Juana Colmenero, Emilio Cruz, Francisco Alías, Fina Pastor o Andrés
Segura, son algunas de las voces encargadas de mostrar ese “algo
especial” que significa este oficio de Cantero del mármol para los
de Macael. Esa tradición viva
y heredada que ayuda a configurar la vida como hoy día la conocemos
en esta localidad, se hace más real que nunca de la mano de esos
artesanos de la piedra natural, de sus arrieros, carreteros,
amoladoras o de sus canteros.
Así una nueva
proyección audiovisual con forma de documental busca poner en valor
este patrimonio cultural: La cantería del mármol en Macael.
Promovido por el Ayuntamiento, producido por Galo Visual, y
financiado por el Instituto de Estudios Almerienses de la Diputación
de Almería, dentro del Programa de Divulgación del Patrimonio
Histórico, Artístico y Etnográfico de municipios Almerienses.
Este
documental es una prueba más de que este oficio almeriense es más
que merecedor del título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
por la UNESCO, una lista que espera engrosar desde 2020. Y es que, la
Cantería del Mármol de Macael está declarada Bien de Interés
Cultural, por Cultura - Junta de Andalucía, pero espera ir mucho más
allá.
El alcalde, Raúl
Martínez, (quien también forma parte de la producción) explica que
“el que la cantería del Mármol de Macael fuese denominada
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, significaría muchísimo para
el pueblo, sobre todo para proteger ese patrimonio que significa
trabajar en nuestra sierra, ser cantero y utilizar las técnicas que
se utilizan aquí” .
Solo basta hablar
con algún vecino para darse cuenta cómo este oficio ha esculpido
las vidas y vivencias de las familias de este pueblo almeriense.
Todos y cada uno de los habitantes de Macael tienen relación con el
mármol de alguna u otra forma lo que convertiría este oficio en un
Patrimonio Inmaterial más que digno para formar parte de esa lista
internacional de la UNESCO, en el que ya se encuentran El Silbo
Gomero (de las Islas Canarias) o Los Tribunales de Regantes del
Mediterráneo Español con el Consejo de Hombres Buenos de la Huerta
de Murcia y el Tribunal de las Aguas de la Huerta de Valencia.
Así
lo cuenta Emilio Cruz, cantero jubilado, que recuerda en el
documental como empezó su vida laboral a la temprana edad de los 12
años, como aprendiz en un taller. “Cuando tenía 15 años me fui a
aprender el oficio de cantero”, un oficio muy duro y sacrificado
donde por desgracia, “la caracola se tocaba con frecuencia”,
(esta anunciaba un accidente en la cantera).
Raúl
Martínez reseña que cada uno de esos accidentes son “una cicatriz
que se queda marcada en nuestro pueblo”. El trabajo en la sierra de
Macael, es un trabajo muy duro y arriesgado, “la sierra nos ha
arrebatado algunas vidas. Es un trabajo peligroso, que trabajas con
maquinaria pesada. Ya no es como antes pero sigue siendo peligroso”.
En torno a la cantería del mármol, como si de satélites se
tratasen, existían esos otros oficios como los de arriero, carretero
o amoladoras. Todos ellos igual de importantes e imprescindibles en
la idiosincrasia macaelera.
Francisco Alías, recuerda
como estando en el colegio su madre fue a buscarle alborotada porque
había faltado un arriero, (los encargados de llevarles la comida a
los canteros). “Solo me dijeron que no se parase el burro hasta que
llegásemos a la cantera”. Fina Pastor, (hija de cantero), recuerda
el cesto de esparto que mandaban cada día a su padre. “Un puchero
de barro lleno de migas, se envolvía con un trapo de cocina y en una
cazuelilla pequeña de porcelana se echaban los pimientos fritos y
los pescados o tocino. Le echaban también habas o rábanos y un
trocico de pan con embutido".
El cesto del cantero siempre llevaba lo
mejor que había en la casa, así lo recuerda Fina, "lo mejor que había siempre era para el padre que estaba trabajando". En su mayoría, recuerda
Alías, que los arrieros eran niños y ancianos que subían con sus
burras y los cestos de comida que preparaban las esposas en el pueblo
para abastecer a los canteros en su dura jornada laboral.
Así
lo afirma también Andrés Segura, quien recuerda su infancia como
arriero, para más tarde convertirse en carretero (los encargados de
bajar los bloques de mármol desde las canteras empujados por bueyes
en carros). “Llevaba yo un par de bueyes, iba a las canteras y allí
cargaba el carro amarraba los bloques y me volvía al pueblo”.
Un trabajo que
Segura recuerda muy duro, “los frenos eran unos palos para frenar
las ruedas, había unas cuestas muy malas, y había que madrugar
mucho. A las 5 o 6 de la mañana estábamos en las canteras porque
cuando hacía mucha calor, se asfixiaban los animales, había que
madrugar se trabajaba más de noche que de día, para ser carretero
de bueyes había que dormir al lado de ellos”.
María del Carmen
Castellón, hija de era María ‘La Mandila’, recuerda como su
madre se dedicaba a amolar fregaderos, un oficio destinado a las
mujeres viudas que tenían que salir adelante cuando el cabeza de
familia faltaba. “Yo era muy pequeña pero recuerdo ir con ella al
taller y me acuerdo como se ponía, sus posturas…tenía un trapo
lleno de sus piedras de diferentes tamaños con las que se realizaban
este trabajo”.
Desde
Granada hasta Dubái, el mármol de Macael ha viajado a través de
los siglos siendo parte de algunos de los monumentos y edificios más
emblemáticos del planeta. Así este municipio almeriense atesora un
rico patrimonio cultural y natural relacionado con esta preciada
roca, de ahí que también sea conocida como “la Ciudad del Oro
Blanco”, un distintivo que espera ser reconocido por la UNESCO.
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