Pepi Nandjam trabaja como administrativa en la oficina de paquetería MRW de Roquetas de Mar desde hace seis años. Ella dice que tiene cuatro padres, dos negros y dos blancos. Los progenitores biológicos son de Guinea Bissau, Manuel y Dominga, los españoles Emilio y Pepi de Cortijos de Marín. En aquel municipio roquetero ha crecido y vive Pepi.
Era el año 1994, Dominga había dado a luz hacía diez días y se llevaba a su cría a coger tomates porque estaba sola en ese momento. Ponía a la bebé a dormir en una caja que llevaba con ella de linio en linio por todo el invernadero. Un día, Pepi, su madrina blanca, vio a la bebé y se hizo cargo de ella mientras Dominga trabajaba. “Antes no había baja por maternidad, ni nada y mi padre no estaba. Mi madre es muy trabajadora así que me llevaba al invernadero con ella”.
Coqueta, pero fuerte, amable y determinante. Pepi lanza derecha e izquierda al saco como combate la vida. “Fue un gesto de cariño que hizo mi madre guineana de llamarme Pepi. Somos cuatro hermanos, yo soy la mayor. Mi otra hermana se llama Rosa, como mi abuela española. Mi madre biológica es así, deja elegir los nombres de sus hijos”, comenta entre risas.
La protagonista estudió un grado superior en marketing y sus hermanas también tienen formación universitaria gracias al esfuerzo de los padres guineanos para dar estudios a sus hijos. “Una de mis hermanas estudió diseño de moda y vive en Inglaterra porque tiene más oportunidades laborales. La otra trabaja en un hotel pero estudió grado en educación especial. Mi hermano, el más pequeño, trabaja para la empresa MAAvi y entrena a un equipo de fútbol”.
Pepi también habla de sus hermanos de Cortijos de Marín, los hijos de sus padres blancos. Una de ellas es madrina de su hija. “Mi madre cuenta que cuando ya estaban todos grandes llegué yo. Era el juguete de la casa y encima negrita, por entonces no había muchos en Roquetas. La gente decía cosas como que mi madre se había acostado con un negro y me había tenido a mi. La pusieron a caer de un pino, pero ella iba tan contenta empujando mi carrito”, dice la hija sin perder su eterna sonrisa.
Sentada en una butaca amarilla, rememora su infancia. “He tenido una infancia perfecta en Cortijos de Marín y por eso no me he ido. Allí tenía todo: mi colegio, las actividades extraescolares, a mis amigos de siempre. Incluso mi hija está en la misma guardería con mis mismos profesores”, dice satisfecha. En la barriada ha comprado una casa cerca de sus padres donde con su propia familia.
Pepi continúa su vida como siempre la ha vivido; con dos familias. “Me han llegado a decir que soy una negra falsa, porque no tengo las costumbres de mi país. No hablo manjaco, sí lo entiendo, pero me cuesta, entonces contesto en español. Me siento rara cuando me invitan a una boda africana, no sé qué hago allí. A los conocidos, que no a mi familia, les causa rechazo porque no tengo la lengua, la cultura”.
“Un negro me ha llamado a mí racista mientras lo atendía en la oficina. ¿Me puedes explicar cómo voy a ser racista? Me adapto a lo que hay, sin perder lo mío. Si en España hay unas costumbres, siendo de otro sitio no vas a venir a imponer las tuyas. Me refiero a que a veces llegan clientes de otros países y en lugar de dirigirse a mí, que soy quien hace la gestión, hablan con mis compañeros. Suelo discutir con estos clientes y otras veces les doy la perra gorda. Que se lleven la razón y si quieren poner una reclamación, que la pongan”, habla con la experiencia de seis años en el mostrador.
Pero en realidad la administrativa trabaja de cara al público desde sus tempranos veinti pocos. Su primera experiencia laboral fue en una heladería donde trabajó durante dos temporadas. “Recuerdo que la heladería cerró en noviembre y al día siguiente ya tenía una entrevista de trabajo en MRW. Estuve una semana de formación y desde entonces trabajo al frente de la oficina de Roquetas”, dice Pepi. “Cuando me quedé embarazada, tenía que guardar reposo porque era una gestación de riesgo. Formé a un chico para que cubriera mi baja durante un año y cuatro meses”.
A parte de su fuerza de carácter para ella lo más importante es la formación y estudiar. “Todo el mundo puede trabajar en un invernadero o un almacén, pero si pueden estudiar y aspirar a algo más que trabajar 14 horas al día para ganar un sueldo que lo hagan”, reflexiona satisfecha y sonriente.
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