Más de 120 consultas y casi 30 operaciones en seis días. Es el balance de la
semana que el médico albojense Miguel Perán Teruel ha pasado en una
zona recóndita de Camerún como participante en un proyecto de
cooperación entre el 24 de febrero y el 2 de marzo.
Las manos de este
doctor especializado en Urología y natural de Albox pero sobre todo
sus conocimientos han sido vitales para decenas de personas que han
aprovechado la presencia de los médicos españoles en el Hospital
Católico Notre Dame para revisar sus dolencias. En algunos casos,
los pacientes revestían tal urgencia que terminaban con una
operación inmediata y prácticamente imprevista.
“Eran tan
improvisadas que, por ejemplo, atendíamos a un paciente en la
consulta, sabíamos que tenía un cálculo, que estaba con mucho
dolor y como se encontraba en ayunas, a la hora estábamos
operándolo”, narró el médico albojense durante una entrevista en
la Cadena SER Levante.
Tal es el impacto
que tiene la presencia del grupo de médicos españoles en este país
africano, que algunos pacientes llegan a desplazarse hasta 300
kilómetros solo para que les pasen consulta durante su estancia.
Saben que quizás sea su única oportunidad de resolver dolencias con
un dolor insoportable o que pueden ir a más. Ante esta situación,
Miguel explica que ellos también son conscientes de que “tenemos
un tiempo limitado, por lo que además de asegurarnos que venimos con
todo el material sanitario adecuado, hacemos un cribado de aquellos
pacientes susceptibles de operar” y que son convocados diversos
medios de comunicación como la televisión o la radio.
Así, lo primero que
realizan los médicos que cooperan con la fundación ‘Lyx’ en
estas acciones es “atender consultas con colas y colas de
pacientes. A algunos podemos solucionarles el problema poniendo una
sonda o un tratamiento pero otros necesitan de una cirugía para
sanar. Hay niños, jóvenes, ancianos…”, describe Miguel.
El médico albojense
sabía muy bien a lo que se podía enfrentar antes incluso de pisar
suelo africano. Y es que esta no es la primera vez que viaja miles de
kilómetros para ayudar a quienes tienen muy difícil recibir una
asistencia médica adecuada durante su día a día.
Anteriormente ha estado realizado una labor similar en países como
Bolivia u Honduras, por lo que ha comprobado cómo algunas de las dolencias a las
que trata de poner solución varían de un país a otro. “Hay un
cambio ligero como por ejemplo para las litiasis, porque muchas veces
la calidad del agua influye mucho en la formación de esas piedras,
teniendo menor incidencia cuanto mayor sea la calidad del agua”. Además, tras su
paso por Camerón ha notado “más presencia de las enfermedades de
transmisión sexual que se han solucionado simplemente dándoles un
tratamiento médico”.
Eso sí, Miguel y
sus compañeros no sólo se enfrentan al reloj a la hora de poder
solucionar los problemas del máximo número de pacientes posible
sino también a la precariedad, que define como “máxima” en el
país camerunés, por lo que traen de casa “mucho material” y
ejemplifica así lo que supone este tipo de situación. “Por
ejemplo, una simple sonda vesical que en cualquier hospital español
la tenemos al alcance de la mano pero aquí se hace más difícil
encontrarla. Luego hay otros materiales más técnicos que aquí hay
que realizar de forma rudimentaria”, llegando incluso a usar una
“garrafa de agua y silicona” para lavar al paciente durante una
operación.
En total, son más
de un centenar de pacientes que han recibido el diagnóstico de
Miguel y casi una treintena de crujías, pero aún así el médico
almeriense siempre se va con una espina clavada cuando realiza este
tipo de acciones solidarias. “Te vas satisfecho pero la sensación
es un poco agridulce porque piensas que se puede hacer mucho más”.
Incluso con una herramienta cotidiana que en Camerún puede ser un
bien preciado. “Hemos tenido por ejemplo a algún paciente que no
hemos podido operar porque nos faltaba una pequeña pinza que en
España tenemos de sobra”, explica.
Además de operar y
ayudar, los médicos españoles como Miguel también ejercen como
docentes con los profesionales sanitarios locales para que un futuro “puedan ser
también independientes y en un futuro puedan tener los medios”. Es
la huella que Miguel Perán y sus compañeros dejan allá dónde van
y que se prolonga mucho más allá de los siete días en los que
trabaja sin descanso a miles de kilómetros de su hogar y su país.
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