Un grupo de vecinos de la localidad burgalesa de Roa, donde fue ahorcado el guerrillero del siglo XIX Juan el Empecinado, pidió a Andrés Cassinello (Almería, 1927) asesoramiento para levantarle una estatua. Así comenzó la fascinación del teniente general almeriense por la Guerra de la Independencia española que le ha llevado a dar conferencias dentro y fuera de España y a escribir varios artículos y libros. Quien fuera director de los servicios secretos del gobierno de Suárez y del departamento de información de la Guardia Civil en los años 80 presenta mañana en Madrid el tercero de ellos, sobre el Marqués de la Romana.
Escribió primero la biografía del Empecinado, después la del Conde de Montijo y ahora el Marqués de la Romana. ¿Qué tiene cada una de estas tres personalidades?
Son los tres muy distintos. La verdad es que me han ido llevando uno a otro. El primero era el guerrillero; el segundo, el conspirador, ; ahora recojo la historia de un general serio, de un hombre que fundamentalmente era un intelectual, con una sólida formación humanística (tenía más de 30.000 volúmenes en su biblioteca).
¿Qué fue lo que le atrajo de éste último?
Todo empezó cuando encontré en un despacho el “Memorial Militar Patriótico del Ejército de la Izquierda”, en el que aparecían, una y otra vez, la furia contra la “manía de dar batallas”. El Marqués de la Romana proclamó un sistema distinto de hacer la guerra, la necesidad de abandonar el sistema de guerra grande, de batallas campales por una guerra pequeña y continua. Con un ejército formado en cinco días, ¿cómo ibas a enfrentarte a los franceses, que eran más capaces, estaban mejor instruidos, y tenían más práctica, con su mismo sistema? Era absurdo y, sin embargo, el Reglamento de Infantería de 1808 era copia del francés.
El libro es así un estudio minucioso de estrategia militar.
No es una novela sino una recopilación de hechos, de documentos, de artículos sobre Romana. Dirigido tanto a los historiadores como a los militares o quienes les pueda interesar la estrategia militar.
El volumen incluye además fotografías y gráficos de esas campañas.
La documentación ha sido muy concienzuda. He visitado muchísimos archivos y montones de libros en inglés y español, con la historiografía gallega, que podía darme mayores disgustos, empezando con los guerrilleros de Prado de Andrade, más documentos en francés que me traducía uno de mis nietos. Otro me ha ayudado a elaborar esos gráficos...
También ha tenido la ayuda de la propia familia del Marqués de la Romana...
Cuando estaba pensando en escribirlo, mi amigo Aurelio Delgado, que fue secretario de Adolfo Suárez, me presentó al actual Marqués de la Romana, que prologa el libro. Él me mostró el programa de un congreso que había preparado sobre su antepasado, pero le dije que faltaba algo fundamental: el análisis de su pensamiento militar. Me invitó a exponerlo yo mismo y así empecé.
¿Qué enseñanzas deja ese pensamiento militar?
La racionalización de las decisiones. En Dinamarca, cuando dirigía las tropas españolas en alizanza con las francesas, buscó un pretexto para cambiar de rumbo y, ayudado por los ingleses, vino a España a luchar contra los que había ido a ayudar. En Galicia y Asturias, durante la Guerra de la Independencia, no actuaba por impulsos, como muchos. Lo que no se podía hacer, no se debía.
¿Deberían mirarse en él los líderes actuales?
Deberían mirar a la Transición, cuando se consiguió entre todos llegar al consenso, a pesar de estar muy separados. Había mucha más distancia, una distancia abismal, entre los políticos de entonces, y se sentaron juntos. Lo que separa hoy a unos y a otros son solo puñeterías.
Usted es presidente de una asociación que busca promover la vuelta al espíritu de la Transición. ¿Cree que se han dado pasos atrás?
Sí. Parece que los nietos o bisnietos de quienes murieron en uno y otro lado están ahora mucho más separados que lo que estuvimos los hijos.Yo he contado muchas veces que en el colegio, en Almería, el padre de mi gran amigo Pepe Fornovi murió en manos de los nacionales. Mi padre, de los republicanos. No somos ejemplo de nada, porquesimplemente éramos así, nuestra amistad no era un acto racional, era natural.
¿Cree que la pérdida de ese espíritu promotor de paz y consenso se debe a la falta de grandes políticos?
Yo creo que no. Los políticos de la Transición no tenían mayor talla intelectual que los dirigentes actuales. La única diferencia es que querían hacer la paz y los actuales quieren hacer la guerra. Si no se sientan a buscar consensos es porque no les da la gana.
¿No se plantea escribir un libro sobre aquel momento?
He escrito artículos y participé en el libro ‘El bienio prodigioso’ sobre todo aquello y sobre Adolfo Suárez. Me lo dicen mucho, quién sabe.
También le dirán mucho que escriba sus memorias. ¿No se va a animar?
Sí, sí, me lo dicen mucho. Es algo que está descartado por completo.
Se quedarán entonces muchas cosas sin saber.
Qué le vamos a hacer.
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