Hace medio siglo se produjo uno de los episodios de lluvias
torrenciales más violentos que se recuerdan en el sudeste
peninsular. Las consecuencias fueron dramáticas para las provincias
de Granada, Almería y Murcia, con cientos de fallecidos e
incalculables daños materiales. Tuvo lugar el 19 de octubre de 1973
cuando una gota fría desencadenó una sucesión de tormentas que
hizo descargar sobre las cuencas medias y altas de los ríos Adra,
Andarax y Almanzora, con medias de precipitación que superaron los
200 litros por metro cuadrado y, en casos puntuales como el de Zurgena, alcanzaron unos
insólitos 600 litros en tan solo dos horas, un récord aún no
superado en Europa y en buena parte del mundo.
La inundación se cebó con localidades ubicadas en el curso bajo de
los ríos principales, como Adra y Cuevas del Almanzora, o en las
riberas de algunas ramblas como le ocurrió a Albox y Zurgena. Había
que retrotraerse casi un siglo, a la inundación de Santa Teresa en
1879, para encontrar un precedente tan devastador protagonizado por
el Almanzora, e incluso aquella generó caudales inferiores a la
riada de 1973, a la que se le atribuyó una recurrencia de un
milenio, es decir, de las que acontecen cada mil años.
Y no fue para
menos, ya que uno de los frentes de aquel aluvión llegó a
sobrepasar los doce metros de altura y acumuló un caudal prolongado
de 3.500 metros cúbicos por segundo, aproximándose en momentos muy
puntuales a los 5.000, el caudal medio del Danubio.
Aquel 19 de octubre, Cuevas, situada a escasos 13 kilómetros de
la desembocadura del Almanzora, soportó toda la virulencia de una
riada acrecentada no sólo por las precipitaciones excepcionales
caídas más arriba, sino también por otras circunstancias
eventuales como el efecto pantano que ejerció el puente de Santa
Bárbara y la propia ubicación de la localidad tras la estrecha
garganta que forma el Almanzora cuando atraviesa la sierra de
Almagro.
Hacia las dos de la tarde la crecida sobrepasó los semiderruidos
muros de contención y asoló la huerta cuevana –más de 500
hectáreas de regadío- hasta los pagos más cercanos al mar. Inundó
los barrios de Las Arenas, Bravo y otras zonas urbanas como la
avenida Barcelona situadas en la parte más baja de la población,
causando un desastre sin precedentes. Aunque por fortuna no hubo
fallecidos, 200 viviendas fueron completamente arrasadas, con pérdida
total de enseres, y otras tantas afectadas en mayor o menor grado.
Los centros educativos, como el colegio nacional y el instituto de
Bachillerato, sufrieron el embate de las aguas, lo que provocó que
durante semanas unos 1.500 niños y jóvenes no pudiesen recibir su
formación educativa.
Servicios básicos como el alcantarillado y el agua corriente, así
como las comunicaciones por teléfono y telégrafo, padecieron
severamente los estragos de la riada. La destrucción de las
carreteras que partían de la localidad produjo su aislamiento.
Comercios, establecimientos de hostelería, almacenes mayoristas y
otros negocios sumaron pérdidas por centenares de millones. Hubo
decenas de vehículos arrastrados por la fuerza del turbión,
incluidos camiones, maquinaria agrícola y varios autocares de una
empresa local de transportes.
Ante la calamidad el alcalde de entonces, Jesús Caicedo Gómez,
solicitó desde un primer momento la declaración de zona
catastrófica como única medida para encauzar ayudas estatales que
garantizasen la pronta recuperación del municipio.
Pues bien, desde la reflexión que otorgan los cincuenta años
transcurridos de aquella catástrofe, el Área de Turismo, Cultura y
Patrimonio ha programado un conjunto de actividades que traen a
colación aquel episodio de lluvias excepcionales, profundizan en sus
antecedentes y consecuencias, y pretenden difundir el legado
histórico, gráfico y de memoria colectiva que se ha ido generando
desde aquel inolvidable 19 de octubre.
Una exposición titulada “El año del diluvio. Medio siglo desde
las inundaciones de 1973: precedentes y consecuencias”, que podrá
verse en la sala de exposiciones de La Tercia (Castillo del Marqués
de los Vélez) durante más de cinco meses, constituye el eje central
en torno al que girarán el resto de las citas programadas.
Otra de las actividades será “Encuentros con la memoria. El 19 de
octubre de 1973 en el recuerdo”, una cita muy especial que se
celebrará en el Cine Teatro Echegaray y que contará con testimonios
de personas que vivieron muy de cerca aquel día trágico.
Los actos continuarán durante el primer trimestre del 2024. En
febrero, también en el Cine Teatro Echegaray, habrá un docufórum
bajo el título “La riada en imágenes: testimonios gráficos de
una catástrofe histórica”. Por último, coincidiendo con los días finales de la exposición,
se desarrollará el ciclo de conferencias “La riada de 1973:
precedentes, efectos y consecuencias de un desastre natural”, en el
que participarán especialistas de la talla de Andrés Sánchez
Picón, Javier Martínez Rodríguez y Juan García Latorre.
El Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora, a través de su Área de
Turismo, Cultura y Patrimonio, pretende que esta efeméride no pase
desapercibida con el único objeto de aprovecharla para conocer y
aprender de aquel evento meteorológico excepcional, animar la
generación de memoria como valioso medio de toma de conciencia de
nuestro pasado y la construcción de un relato colectivo que, desde
la calma que otorga el tiempo transcurrido, enseñe a las actuales
generaciones que no lo vivieron lo que aconteció y cómo repercutió
en la vida y realidad de quienes sí lo padecieron.
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