“Cuando me casé no sabía ni freír un huevo, mis padres creían
que mi suegra me iba a devolver”. Así recuerda Manola Baraza (1945), la 'madre' del Restaurante Terraza Carmona, sus
comienzos en la que se convirtió en su gran pasión y su vocación: la cocina.
Pero Manola no solo aprendió a freír huevos, sino que se
convirtió en toda una chef referente en todo el mundo. Acabó
exportando las recetas tradicionales de la gastronomía almeriense
por todo el panorama internacional, llegando a cocinar en Tokio,
Berlín o México. Todo ello se lo debe al que fue su compañero de
vida y su gran amor: Antonio Carmona, pero también a su suegra.
Cuando, en plena entrevista, escuchas a esta vecina de Vera
contar su historia, una no termina de creerse que sea una mujer de
carne y hueso como otra; más bien pareciera una heroína con
superpoderes. Más que un Escudo de Oro la veratense necesitaría “un
capazo” de los mismos para pagar todo el esfuerzo y dedicación que
ha empleado a lo largo de su vida.
Un ejemplo de este
esfuerzo que pareciera “sobrenatural” lo aporta durante la entrevista uno de sus hijos, el chef Antonio Carmona, quien recuerda el nacimiento de su hermano menor un
día cualquiera en el trabajo, mientras su madre terminaba de poner
un tren de lavado, tranquila y como si nada le decía a su padre:
“Vámonos al Hospital que he roto aguas”. Así dos días después
estaba de nuevo en la cocina trabajando, donde la acompañaban sus
recién nacidos desde el capazo. Una cocina que vio nacer a todos y
cada uno de sus hijos y donde llegó a juntarse con tres pequeños a
la vez.
Y así, creciendo
entre fogones y recetas tradicionales no es difícil entender que sus hijos hayan acabado impregnados del amor
por la hostelería, a la que se han dedicado.
“Llegaba la primera a la cocina y me iba la
última y cuando acababa a la una de la mañana me ponía a barrer la
puerta”. Con un humor y una actitud ante la vida envidiables, uno
se queda boquiabierto escuchando a Manola relatar su vida… “Lo
mío no ha sido trabajar, ha sido otra cosa. He trabajado
muchísimo, yo misma lo pienso y no se como he podido hacer todo lo
que he hecho, si yo escribiera mi historia sería un Quijote. ¿De
dónde sacaba las fuerzas? No lo se”.
Aún así cuando
habla Manola, lo hace sin pesadumbre. Sin rastro alguno de cansancio. ”Hay que
tirar para adelante”, es la frase que ha empujado a la
veratense a lo largo de su existencia y la que repite casi como un
mantra.
Manola recuerda cómo preparaba una olla de comida
a sus hijos pero a lo largo de la mañana la misma iba mermando,
porque entraba gente al bar pidiendo un plato de comida casera y su
marido Antonio iba vendiendo platos hasta que la olla se quedaba
totalmente vacía y sus hijos acababan comiendo huevos fritos con
patatas.
Antonio (hijo) reconoce que es un trabajo
sacrificado que tiene que gustarte mucho, pero con sacrificio y todo
es algo que los Carmona-Baraza llevan dentro. “Es vocacional son
nuestros valores, nosotros trabajamos sin mirar le reloj y porque nos
gusta, disfrutamos con este trabajo”, asegura el chef que recuerda
cómo sus hijos y los de sus hermanos a veces solo les veían en foto
o esos ‘San Lunes’, tan esperados.
El hijo de Antonio y Manola ha
tenido el privilegio de trabajar con su madre, “mano a mano” ya
que se dedicó a la cocina. “Para mi ha sido un honor trabajar con
mi madre, llegábamos a la cocina y no tenía que decir ni esta es mi
madre”. Antonio recuerda aquellos momentos como si de un baile en
pareja se tratase, “no había jefe de cocina ni segundo íbamos
como Zipi y Zape, peleándonos constantemente, yo encendía el fuego
y ella lo apagaba. Así recuerda ese periplo cocinando por el mundo
con el único requisito de que en todos y cada uno de esos viajes les
acompañasen sus guardianes y pilares: sus padres.
