Parque Natural

La DANA arrasa con el arte de pesca ancestral de este pueblo de Almería

La destrucción de las instalaciones por el viento obliga a los pescadores a suspender la moruna

Agustín repara con aguja y nailon las redes dañadas tras el paso de la DANA por La Isleta.
Agustín repara con aguja y nailon las redes dañadas tras el paso de la DANA por La Isleta. Víctor Navarro
Víctor Navarro
20:00 • 10 nov. 2024

Rodeado de un mar de redes que se extienden bajo sus pies, Agustín remienda los aparejos de pesca de manera metódica: sin prisa pero sin pausa. La escena es un cuadro de quietud que representa una manera de vivir cultivada en La Isleta durante generaciones ligada artes pesqueras que, de seguirles la pista podrían remontarse algunos siglos atrás. La aguja y el nailon cumplen con su cometido en la reparación de las redes, y nada parece perturbar la concentración de un pescador que ha escurrido de sus camisetas tanta agua salada como la que puedan traer las olas a la orilla. Sin embargo, a pesar del día soleado que le acompaña en su labor, no hay gestos de alegría en su semblante. La ‘moruna’ ha sido un desastre.



Después de mucho esfuerzo en los despachos para impulsar este arte de pesca tradicional y mantenerlo vivo, el temporal ha frustrado los planes de los pescadores artesanales de esta localidad nijareña. Apenas había pasado un mes cuando los últimos depositarios de esta técnica desplegaron las redes de la ‘moruna’ para dar inicio a la temporada del calamar, pero hasta el Paraíso tiene sus inconvenientes, y el viento de Levante no perdona; causando daños en las redes cuando comenzaban a faenar, dejando en suspenso esta práctica económica hasta la temporada de verano.



“El día de la DANA, el día de la lluvia se metió aquí un temporal de Levante que arruinó todo. Encima...dos narcolanchas que estaban ahí amparadas, se ve que pasaron por encima de la ‘moruna’ y cortaron el corcho: la cuerda que manda fuerza para que las redes aguanten”, se lamentaba Manolo, un maestro de este arte que, tras recibir el ‘ok’ de la administración pública, caló sus redes en la costa. Manolo explica  que cuando se calmó el tiempo, los pescadores fueron a mirar los posibles daños pero “la moruna estaba hecha una mierda”.



El hecho de que, después de un mes, no entrara pescado en la trampa -tal y como describe Manolo- y que la estructura estuviera destrozada a consecuencia del temporal, mermó los ánimos de la comunidad de pescadores, que decidió poner fin a esta práctica.  Al menos durante la temporada de otoño.




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“Lo que requiere el mar es lo mismo que la tierra”, reflexiona Manolo sobre la importancia de cambiar de técnicas pesqueras para que la práctica sea eficiente. Si bien es cierto que en la “zonica del Cabo de Gata” (como dice el pescador), hay pocos barcos dedicados a la pescar artesanal, éstos están limitados por dos o tres prácticas que se dan todo el año. “Aquí no hay marisqueo, y para no estar con las ‘jibieras’ y el trasmallo machacando constantemente, hay que reinventarse, porque sino el pescado aprende y el pescador también está aburrido -asevera Manolo-, y así se lo planteamos a la Administración, ya que la ’moruna’ es un arte amplio. De octubre a noviembre hay un arte para el calamar, y luego  de mayo a junio hay otras morunas que se calan para sargos o verrugatos”.



La ‘moruna’ es un pequeño cerco que se coloca desde la orilla hacia el mar, con una longitud de unos 20 metros. Cuenta con un orificio de entrada y una rabera que actúa como muro de contención para el pescado. Cuando el animal entra, queda atrapado en una pequeña jaula instalada dentro del cerco, o bien circunda el recorrido de la ‘moruna’. Aunque los pescadores saben que el método no es eficaz al 100%, es respetuoso con el entorno natural, y en una buena jornada, puede dar sus frutos. “Que en estas fechas, una ‘moruna que coja 15.000 kilos de lecha es muy provechoso”.



En La Isleta, hay un temor creciente de que la ‘moruna’ esté condenada a desaparecer. La alta inversión inicial que se requiere para adquirir las redes y el equipo necesario para hacer funcionar esta técnica disuade a muchos. Pero no es solo el costo lo que frena a las nuevas generaciones: los jóvenes, parece, no se sienten atraídos por esta técnica. Algunos pescadores veteranos cuentan con sorna que han tenido que ser ellos quienes instalen las morunas para sus compañeros más jóvenes. “¡No saben ni remendar!”


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