Raúl Martínez Alarcón
lleva ya cuatro años
viviendo en un velero,
una vida que llegó casi por casualidad. En pleno confinamiento, sin
pensarlo demasiado, compró su barco, con el sueño de navegar
libremente por el mar. Hoy, después de superar todo tipo de
desafíos, este abderitano de 37 años mira al horizonte con un solo
objetivo: dar la
vuelta al mundo en velero.
"Llevo
ya cuatro años viviendo aquí, en este barco. Aquí se está
tranquilo, estás a tu royo, pero esto tiene que gustarte. También
es duro, hay mucha humedad, al principio cuesta",
admite Raúl, recordando cómo fue la transición hacia esta nueva
forma de vida. La idea de vivir en un velero no fue algo que planeó
de manera consciente, sino que surgió casi por azar. "Pasé de
vivir con mi madre en un piso a venirme al velero a vivir. Tuve que
ir haciendo la transición poco a poco", aunque ahora este abderitano asegura que descansa mejor con el vaivén de las olas que en tierra firme.
La
decisión de mudarse a un velero vino después de que Raúl comenzara
a buscar barcos para poder navegar, un sueño que tenía desde niño.
"Mi sueño
desde pequeño era navegar y dar la vuelta al mundo, tener un barco.
Ni mi madre ni mi padre tenían nada que ver con el mar, pero yo de
pequeño veía los barquitos navegando y me llamaban la atención. Mi
padre, viendo que me gustaba tanto, me apuntó a competir con seis
años", explica Raúl.
Empezó en la clase Optimist,
un pequeño barco para jóvenes de hasta 15 años, y pronto se
destacó. "Estuve
en la selección española de vela dos años, corriendo campeonatos
del mundo en China en 2001 y en 2002 en Portugal",
recuerda con orgullo.
Aunque
su vida estuvo marcada por la competición, la situación económica
y familiar lo obligó a dejarla a los 15 años. "Por problemas
familiares y económicos, tuve que dejar la competición y vender los
barcos. Pero nunca dejé de navegar, mis amigos siempre me dejaban
los suyos", dice Raúl, quien, a pesar de no tener su propio
barco, seguía vinculado al mar de alguna manera.
Después de este varapalo, Raúl decidió sacarse la titulación de instructor de Vela y poco después le llamaron desde el Club Náutico para dar clases a los niños de Optimist, la misma clase donde empezó él. Ahora, once años después Raúl puede decir orgulloso, que "nunca he sentido lo que siento trabajando de profesor de vela
de los niños. Es algo muy bonito, es algo que he vivido desde chico, y
estar en un sitio trabajando que ha sido tu vocación y tu vida desde
pequeño… te levantas con ganas de ir al trabajo", asegura el abderitano con orgullo.
El
sueño de tener un barco propio nunca se fue, pero Raúl no se
animaba a dar el paso hasta que, por casualidad, se encontró con
alguien que cambió su perspectiva. "Mientras trabajaba, veía a
los guiris que venían con sus veleros todo el verano, con sus
familias, y siempre tenía ese gusanillo de ojalá algún día pueda
tener mi propio velero", recuerda. Un día conoció a un chico
que acababa de comprarse un velero de segunda mano por 20.000 euros,
a pesar de no saber nada de navegación."Me comentó que se
había comprado el barco y que ni siquiera tenía idea de vela, y ahí
algo me hizo click. Si
este tío sin tener ni idea de navegar vive en un velero... por qué
no yo", cuenta
Raúl, con entusiasmo. Decidió que había llegado el momento de dar
el paso.
En
plena pandemia, cuando la incertidumbre estaba a la orden del día,
Raúl encontró un velero a buen precio en Almerimar.
"Vi un barco muy barato y no me lo pensé, pedí lo que me
faltaba al banco y lo compré. Me
gasté todo lo que tenía. Fue una locura",
recuerda con una risa. La compra no fue sencilla, pues el dinero lo
recibió de una manera un tanto peculiar: "Como era COVID, me
lanzaron dos mil euros desde un cuarto piso, con billetes de 50,
pillados con una pinza. Cuando tocaron el suelo, la pinza se rompió
y todos los billetes saltaron por todas partes, por debajo de los
coches. Recogí todos los billetes, no perdí ni uno. Pero
fíjate si me costó conseguir el barco",
cuenta con una sonrisa cómplice.
Vivir
en el barco fue una experiencia nueva, que trajo tanto momentos
difíciles como muchos otros gratificantes. "Este
verano fui a Formentera y hice 50 horas de navegación sin parar. Vi
delfines, salvamos a una tortuga atrapada en un plástico... esas
experiencias que el mar te da, esa paz, esa tranquilidad",
dice Raúl, dejando claro que el mar es, para él, mucho más que una
pasión. "Es algo que no se puede explicar. Es como una conexión
que tienes con el mar."
Sin
embargo, la vida en un velero no es todo tranquilo. En sus primeros
días a bordo, Raúl vivió algunas situaciones complicadas. "Nada
más comprarme el barco, viví una de las peores experiencias que
puede vivir uno en un barco. Estaba en la cala de la Rihana, vi la
previsión del tiempo y todo parecía bien. Pero cuando llegó la
noche, empezó a llover y el viento levantó las olas. Pensé que los
barcos de al lado iban a chocar con el mío. A
las cuatro de la mañana decidí elevar el ancla y me vine navegando
hasta el puerto de Adra sin parar",
recuerda entre risas, pero también reconociendo que la experiencia
fue difícil. "Es parte de la aventura, como siempre digo, al
mal tiempo, buena cara".
A
lo largo de estos años, Raúl ha aprendido a ser autosuficiente.
"Antes no sabía nada de mecánica, pero ahora sé de mecánica,
de carpintería... El tener un barco te hace autosuficiente. Instalo
yo las placas solares, pulo la cubierta, hago los muebles que me
hacen falta",
comenta con orgullo, sabiendo que cada día le acerca más a su gran
sueño.
Hoy,
después de todo lo vivido, su meta sigue siendo la misma: dar
la vuelta al mundo en velero.
"Mi sueño desde que era niño sigue siendo dar la vuelta al
mundo en velero. Eso es lo que me motiva cada día. Es
lo que quiero hacer desde niño",
afirma con determinación. Para Raúl, el mar siempre ha sido su
hogar, y está decidido a recorrerlo en su barco, viviendo su mayor
aventura.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/283458/raul-martinez-el-almeriense-que-cambio-su-vida-para-vivir-en-un-velero