Almería es una de las ciudades con un emplazamiento más privilegiado. Nacida bajo la mayor fortaleza musulmana de España, resguardada por montañas y con el Cabo de Gata de fondo. ¿Dónde dirigimos la mirada entre tantos elementos? A ningún sitio, porque todos se nos ha ocultado.
Cuando un visitante llega a la fuente de las Batallas en Granada se abre un ventanal imponente y enorme a Sierra Nevada. ¿Y qué decir del mirador de San Nicolás, célebre por la fama que le dio Clinton? ¿Tiene Almería algo así? Los errores urbanísticos y arquitectónicos han cegado la mirada única que podia tener hoy esta ciudad. Ni políticos ni técnicos han pensado estos últimos decenios que había que dirigir la mirada, y preservar del escondite urbano elementos como la Alcazaba, la bahía y el mar.
María José Lasaosa, arquitecto autora de la moderna puerta de Purchena recuerda su primera visión de Almería a los 15 años. “Veía desde la Alcazaba, a las azoteas de la Almedina, la ciudad histórica, cubiertas blancas que descendían hasta el mar. Únicamente una gran sabiduría es capaz de ubicar geográficamente una ciudad en un lugar tan hermoso”.
Al final de la avenida Obispo Orberá está la muralla de Jairán pero un enorme bloque de hormigón le robó la mirada a la ciudad en los años 60.
La visión nítida de la caída de la muralla sobre el centro de la ciudad hubiera sido hoy un foco de atención irresistible para cualquiera. Vecinos de cierta edad, como Piedad María Castillo recuerdan cómo desde su casa en la plaza de San Sebastián veían el estado del mar antes de decidir bajar o no a la playa. Las voces entonces fueron tan escasas como las que no surgieron años después, cuando tras demoler el antiguo seminario, la vista unía el principal monumento cristiano y el musulmán.
De Campos Baeza a Megino
La Catedral también protagonizó una polémica sobre vistas cuando se llevó a cabo en 2000 la remodelación de su plaza por Campos Baeza. Muchos no entendieron que hubiera que dar volumen al espacio para que creciera un austero templo fortaleza cristiano como el nuestro. Otra excepción de visión buscada fue la de Antonio Góngora y su urbanización de la Rambla, dejando un pasillo hacia el mar.
En el estudio de arquitectura Ordaz, también saben mucho de miradas urbanas. Sus arquitectos Susana Ordaz y Francisco Gilabert supieron engrandecer la iglesia de San Sebastián, despejando con fino criterio su entorno. Gilabert afirma: “Si pudiera volver a urbanizar Almería propondría un modelo centralizado con edificios de baja densidad y altura (...) Mantedría un equilibrio y armonía compositiva en los alzados de las calles. La ciudad de Almería está llena de muestras de la discordancia urbanística de diversas épocas del pasado. Es frecuente encontrar en una misma calle pequeños edificios de tres plantas junto a grandes bloques de más de nueve”. El desorden apuntado por Gilabert continúa hoy día, por mucha sanción legal del PGOU que tenga. Incluso desde el punto más alto de la ciudad, en el hospital Torrecárdenas, los bloques más altos roban la vista de la inmensa bahía almeriense.
La evolución de la ciudad ha sido una desordenada y egoísta carrera a ver quién se asoma más por encima del otro, todo a costa de la usurpación de un patrimonio público, el de la mirada de de todos, que no ha sido reconocido aún.
Cuando en los años 60 se levantó el pared
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