El pasado 24 de agosto se cumplieron 200 años de un acontecimiento
que marcó la historia de Almería. Se trata del fusilamiento de Los
Coloraos, la expedición formada por medio centenar de liberales que
desembarcó ese verano de 1824 para intentar revertir el régimen de
Fernando VII y respirar en un país, al menos, algo más libre.
En su memoria se erige en la
Plaza de la Constitución de la capital, a unos cuantos metros de
donde fueron ejecutados, el monumento conocido como Pingurucho. Entre los restos que
antaño reposaban bajo esta imponente columna figura el de un
almeriense natural de Albox, José Gandía Abellán. "Un
albojense de familia 'afrancesada' que se vio obligado a exiliarse a
Gibraltar en 1814", explica el historiador Miguel Ángel Alonso,
que ha profundizado en la historia de este 'colorao' que miró por
proteger a los suyos hasta los últimos instantes de su vida.
Pero su investigación le ha
llevado a otro hallazgo del que Alonso no tenía constancia.
"Pensábamos que José era el único almeriense que viajó en el
bergantín 'Federico' hasta Almería pero podemos afirmar que había
otro almeriense, también de Albox, que se apellidaba Pérez".
La suerte del 'nuevo' colorao fue bien distinta, ya que logró huir
tras el desastroso intento de asalto a la ciudad de Almería para
acabar con el régimen del Rey Fernando VII. Eso sí, tuvo que
disfrazarse de pastor y esperar "bastante tiempo" hasta
regresar a Albox. Desde entonces sus descendientes fueron conocidos
como Los Coloraos.
El destino no guardó las
mismas cartas para José Gandía. Una vez en Gibraltar, se encontraba
en el punto donde se fraguó el asalto por parte de Los Coloraos a
distintos puntos de Andalucía, entre ellos Almería, al que se sumó.
"Partieron el 7 de agosto para Almería y llegaron el día 12
sobre la madrugada a la costa cercana a Roquetas de Mar", relata
Alonso.
Una vez allí “comenzaron a comunicarse” con
los almerienses 'afrancesados' o colaboradores que les esperaban en
tierra. Fue entonces cuando José Gandía y sus compañeros empezaron
"a conocer que la cosa pintaba mal”. Advertido de lo que
estaba por llegar, el gobernador lanzó un bando ordenando "que
todas las personas que llevaran residiendo menos de tres años en
Almería tenían que irse de allí, al igual que todos los militares
que no estuvieran adscritos a ningún servicio”.
Las señales eran tan evidentes
como inocentes. Entre otras, los colaboradores de los coloraos habían
acordado, en una ciudad sin apenas iluminación, encender los
candiles de sus viviendas en las noches en las que podía sucederse
la llegada de la embarcación de los liberales. Finalmente y tras
reorganizarse en Huécija intentaron entrar "a una ciudad
entonces aún amurallada" el 16 de agosto, aunque sobre lo
ocurrido después se han escrito ríos de tinta. Fue un auténtico
fracaso y salvo algunos que, como Pérez lograron escapar, el resto
fueron fusilados "donde estaba la aduana, junto a la plaza
Pavía".
Entre ellos José Gandía
Abellán, sobre el que Miguel Ángel Alonso ha indagado por medio de
numerosos documentos históricos hasta conocer que dio un nombre que
no era el suyo. "Él sabía perfectamente a dónde iba y no
quería causarle más problemas a los suyos. Dio el nombre falso de
Francisco Rosas Barbero, de ahí que siempre se haya dicho que José
Gandía era barbero, pero en absoluto".
Poco más se
sabe de este almeriense pero lo que sí queda claro es que siempre,
hasta el último instante de su vida, pensó en el bienestar y en que
nada de lo que él defendiera, por muy loable que fuesen sus ideas,
perjudicara a los suyos.
Testimonios
que llegan hasta la actualidad
Los
documentos a los que ha tenido acceso Alonso muestran cómo "en el
mismo acta de defunción, el cura de los Jerónimos de
Almería que le da sepultura anota en la partida de defunción que el nombre que le da es el de Francisco Rosas Barbero pero al
final anota que su nombre real era José Gandía, natural de Albox".
No quería causarle problemas a su gente, pese a que estaba en
Gibraltar. Pero es algo que incluso a día de hoy vemos en
guerrillas, con el uso de nombres clave".
La
investigación del historiador sobre este 'colorao' se ha remontado
incluso a sus antecesores, hallando también documentos en los que se
le describe "como corto de talla por no alcanzar los cinco pies
menos pulgada y media" que se exigía para ciertas labores
militares.
En cuanto al otro albojense,
del que por el momento solo se conoce su apellido Pérez, Alonso ha
descrito a este periódico cómo ha tenido la oportunidad de charlar
con Joaquín Pérez, de 81 años, y que recuerda perfectamente "lo
que siempre le contaban sus tíos, la historia familiar de este Pérez
que iba con 'chaqueta encarnada' a Almería". Así en la familia
se ha transmitido generación tras generación cómo su antecesor
"tras el fracaso de la operación, tuvo que esconderse en la
sierra junto a Almería y disfrazarse de pastor para no ser capturado
por los que los buscaban".
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/279511/el-almeriense-que-dio-un-nombre-falso-antes-de-su-muerte-para-salvar-a-los-suyos