En el año 1994 una niña quiso ser costalera. Y lo fue. Tenía solo 13 años, pero consiguió salir en la hermandad del Silencio, con La Columna. Para ello, la hermandad le dio un costal de los que repartían a todos los costaleros para la Estación de Penitencia. Sin embargo, ella lo veía demasiado corto, no le gustaba. En lugar de buscar dónde adquirir otro costal, Isabel Fernández, con sus 13 años, decidió confeccionarse su primer costal.
¿Qué inquietud tendría una niña por el mundo del costal como para decidir hacerse el suyo propio? ¿Qué pasaría por su cabeza para ponerse a elaborar costales a tan temprana edad? Ni ella misma lo recuerda. Lo que sí recuerda es que hace unos ocho años comenzó a recibir encargos de amigos y conocidos, hasta el punto de que lo que antes era una afición pasó a convertirse en una actividad que, a día de hoy, le hace confeccionar entre cincuenta y sesenta costales en menos de tres meses.
Su experiencia como costalera – sus salidas con la Virgen de los Ángeles, la Amargura del Encuentro, la del Parador, el misterio de la Vuelta del Sepulcro y la Virgen del Carmen del Zapillo se encuentran en su haber como costalera- se nota cuando habla de los costales: “Lo más importante es la comodidad, lo estético es superfluo. En cuanto a la elaboración, el curtido del saco es lo más importante para que el costal sea bueno. Las medidas también influyen. Pero lo más importante es que el costal esté bien hecho y bien “tirado” –tirar el costal es colocarlo sobre la cabeza del costalero para que este pueda hacer su trabajo-. Un costal bien confeccionado pero mal tirado no sirve para nada”.
Un mecanismo bastante sencillo
En principio, el mecanismo de un costal parece bastante sencillo: una tela en la que se envuelve la “morcilla” -almohadilla sobre la que descansa el peso del paso- y que se coloca sobre la cabeza del costalero. Sin embargo, ni el mecanismo del costal es tan simple, ni mucho menos lo es su confección.
Isa nos cuenta cómo se hace con los materiales que necesita: sacos de café de Brasil que necesitan ser curtidos durante dos semanas para quitarle la aspereza, y telas que adquiere en almacenes de Sevilla y Granada.
Como la madre que reconoce a su hijo, Isa es capaz de reconocer cada Semana Santa los costales que han pasado por sus manos. La confección de cada uno de ellos le lleva más de una hora. En cuanto al número de encargos, Isa dice: “El año tiene épocas. En enero llegan los primeros encargos, cuando empiezan los ensayos de cara a la Semana Santa. En verano hay otra subida en los encargos con las procesiones de la Virgen del Carmen y, además, durante todo el año me llegan encargos para cumpleaños y, en Navidad, para regalar costales en Reyes”. Ahora bien, Isa no coge todos los encargos que le llegan: “Me niego a realizar trabajos de última hora y, por supuesto, me niego a trabajar con telas de lunares o de dibujos”.
En Cuaresma, cuando más encargos recibe, a Isa no le sobra el tiempo. Hay que tener en cuenta que no solo se dedica a la confección de costales: trabaja, estudia y, además, le gusta disfrutar de su tiempo libre. Sin embargo, en las épocas del año con más encargos éste último brilla por su ausencia.
El proceso
Desde las cinco de la tarde, hora a la que regresa de su trabajo en la plataforma solar de Tabernas, y hasta bien entrada la noche, Isa se encierra en una habitación donde tiene todo lo necesario para la confección de costales – máquina de coser, plancha y tendedero-. Allí, ordena los costales por fecha de entrega y comienza a trabajar. Primero hilvana la tela y el saco y luego los cose. Sus padres suelen ayudarle con la confección de las morcillas.
Al hablar de telas, Isa tiene claro que no todas las telas valen para confeccionar costales. “Hay géneros muy gruesos que no valen. En el tema de los costales está todo inventado, pero las mejores telas son las naturales, con un 80% de algodón. Por eso se ven algunos costales hechos con sábanas de hospital que, aunque estéticamente sean bastante llamativas, tienen un alto porcentaje de algodón en su composición”, nos cuenta Isa.
Uno de los sueños de Isa siempre ha sido tener una tienda en la que vender artículos cofrades, como los costales que ella misma confecciona. Mientras esperamos a que llegue ese día, tendremos que fijarnos en los costaleros a los que veamos esta Semana Santa; si observan bien, verán unos costales con una etiqueta pequeñita en la que aparece la silueta de la Alcazaba, un número de teléfono y la palabra “Sure”. Esos han salido del taller de Isa, así que fíjense bien en ellos y apunten rápido el número.
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