lo espiritual, la vida con la
eternidad.
Como ya todo el
mundo sabe, ese escenario de anoche y de los últimos dos veranos,
esa pata del muelle de Villaricos, que sigue emergiendo del mar, es
el único vestigio visible que se conserva del moderno cargadero
mecánico que se construyó en Marsella hacia 1914. Fue en ese año
cuando se cambió el viejo método de carga mediante barcazas y
pequeños muelles, reemplazándose por esta imponente estructura que
acabó desmantelada después de 1957 cuando se cerraron las minas.
La ‘pata del muelle’ lleva ahí más de un siglo, fue soporte de una imponente infraestructura derivada del ingenio y la ingeniería para dar agilidad y funcionalidad al transporte de mineral… ayer volvió a ser ese escenario único y particular desde el que la música conectó las almas de todos los asistentes.
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