Fue en aquel momento en el que El Ejido -el viejo campo de Dalías- ya había acuñado con creces el eslogan de alacena de Europa; fue en aquel momento de mediados de los 90, en el que el municipio del Poniente había crecido como un adolescente -como lo que era aún- cuando un ramillete generoso de empresarios locales quisieron ir más allá: "Tenemos al Mercado Común comiendo ya de nuestra mano sin aranceles, Tenemos una Tierra Prometida con cosechas de las que mana leche y miel, tenemos prosperidad, y hasta un Círculo Cultural y un equipo en Segunda División, ¿Por qué no un gran centro comercial". Todo eso se lo plantearía en esos años Miguel Felices Daza, que se acaba de ir después toda una vida de lucha, y otros ejidenses, y así fue como nació Centro Comercial Copo (Comerciantes del Poniente) en 1995. Miguel Felices, que era forastero pero que ha vivido más de 60 años en El Ejido, tras unos comienzos dubitativos, se puso al frente del Consejo de Administración de Copo en 1997 y pudo conseguir, junto a otros como Antonio Benavides o Juan Linares, que el pez chico se comiese al grande. Sonaban ese tiempo los clarines de que una multinacional quería instalarse en la comarca de Poniente con una gran superficie comercial a rebufo de los los vientos de prosperidad de los invernaderos. Pero Copo consiguió reunir el capital social suficiente a través de más de 200 socios locales para echar a andar con el lema: "Copo, el de tu tierra". Fue en ese tiempo cuando Miguel tomó las riendas en un avispero de intereses particulares y colectivos, ampliando las instalaciones en 1999, hasta alcanzar los 40.000 metros con hipermercado, cines, tiendas variadas, paseo de la moda etc. Y batallando con el Gran Plaza, con Carrefour, con todo lo que de duro representa gestionar un gran comercio, que es como un ascua gigante a la que todos quieren arrimar su sardina.
Tras casi veinte años al frente de Copo, en su despacho de la Carretera de Almerimar Miguel Felices fue cediendo el testigo, alejándose de la primera línea, retornando a los cuarteles de invierno hasta este instante en el que ha dicho adiós al mundo. Miguel Felices fue ejidense como el que más y, por encima de todo, Miguel fue Copo, la marca que marcó su vida y por la que se dejó la piel. Un verso suelto del comercio, con propietarios minifundistas como un invernadero, que él contribuyó a crear y a elevar, dentro de un universo dominado por las grandes insignias comerciales. Aunque ya se haya marchado, su obra, y la de tantos socios, sigue ahí junto a la Carretera de Almerimar.
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