La agricultura almeriense da por concluida la campaña en su sector hortofrutícola, excepción hecha de esos frutos compatibles con el calor como son la sandía y el melón. La campaña de primavera ha sido, indudablemente, un factor positivo a la hora de hacer balance de una campaña con demasiados altibajos para el gusto de los productores de la provincia.
De un otoño sorprendentemente bueno en materia de cotizaciones de buena parte de las hortalizas seguía, no obstante, un invierno deprimente. Pocos misterios a la hora de explicarlo; el otoño tardó en llegar y la competencia tanto europea como exterior, se mantuvo.
En ese tiempo los almerienses, que retrasaron intencionadamente la campaña, tuvieron una producción inferior a la habitual y, a cambio, obtuvieron precios más altos de lo normal para esos meses.
Sin invierno
La llegada del invierno se retrasó tanto que no impidió que los cultivos de las principales hortalizas rebajaran su producción. De hecho, según explica el secretario provincial de la Coordinadora de Agricultores y Ganaderos de Almería, Andrés Góngora, mantuvieron una intensa actividad que supuso que en los meses teóricamente más fríos se recolectara más todo el producto que no llegó a salir de los invernaderos en los meses anteriores.
Así que Almería invirtió la tendencia de los dos o tres últimos años, en los que se sacrificó el volumen a cambio de obtener mejores precios en origen y destino. Sólo el pimiento, que se acerca ya a las 13.000 hectáreas, ha sido capaz de mantener la estabilidad en esas condiciones, reafirmando su papel de auténtico rey del campo almeriense.
Rey emérito
Especial sufrimiento para el otrora rey del sector, el tomate, que había levantado cabeza en las dos campañas anteriores pero que este año, impulsado por el suave invierno ha propiciado cultivos más rápidos y productivos lo que ha traído consigo un varapalo para muchos productores que se las prometían felices y que no han visto recompensada su apuesta con los precios.
Algo similar a lo ocurrido con calabacín y berenjena, cuyo poder de producción ha puesto en jaque su rentabilidad, sobre todo en el caso de la berenjena, una hortaliza que no entiende de ralentización y ha mantenido un ritmo de producción tan elevado que ha sido necesario recurrir en varias ocasiones a la extensión de norma para intentar la recuperación de precios.
Finalmente el balance de la campaña se puede considerar bueno porque la campaña de primavera (melón y sandía) ofreció buenos resultados iniciales, pero aún mejores entrado ya el mes de junio, cuando en teoría pierden más precio.
Por supuesto persisten los problemas clásicos, como la escasez de recursos hídricos, que obligó a reducir las hectáreas cultivadas; o la competencia exterior. El temor ahora se centra en ver el camino que toma la ‘nueva’ Unión Europea, que parece dispuesta a rebajar el nivel de exigencia ambiental con tal de no imponer restricciones a las producciones de países terceros. Ese cambio puede ser una losa para el campo almeriense, que lidera el sector ecológico que otros, como Holanda, no pueden aprovechar.
Lo natural da réditos a los productores
La evolución de los cultivos almerienses apunta claramente a lo ecológico y a la sostenibilidad como más firme pilar de apoyo. Los agricultores han interiorizado que ahí está la clave para la diferenciación con respecto a la competencia y a ello se agarran y en ello basan sus evoluciones.
Concluye la campaña 2023-2024 y los restos vegetales o los de producción se convierten en alimento para el ganado, las tierras se solarizan o se fertilizan ‘en verde’, es decir extendiendo sobre el suelo los restos de las plantas ya retiradas.
Lo último en tendencias es abrir los invernaderos cuando aparece el calor (cada vez más pronto) para aprovechar el nacimiento de plantas en el exterior que se convierten en el hogar de la fauna auxiliar, sobre todo para el pulgón. Un nuevo giro hacia lo natural.
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