En estos días de ajetreo navideño me llamó la atención ver un Maserati de altísima gama aparcado en zona de minusválidos. No mostraba la tarjeta azul autorizada pero sí la cara. Debo confesarles que la siguiente imagen que vi, e inserto, me dio pie al artículo.
Pasado un tiempo, echamos de menos aquellos Seat 600 con el perrito dando más cabezazos en la bandeja trasera que el abuelito en su mecedora a la hora de la siesta. Eso sí, aquellos primerizos ‘seillas’ tenían menos detalles en su salpicadero que la Agencia Tributaria. Aquellos ambientadores ‘Pino’ en primera fila que una vez colgados junto al espejo retrovisor quedarían para siempre hasta el día de su defunción acompañado del rosario.
Los americanos tenían a Elvis, nosotros al Fary y pegatinas de los Teddy Boys. En Adra, concretamente era todo un clásico el llevar el famoso nudo de bola marinero. Se lo rifaban. Cómo olvidar colgado el banderín de tu equipo favorito o aquellos llaveros personalizados con fotografía o textos como el: ‘No corras mucho, Papá’.
Llaveros de ‘Calimero’ o el Niño desnudo orinando, sacado de los mismos pantalones que te comprabas. Otro clásico colgado en el retrovisor eran un par de botitas en miniatura hechas de lana por la abuela para acordarte de ella mientras conducías. Los había que colocaban en el cristal delantero la correspondiente pegatina de la ITV y las iba coleccionando para pegarlas en fila multicolor. Los más beatos incluso pegaban figuritas de la virgen en los salpicaderos de plástico.
Los posters de chicas pegados con cinta aislante en los camiones eran de obligado cumplimiento, a los que se sumaban piezas de encaje de bolillos color blanco en forma de esterilla colgante bien como adorno y fenomenal para prevenir el sol, no del tabaco, donde el humo los ponía color amarillento.
Aquel tufillo a rubio, las manchas de nicotina o las marcas de quemaduras en el salpicadero son hoy cuadros añorados como en sala de museo. Reliquias.
Hasta la jarapa alpujarreña servía de paño decorativo o de protección. Y es que en la sencillez radicaba su éxito, hasta eso hemos perdido por el chicote. Quién no ha visto una muñeca casi semidesnuda, echa pedazos y con el brazo medio alzado saludando al estilo hitleriano con ese pelo ‘telarañao’ ejerciendo de anfitriona junto al salpicadero. Qué nostalgia. Aquellas cintas de radiocasete amontonadas y desparramas una de otra fuera de su cajetilla original y que les dábamos la vuelta cada seis canciones. Un deleite. El adorno de la familia ‘Como dios manda' era una virgen o el santo de turno, aunque San Pancracio siempre era titular, Fray Leopoldo le iba a la caza. Hasta perejil había en el coche. No como ahora, donde el verde es otro.
Las viseras anti rayos solares eran rotuladas con nombres ‘llamativos’ que han perdurado en el tiempo de aquellos que estábamos en edad escolar. Uno de los más llamativos era: Viva el Viki y el Forogollo’ (todo unido). Recuerdo el camión Leyland de Pepe Zapata color rojo con más almanaques que meses tiene un siglo.
No faltaban en el salpicadero en aquellos camiones Barreiros o Avia, el reguero de facturas descoloridas por transportes de arena. Aquellos camiones sí que duraban, más que un abrigo en África. En aquella época en la que los paneles eran un par de agujas y poco más, se recurría a grandes útiles adhesivos, como termómetros o brújulas, con los que no dudaban en salpicar sus cuadros de mandos. Pegatinas con nombres múltiples para el que fue el adorno del automóvil.
Las lunas llenas de publicidad de marcas deportivas, discotecas, equipos de fútbol. No discuto que había muchos más, pero no me dio tiempo a verlos a todos.
Hoy me encontré con una estampa que podría llevarnos a esos años, pero estamos en el 2024. Se nos queda en el tintero si todas esas cajetillas de tabaco ya vacías han sido pasto de las llamas de un encendedor por el propietario conductor. Lo que si queda patente es que el salpicadero sirve para algo. Como mucho, por entonces, podrías ver un cartón de tabaco en el salpicadero, pero lo de ésta imagen cubre todos los títulos posibles aunque, sin duda, es el de pino, el que también compite en la imagen y a ser posible de cartón verde con su icónica silueta el que se llevaba la palma, aunque te tiraras siglos sin cambiarlo.
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