Así
la cocina de los Carmona ha pasado por Tokio, Berlín y México. “Era
un tren al que nos teníamos que subir o dejar pasar”. La
oportunidad de exportar la gastronomía almeriense al mundo entero
llegó en un momento difícil para la familia ya que hacía poco el
cabeza de familia: Antonio Carmona (padre) había sufrido un derrame
cerebral que le había dejado algunas secuelas.
Pero con afecciones y todo los Carmona-Baraza volvieron a hacer uso de la frase que más les ha caracterizado a lo largo de su trayectoria: “Había que tirar para adelante”. Así Manola recuerda entre risas decenas de anécdotas que pudieron vivir en esta etapa internacional.
Recuerda como
en su último viaje a México le picaba toda la comida, “hasta la
tortilla francesa o la propia comida que preparaba yo me parecía
picante”, bromeaba la veratense que asegura que a su regreso a
España lo primero que hicieron fue comerse un buen bocadillo de
jamón. “Me faltó besar el suelo, como el Papa” decía entre
risas.
Su hijo asegura que ahora que su madre no le acompaña en la cocina la echa mucho de menos. "Cuando salgo de
jornadas, hacerle esos comentarios puntuales...hay técnicas que sólo
ella sabe responderme. Mi madre no sabe de cocina moderna, pero en lo
tradicional hay cosas que quiero que ella me de el punto final”. Y
es que ese último toque final que solo puede dar una madre es
irreemplazable ya sea en cocina o en cualquier otro aspecto de la
vida en general.
Manola recibirá el 3 de junio el Escudo
de Oro de la provincia por ser “una mujer que representa el
empuje, coraje y entrega de los almerienses que con su esfuerzo han
construido la provincia de Almería” , así lo reconocía el
presidente de Diputación, Javier Aureliano García, pero no solo él
puede dar fe de la valía de la veratense, sino que todo aquel que se
haya cruzado en la vida con esta vecina puede darlo por hecho.
Así
la provincia intenta recompensar a esta heroína almeriense, aunque
es muy difícil devolver solo un cachito de lo que Manola ha dado a
lo largo de sus 79 años de vida, no solo a la provincia sino a todo el territorio
nacional e internacional. Es un reconocimiento que ha cogido por
sorpresa a la de Vera, pero que sobre todo le gustaría poder haber
compartido con la otra parte de su historia, su querido: Antonio
Carmona, su marido. “Se que habrá gente que haya hecho más que
yo, la pena es que no pueda compartirlo ya con Antonio me hubiera
gustado que él también hubiese estado para disfrutarlo” .
Y
es que, hablar de Manola es hablar de Antonio y viceversa. “Él era
muy emprendedor, era una persona que siempre estaba pensando, un año
tocó la lotería en Vera y le tocó un pellizco y al día siguiente
ya lo tenía invertido. Él era una persona que llevaba todo para
adelante”.
Cuando Antonio enfermó la veratense
recuerda que fue un golpe duro en su vida. "De pronto quedarme sin
él me costó mucho, pero una vez que asumí el problema vi que había
que tirar para adelante y no me costaba trabajo”. Manola también rememora que cuando salía con su marido en silla de ruedas “las vecinas me
decían 'qué mérito tienes'; pero el mérito no era mío, sino de él.
Porque a veces me sacaba él a mi”.
Una relato que es
incomprensible sin una de las dos partes de esta misma historia que
fue la de los Carmona-Baraza, y es que eso que dicen que detrás de
un gran hombre, hay una gran mujer, en este caso no se cumple porque
Manola nunca estuvo detrás, siempre estuvo al lado. Este es el secreto del éxito: formar equipo. Esa simbiosis perfecta que se da muy pocas veces en la vida y que Manola y Antonio tuvieron la suerte de compartir.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/274869/manola-baraza-heroina-veratense-si-escribiera-mi-historia-seria-un-quijote